Está soñando...
—¡Rin, regresa aquí ahora mismo!
La pequeña corre sin mirar atrás, asustada de lo que acababa de presenciar. Su abuela no mintió con respecto a darle un cuerpo a Len, y finalmente, aquella noche de luna llena lo había logrado. El miedo visceral y crudo la recorre por completo, extendiéndose como una fiebre que la asfixia, tan caliente que derrite cada hueso de su menudo cuerpo de diez años y la deja casi débil al correr.
Las lágrimas empañan su visión y entorpecen su huida, las plantas de sus pies pisan partes de ramas caídas, hojas secas y una que otra piedrita que la lastima mientras se aleja de la casa y se adentra en el espeso bosque que se encuentra más allá del patio trasero. El ardor de las heridas en sus pies la quema, la hace doler, le hace querer detenerse y llorar, gritar por sus padres y no pensar en nada más.
—Rin...
Una voz la distrae y logra que se tropiece, cayendo inevitablemente al suelo de tierra, llevando el mayor peso en sus rodillas que se raspan y prontamente comienzan a arder. Ella se levanta con las palmas de sus manos casi arañando la tierra, sintiendo como ésta se mete bajo sus uñas. Se siente congelada ante el llamado, temblando y soltando pequeños quejidos debido al miedo, pues la presencia se siente fuerte.
Él la había alcanzado.
—N-No me hagas daño, po-por favor—suplica mientras comienza a llorar, sentándose mientras atraía sus rodillas hacia su pecho, abrazando sus piernas temblorosas con sus brazos mientras escondía su cabeza entre el espacio de sus rodillas.
La mano que se posa en su espalda es fría, y aún si tiene puesto su camisón la frialdad traspasa la tela y hace estremecer su columna vertebral. Sin embargo, su aliento contra su oreja era cálido.
—Jamás te haría daño, dulce Rin—parece prometer, y ella casi le puede creer, porque su voz es suave y celestial, nada comparado hace minutos, cuando gritaba de forma inhumana y bestial.
—Pe-Pero... la abuela dijo que te lastimé—rememora mientras tímidamente alza su cabeza, observando al hombre desnudo agachado a su lado.
Su cuerpo lucía fuerte, aún si solo tiene visión de su pecho pálido y sudoroso, éste posee músculos suaves y firmes, aunque su nívea piel se encuentra manchada con la sangre de los "elegidos", además de que sus venas se notan violáceas y resaltan bastante, pero sus ojos... oh, sus ojos.
—No, no me has lastimado, me has dado vida, ¿cómo podría yo revelarme contra mi creadora?
Ella no entiende, todo lo que él dice es confuso y extraño.
Aquella noche de su décimo cumpleaños su abuela había hecho otro ritual, uno en dónde fue capaz de traer a Len con su sangre y la sangre de otros "elegidos". Rin se asustó cuando comenzó a gritar, los alaridos perforaron sus tímpanos, haciéndolos casi sangrar. Len había gritado tan fuerte que ella podría jurar que Dios más allá del cielo lo había escuchado.
Es absurdo, ella no cree en Dios.
—¿De verdad no te hice daño?—Intenta afirmar, sorbiendo por la nariz mientras el contrario le sonríe de par en par, y aún si la oscuridad les rodea, ella casi puede verlo a la perfección.
—De verdad—alivia mientras posa su mano sobre su cabeza, es reconfortante y ella cierra sus ojos para disfrutar de la caricia.
—¿De verdad de la buena?—Insiste, sacándole una risa melodiosa y musical, Rin sonríe tentativamente.
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when the demon calls | rilen
ParanormalY allí dentro está la voluntad que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es sino una gran voluntad que penetras las cosas todas por obra de su intensidad. El hambre no se doblega ante los ángeles, ni cede por...