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—¿Qué onda con Sebastián?.— Valeria sonreía de manera pícara, mirando a su amigo. —¿Te gusta?.—

—¿Se te safo un tornillo?.— Daniel miro con el ceño fruncido a su rubia amiga. —Apenas lo conozco hoy, y por poco y nos llevamos de la patada.—

—Primero, no se me safo un tornillo, sino todo la ferretería.— Contesto la chica con su peculiar humor. —Y segundo, solo digo lo que veo, son super shippearles.—

—Mira que estoy empezando a creer que eres de esas niñas que shippean todo lo que se mueve.— Bromeó el ojimiel mientras desordenaba el cabello de Valeria. —Aparte, aquí entre nosotros, Sebastián se ve que es un chico muy bipolar y manipulador.—

—¿Y eso qué? Tú eres muy bromista, y nadie te dice nada.— Contraataco la rubia. —Recuerda esto Daniel, los polos opuestos se atraen.—

—Sueña, que soñar no cuesta nada.— Finalizó la conversación

Valeria le saco la lengua y dismuladamente sonrió, su plan estaba funcionando, lento, pero funcionaba.

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—¡YA LLEGAMOS!.— Gritaron los dos, al mismo tiempo.

—Mira que chiste, ahora serán dos gritones en esta casa.— Decía Temo, entre risas, mientras salía de la cocina. —¿Cómo les fue?.—

—Pues biem, creo, si quitamos que casi me llevó de la patada con un chico nuevo.— Contestó el ojimiel, finalizando con una sonrisa nerviosa. —No preguntes nada, es una larga historia.—

—¿De acuerdo? Vayan deje sus mochilas en sus cuartos y bajen a comer.— Ordenó el castaño.

—¿Y papá Ari? ¿Todavía en la disquera?.— Pregunto el ojimiel.

—Si, llegará luego, ahora ve y deja tu mochila, ah, y diganle a las nellizas que bajen ya.— Dijo, para volver a ingresar a la cocina.

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Después de almozar, Daniel y Valeria decidieron salir caminar por los lados del parqué que quedaba cerca de la mansión Córcega López.

—¿Nunca te ha dado miedo salir a la calle y volver a tener otro accidente?.— Preguntó la chica mientras pateaba una pequeña piedra.

—No, pienso que las cosas pasaron por algo, jamás hay que quedarse atrapado en el pasado.— Contestó mientras tenía la mirada fija en el camino.

¿Desde cuando llevas esa pulserita?.— Preguntó la rubiax señalando el dije.de la.mitad de yin yang que poseía el mayor en brazo derecho.

—Desde que la encontré en mi cuarto, hoy no me la coloqué en mi cuarto porqué pues equis, pero quiero llevarla puesta todo el tiempo, es lo único que tengo del chico que estaba conmigo el día del accidente. Desearía que cada recuerdo algo, porder ver su rostro, pero no...no logró ver nada.— Contestó con una cristalina mirada.

—Estoy segura que pronto encontrarás al chico de tus recuerdos.— "Y yo me encargaré de eso" Pensó la rubis, con una sonrisa. —Voy a comprar algo a la tienda, ¿Me esperas aquí? ¿Quieres qué te compré algo?.—

—Tranquila, aquí te espero y no, no quiero nada.— Respondió con ya leve sonrisa.

Valeria se retiró a la tienda que quedaba pasando la calle, mientras Daniel se quedaba revisando sus redes sociales.

Eataba demasiado distraído en su celular que no se percató que un apurado chico de ojos negros y estatura baja, venía corriendo del lado contrario.

—¡Oye cuidado!.— Gritó el apurado chico, que venía corriendo.

Daniel quitó su vista de su celular para mirar de donde vino el grito, todo paso tan rápido que solo le dio tiempo de evitar que ambos cayeran al piso sosteniendo al menor por la cintura. Quedando sus rostros a una corta distancia.

—Amh...hola, creo que esto de chocarnosven todas partes se esta volviendo costumbre.—Decía con una nerviosa voz, por lq cercanía del mayor.

Ambos soltaron una nerviosa risa, sin percatarse de que una furiosa chica pelinegra muraba la escena con odio.

Con intención de arruinar el momento, Luisa corrió directo a los chicos.

—¡Daniel!.— Grito con una voz bastante chillona.

Por el susto, ambos chicos se separaron rápidamente.

—¿Ahora qué quieres, Luisa?.— Preguntó el ojimiel, con fastidió.

—¿Me puedes explicar qué haces con...— Luisa miró de pies a cabeza al oji-negro. —...este?.—

—¿Y como porqué debería de darte explicaciones sobre lo que haga o deje de hacer con mi vida? Tú no eres nadie para mi.— Contesto fríamente el ojimiel. —Luisa, te he dicho miles de veces que conmigo nunca tendrás oportunidad, buscate a otro.—

—Eres un idiota, cualquier chico quisiera estar.conmigo.— Contraataco xon enojó. —¿Prefieres a un idiota con Sebastián?.—

—Primero que nada, si realmente beatas segura de que otros chicos quisieran estar contigo, ¿Por qué no tomas la poca dignidad que te queda y vas en busca de otro?.— La penetrante mirada de Daniel, logró asustar a la pelinegra. —Y otra cosita, no trates de compararte con Sebastián, por lo menos él no se va con el primero que se le cruza en el camino.—

—¿Por que lo defiendes tanto? Apenas lo conoces desde hoy.— Preguntó la chica, en un susurró.

—A ti no te importa, ahora vete de aquí.— Dijo con una penetrante mirada y voz sería.

—Vas a pagar por esto, nadie me humilla.— Dicho eso, Luisa toda enojada, se retiró.

—Yo pude habermeb defendió solo, pero gracias.— Agradeció el menor.

—No es nada, y de todos modos ya hacía falta de que alguien le cerrará la boca a Luisa.— Afirmó con una mueca, algo tierna. —Por cierto, ¿Por qué venías corriendo?.—

—Ay, casi lo olvido, debo de llegar rápido a mi casa ¡Adiós!.— Rápidamente el menor comenzó a correr otra vez.

Y sin saberlo, tal vez, solo tal vez; Daniel comenzaba a enamorarse del menor.

Operación Memoria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora