Aquel Ford Capri de 1980 color negro brillante había llegado a su destino después de varios arrancones en las calles de Los Ángeles.
El piloto se encontraba tan concentrado en sentir la potencia de su preciado automóvil que le importaba poco arrollar a los grupos de chicos y chicas que estaban en la calle caminando tranquilamente hacia la universidad. Aparcó el vehículo en algún lugar del estacionamiento y salió de éste, cerrando de un portazo la puerta para después ver cómo su hermano menor salía y hacía lo mismo que él.
—Oye idiota, cuidado con mi bebé —exclamó el pelinegro más alto, frunciendo el ceño al ver cómo su hermano rodaba los ojos y tomaba su mochila del suelo; él hizo lo mismo, sólo que la suya estaba sobre su vehículo.
—Por dios, ya ni Roger es tan exagerado cuando azotan la puerta de su auto —bufó—; entremos ya, entre más rápido entre a clases más rápido podré irme de aquí con mis amigos.
Después de aquella pequeña conversación, los dos pelinegros caminaron hacia la entrada de la universidad, siendo seguidos por una gran ola de estudiantes de grados mezclados; en su mayoría eran de primer año al igual que Jeffrey. Nikki, por su parte, ya era bastante conocido por las chicas y algunos chicos del lugar, y no era de sorprenderse, pues era un completo hijo de puta que le gustaba ir de fiesta en fiesta para poder divertirse.
Y sí, divertirse implicaba drogarse, beber hasta perder el conocimiento o follarse a alguna chica que había conocido en esa misma fiesta, o incluso coquetear con cualquier chico que se le pusiera en frente. Además, también era sumamente conocido por meterse en peleas por cualquier estupidez sin sentido; ya sea por una chica o porque según el ojiverde no le gustaba la forma en la que lo miraban, claramente estando drogado.
En fin, después de guiñarle el ojo a un grupo de lindas jóvenes que estaban entrando a sus salones, el trigueño le dió un golpe al más bajo, haciéndolo perder un poco el equilibrio mientras volteaba a verlo con seriedad.
—Bien, me parece que te toca física con May —habló el más alto con una sonrisa, viendo que su hermano simplemente lo veía con una mirada cansada—. Eso es algo bueno, es un buen profesor, no me tocó mucho porque era nuevo, pero bueno, espero que te vaya bien y hagas muchos amigos —dijo un tanto burlón, siendo acreedor de un golpe en el hombro.
—Cállate idiota —rodó los ojos, aunque al final terminó abrazando al más alto, sintiendo un ligero cosquilleo en su estómago gracias a los nervios—. Estoy nervioso, aunque no lo parezca... Gracias por estar conmigo, hermano.
—Oye, dije que siempre iba a estar cuidándote... Además es la misma universidad en la que yo voy —soltó una risa y soltó al chico de ojos verdes—. Bien, pues creo que es hora de que muevas tu trasero y te vayas de aquí, es tarde, enano.
—Bien, entonces nos vemos más tarde —tomó su mochila y caminó hacia la entrada del enorme edificio.
El tatuado simplemente sonrió y negó con diversión al ver la actitud del chico que recién se había ido; de igual forma tomó su mochila y entró al lugar, viendo a varios de sus amigos entrar a sus salones, otros estaban escapándose de clases para hacer cualquier cosa que no fuera estudiar, etcétera.
Mientras tanto, cierto joven de alta estatura, cabello castaño oscuro y ojos color hazel, estaba corriendo bastante apresurado hacia su salón. Había tenido unos problemas al encontrar transporte hacia la escuela, por eso había llegado unos minutos tarde.
Corrió y corrió hasta llegar hasta el salón 139 B, tenía clase de física con el profesor May, y como no entendía una mierda acerca de física, no quería llegar tarde.