Inquietud

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—22:23 P. M. —

Sentada en la cama, peino mi cabello con el cepillo, recordando las palabras de Zara, pero rápidamente niego con la cabeza, sé que siento un sentido de posesividad hacia mi esposa, sin embargo no se debe a que me interese de forma romántica de la noche a la mañana, no, yo estoy consciente que Kara me gusta, me atrae como mujer, y también me siento inferior pues claramente no comparo con la Ex esposa, y mi ego se siente en el suelo, es cuestión de orgullo no de amor, y sí, sé que tengo la mentalidad de una colegiala aún. Mi cuerpo se tensa en el instante que el auto perteneciente a ella derrapa en la nieve, y claramente viene del mismo humor que cuando se fue, pero tengo que hacerle frente, no huir aunque tampoco es buena idea confrontar el carácter de mi esposa.

Los sonoros pasos se escuchan desde el momento que sube las escaleras, consecutivamente en el pasillo, para detenerse abruptamente frente a la puerta de nuestra alcoba, la cual se abre bruscamente. Ella me mira con seriedad cerrando, y yo la miro de la misma manera. No dice nada más despojándose del blazer, toma asiento frente a la cama quitándose los zapatos, los calcetines y lentamente desabotona su camisa. Decido dejar de mirar y guardando el cepillo en el cajón del mueble cerca de la cama, y levanto los pies para recostarme, cubriéndome con las cobijas mirando al techo escuchándola andar en la alcoba y después entrar en el baño.

Mis ojos comienzan a pesar, hoy decidí dormir antes ya que no permitiré me afecte el desvelo, bostezo cerrando mis ojos. No sé cuantos minutos pasan hasta la cama se mueve ligeramente, aspiro la fragancia de su cuerpo, suspiro y me remuevo sin abrir los ojos, estoy cansada, realmente toda la información sobre ella me hizo pensar, poco me pude concentrar, y no creo que Zara le haya mencionado nuestra conversación.

-Lena — Susurra, deslizando el dorso de su mano en mi mejilla izquierda — Despierta-

-Déjame dormir — Murmuro en una queja.

-Tengo algo que decir, por favor — Frunzo el ceño, ella no es de usar esas palabras.

-¿Qué ocurre? — Cuestiono en un bostezo al abrir los ojos.

-Esto es tuyo — Muestra las llaves de mi auto y la miro con asombro cogiéndolas — Detuve la venta antes de que fuera demasiado tarde-

-Gracias — Sonrío y ella también lo hace, esto es nuevo y extraño — ¿Por qué cambiaste de opinión?-

-Yo también tengo objetos con valor sentimental, y comprendí tu enojo — Puedo ver su pijama se seda negra en cuanto se mueve y coge una caja de chocolates — Aquí están los chocolates amargos que prometí-

-Había olvidado que te los pedí — Hace una mueca — Te lo agradezco, así ya no me comeré los tuyos-

-No eran míos — Frunzo el ceño, y ella mira al frente — No me gustan los chocolates amargos — Suspira melancólica y sólo puedo pensar en Lyudmila.

-¿A quién pertenecían?-

-A alguien que ya no está — Dice al acostarse y apagar la lámpara, por lo que dejo la caja en el mueble al lado — Buenas noches Lena-

-Buenas noches-

Ella me da la espalda y estoy segura de que tiene un gesto de tristeza que no se atrevería a mostrarme. Prefiero no tocar el tema de Lyudmila, no sólo por ella, también por mí, tener que lidiar con el recuerdo de su primer amor no es gratificante, además tuvo un gesto amable conmigo, no puedo hacerla enfadar.

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—01:15 A. M. —

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