capitulo II

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Duramos una hora esperando en el lugar y la chica no regresaba. Mi hermana me dijo que era muy normal de Fernanda tardarse, pero yo no podía quedarme conforme.

Le pedí que me esperara en el lugar donde cenamos, y ella no reprochó. Después de todo, quedarse era mejor que ir a buscar a su amiga, ella la conocía mucho mejor que yo.

Frente a dicho lugar, había una plaza enorme. Todos los fines de semana esa plaza estaba llena de familias que simplemente iban a comprar un algodón de azúcar y palomitas de maíz. A pesar de que siempre estaba lleno de vida, por la noche al estar vacío dejaba sentir una vibra pesada, que cada vez se hacía más fuerte mientras te acercabas al templo.

Me acerque a la puerta que daba para el museo, no había nadie vigilando lo cuál fue algo inusual. La puerta estaba ligeramente abierta y una luz provenía de adentro. "imagino que debe estar entretenida viendo lo que venden ahí" pensé con cierta molestia al pensar en su tardanza.

Entré al lugar, se sentía un frío más fuerte del que podía sentirse afuera. Algunas luces en los pasillos estaban descompuestas, así que era difícil ver en aquél lugar.

Ese sitio estaba compuesto por un montón de pasajes, sería difícil buscar por todo el lugar. Empecé a gritar entonces el nombre de aquella chica mientras caminaba por todo el lugar, sin respuesta alguna. Fue segundos después cuando escuché un "¡Ayuda!" De forma desesperada que empecé a correr por todos lados intentando buscarla.

—¡FER! ¡¿DÓNDE ESTÁS!? — gritaba mientras avanzaba.

Pero su voz se escuchaba detrás de todas las paredes, era difícil seguir su rastro sí no sabía cómo seguir su voz.

El demonio de San FranciscoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora