CAPÍTULO 3

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La sonrisa que liberó de sus labios fue espléndida.

- Puedo llamar a la ambulancia si te sientes muy mal.- Dijo.

¡Que hermoso!

- Estoy bien.- Susurré.

Por mi visión periférica ví a las chicas reír.

El chico me dió la mano para ayudarme a levantar y pude sentir su palma suavecita.

- ¿Segura que no quieres que llame a la ambulancia?

El tono de preocupación que estaba utilizando me ponía la piel de gallina.
Estaba embobada viendo sus ojos chocolates.

- No te preocupes.

Seguramente me estaba viendo como una retrasada mental que babeada litros de saliva.

Me sonrió por última vez algo apenado y tomó su balón para marcharse.

- ¿Esta bien?- Dijeron al unísono Cat y Vanity.

Asentí agarradome de mi blusa con añoranza mientras veía al chico corriendo de allá para acá con sus amigos.

- Debemos irnos.- Dijo Vanity.

Asentí.

- ¡Ahora!- Exclamó Cat.

Asentí.

- No se que le pasa. Me está asustando.- Dijo Vanity.

Con un poco de temor me movieron para avanzar y a regañadientes lo hice. Podía haberme quedado todo el día viendo a esa hermosa escultura sudar.

Las horas de clases solo me dediqué a pensar en ese maravilloso chico. Al diablo Jenson y Axel.

Se me pasearon por en frente todo el tiempo. Jenson con su novia y Axel con su aura de "Todo me vale mierda" y hecho el dramático.

Ninguno se acercó a saber algo sobre mi y cuando me miraban solo giraban hacia otra dirección.

No voy ha negar que apenas vi a Axel hoy en la mañana, sentí como me tambaleaba un poco. Y que me ignorara como si fuera perro con sarna hacia añicos mi corazón.

Las chicas ya habían cambiado de novio hoy y yo seguía en las misma.

Sin besar a nadie.

Sin perder mi virginidad.

Sin tener mi amor de película.

Y esta vez ya no queria ir a la montaña. Solo quería quedarme resignada a que ese amor nunca llegaría y a que me he divertido un poco conociendo a dos chicos que creí eran geniales.

Solo gané una cosa. Atención. Los chicos que antes me miraban con morbo hoy me miraban con interrogante como preguntándose como es que un día soy la chica más sexy y al otro lo más normal de la vida. El moco pegado bajo las mesas.

El menos ahora me miraban.

Lo curioso es que ahora tenía a ese chico del básquetbol pegado a mi cerebro que no me dejaba descansar.

Impulsada por mis pies llegué a la cubierta de básquet y allí estabn un montón de jóvenes corriendo a pulso por el silbido un silbato.

- ¡Carrasco una vuelta más!- Gritó el entrenador.

Corrían a toda velocidad dando vueltas alrededor de la cancha. El instructor empezó a repartir balones sin dejarlos detenerse y a ninguno se le escapó la bola.

Me escondí detrás de las gradas observando a cada uno de los chicos para identificar al que yo quería ver.

Y allí estaba, corría con rapidez haciendo jugarretas con el balón al igual que los demás.

DISFRAZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora