Capítulo 8

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Bañado por el brillante resplandor lunar, el cuerpo de Kei le pareció una figura delicada y etérea. Un sueño inalcanzable revestido en un blanco puro, la promesa de lo eterno, la encarnación de la tentación en cada forma perfecta, una invitación a la locura del pecado en la curva de esa pretenciosa sonrisa soberbia y la imagen misma de la arrogancia en esos ojos de oro y plata ardiente. Fundiéndose, quemándole el alma hasta consumirla en la furiosa pasión que despertaba...hasta que su corazón volvió a latir, vulnerable, al desesperado amor que estaba destrozándolo.

— ¿Vuelves a casa después de un tiempo y no dices nada? Tetsurō ¿Solo vas a quedarte ahí, mirándome? ¿Tuviste un buen viaje?

Un aleteo de esas espesas pestañas y la piel de Kuroo se estremecía, el aroma de Kei estaba en todas partes como un veneno adormecedor, sus sentidos sucumbían a la melodía de su suave voz, a la belleza de ese fino rostro, de esos labios tan rojos como la sangre, a la sensualidad de su silueta y lo reconocía, era su presa, era un esclavo de su deseo, de su amor y del apasionado rencor que nacía de este.

Igual que todos, igual que cada maldito hombre que caía bajo el encanto de su sonrisa de miel.

— ¿Te divertiste mientras no estaba?

— No lo sé, creo...— él bajó la cabeza, el movimiento agitó suavemente la suave seda de su cabello, cayeron las sombras sobre un rostro indefenso y solitario, y su mirada tímida se encendió en una sonrisa delicada — Creo que hice todo lo que pude, pero te extrañé cada hora ¿Por qué no fuiste a verme de inmediato? Escuché que estas en la ciudad desde esta mañana ¿Hay algo que debería saber? ¿Dónde estuviste?

¿Así que había hecho todo lo que pudo? Kuroo emitió una suave risa nasal acompañada de una media sonrisa amarga y burlona. Apostaba a qué lo había hecho, todo lo que pudo con el hombre que había elegido para juguetear ¿Trataba de engañar a alguien aquí o solo quería burlarse de él? Kei era bueno para atormentarlo, era bueno para jugar con su mente, para parecer dulce e inocente, cuando en realidad era todo lo contrario, cuando era la imagen misma de lo corrupto y sucio en esa blanca pureza inocente. Era demasiado bueno en eso, demasiado bueno para llevarlo al límite de su cordura.

— El de hoy fue un gran evento, escuché que estuviste ocupado — se quitó lentamente la chaqueta, movimientos suaves le ayudaron a relajar los hombros y el cuello, no había tenido un solo instante de descanso en todo el día. Le dolía la cabeza, siempre llena de pensamientos, a punto de explotar. Añoraba un instante de paz que la presencia de Kei le arrebataba fácilmente — ¿No quería interrumpir? Odiaría molestarte.

Arrojó la chaqueta sobre la cama, su esquiva mirada siguió con renuencia la delgada figura del chico rubio que caminaba lentamente hacia él y reparó en la mano que se alzaba en su dirección — ¿De qué estás hablando? Estaba esperándote — comenzó a desanudarle la corbata, la delicada bata de seda que cubría el cuerpo del rubio se deslizó por su hombro y Kuroo vislumbró el deseo contenido en esa blanca piel de porcelana, rememoró cada instante de placer...y las manos de aquel hombre, esos dedos, recorriendo con lujuria aquella prohibida tierra tentadora — ¿Tetsurō?

Lo sujetó de la muñeca, Kei retrocedió al mismo tiempo que la corbata que sostenía se deslizaba entre sus dedos y se apoderaba la otra mano del calor que desprendía esa delicada cintura estrecha, igual que ese hombre ¿Iba a seguir pretendiendo que nada había pasado? ¿Quería seguir fingiendo que no lo había visto ahí? ¿Kei quería seguir pretendiendo que era dulce e inocente? ¿Tendría ese descaro? Por supuesto. Él siempre fue bueno para sonreír como si no pasara nada, siempre fue bueno para parecer frágil e indefenso, siempre fue bueno para meterse en su cabeza e invadir su alma, siempre fue bueno para mentir y fingir.

Quédate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora