Capítulo 11

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El sol molesta bastante en mi cara y apenas son las ocho de la mañana, cuando miro hacia la alarma. Hoy tengo que ir al trabajo y pues no tuve de otra más que levantarme. Me arreglo y como algo en la calle, ya que no tengo nada en la nevera.

Cuando llego al trabajo saludo a todos como siempre he hecho. Al parecer todos están de buen humor hoy, yo de mi parte no tanto. La lista de pendientes que tengo para hoy son algunas cartas. Salgo a entregarlas y luego de haber terminado. Vuelvo a mi auto para regresar al trabajo. En eso recibo una llamada.

̶ Eres tú. ̶ Y otra vez apreció la voz de la llorona de Sharismell. Pero esta vez no sé de qué habla.

̶ Primero cálmate y luego explícame mejor. No te estoy entendiendo nada.

̶ Esas chicas que han estado matando, eres tú.

̶ ¿Y por qué dices eso? ̶ Mientras ella sigue alterada, yo me mantengo natural, paciente y calmado.

̶ Son los mismos rasgos descritos. La chica te describió a ti.

̶ Eso no quiere decir que sea yo, solo estás un poco desorientada. ¿Dónde quedó eso de que confías en mí?

̶ Llame a la policía y les hable de ti.

̶ ¿Que tú hiciste qué?

̶ Si eres inocente no tendrás problema con eso. ̶ Y me colgó.

Ya te jodiste chiquita. Aún es muy pronto para estar en prisión. No he iniciado mi venganza hacia Minerva.

Voy al trabajo, le digo a mi jefe que me siento mal. Conduzco hasta la casa de nuestra queridísima amiga Sharismell. Cuando llego toco unas cuantas veces. Ella abre y me indica que entre. Su cara no es la sonriente de casi siempre. Se nota que ya está más camada.

̶ Hola, ¿Te encuentras mejor? ̶ Cortesía ante todo y más con ella que no es tan mala persona conmigo.

̶ Si, gracias por preguntar. Envié a la policía a tu casa, de seguro te esperan allá. En verdad lo siento, creo que si estaba algo alterada.

̶ No hay problema, a cualquiera le pasa. ̶ Qué pena que no hayas sabido controlar tus impulsos, eso te costará la vida chiquita.

̶ ¿Quieres un poco de té?

̶ Si, por favor.

Es una tarde tranquila y serena. Platicamos un poco sobre su exnovio, el cual la dejó por otra “le ha montado los cachos” en otros términos. Luego de eso me puse frente a ella de pie y pues le dije que hiciera la mismo.

̶ Enserio te creí diferente. ̶ Le digo, es un poco difícil hacerlo con ella, pero no imposible.

̶ ¿Por qué dices eso? ̶ Su pequeño rostro parece estar confundido.

̶ Porque debiste de confiar en mí.

̶ Pero claro que lo hago.

̶ Si eso fuera cierto no hubiera una patrulla de policías esperándome en mi casa. ̶ No lo pensé mucho, no le di el chance tan siquiera de ver la pistola. Ese es el único miedo que no quiero disfrutar. Enserio me caía bien.

Vindicta MinervaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora