Capítulo 3

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>3< Actualización >3<

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 El estruendoso sonido de la puerta ser violentamente cerrada resonó por todo el espacio. Bañado por la oscuridad, solo unos cuantos destellos de luz se reflejaban sobre algunos detalles de aquel amplió departamento. Crujidos, pasos pesados y apresurados, y tensión, una estremecedora presión que destrozaba el silencio como fino cristal y caía sobre la atmósfera con todo el peso de la rabia que lo consumía.

Apretó. La delgada mano que sostenía tembló bajo su implacable furia mientras que el joven que era arrastrado detrás gimió. Lo molestó. Kuroo apretó la mandíbula, no estaba calmándose, era cada vez peor. Como si estuviera consumiéndolo, como si no tuviera escapatoria, cada maldito segundo. Uno a uno. Su ira creciendo hasta desbordarse, hasta romper su razón, hasta transformarse en una locura incontrolable.

Se detuvo, sin embargo sus movimientos no lo hicieron y giró abruptamente en el centro de la sala de estar, con él, con Kei aún bajo su poder y lo forzó a encararlo. Silencio roto por sus pesadas respiraciones cayó sobre ellos, esa desafiante mirada dorada se enfrentó a la suya con el mismo orgullo que los caracterizaban, con una arrogancia tal que le hirvió la sangre como ácido ardiente.

— Te dije que me estás haciendo daño...suéltame — exigió él, su voz no tembló, ni una sola pizca de temor empapó su expresión y tiró de su brazo recibiendo un presión más intensas, cómo una respuesta silenciosa de su parte. Entrecerró los ojos, pequeña y respingada, esa altanera nariz se alzó en toda su magnificencia — Suéltame — susurró, su voz tan suave y delicada con una caricia fatal.

Apretó más su agarre, Kei apretó la mandíbula, sin embargo no sé inmutó. Nada cambió, nunca lo hacía y Kuroo ya estaba harto de todo esto. De todo, maldita sea y como si el tacto del rubio le quemara, como si fuera ácido penetrando su carne, se deshizo de su agarre abruptamente. Él se tambaleó hacia atrás, una mano sobre su muñeca, la mirada aún sobre la suya, con la misma soberbia ferocidad que encendía su ira.

— ¿Te estabas divirtiendo?

— Era una fiesta, Kuroo, se supone que tienes que divertirte — él sonrió, burla y arrogancia en una mezcla perfectamente desagradable y cautivadora — Pero supongo que es demasiado pedir para alguien como tú.

Kuroo entrecerró los ojos, Kei no se inmutó. Nunca lo hacía, jamás. Apretó los puños, tan fuerte que sus uñas le cortaron la piel e hirieron profundo su carne, que aquel ínfimo dolor le atravesó el pecho y alimentó una ira que no podía contener ¿Cómo se atrevía a jugar así con él? ¿Siquiera tenía idea de todo lo furioso que estaba? ¿Le importaba? No. En realidad parecía divertirle, todo este tiempo no había hecho más que transformarse en la burla de este niño arrogante y malcriado.

Cada día desde que tuvo la desgracia de conocerlo, en cada maldito instante.

— ¿Qué? Si tienes algo que decir solo hazlo — se cruzó de brazos y suspiró con cansancio, lo miraba con hastío — Ya me arrastrarse hasta aquí de todos modos.

— ¿Tienes idea de lo que estabas haciendo?

El rubio rodó los ojos, una desagradable sonrisa socarrona le surcó el rostro — ¿Tu no? — rió suavemente, como si encontrara divertida toda esta situación, como si tratara de burlarse de él y se aproximó en su dirección con pasos gráciles y tranquilos, hasta que estuvieron frente a frente y Kuroo pudo percibir el aroma del perfume de Kei, la esencia de su piel corrompida por la de aquel hombre — Creo que eres lo suficientemente listo para entenderlo, no te estoy subestimando ¿Verdad? — le acarició el rostro con el dorso de los dedos, su labios se rozaron tentadoramente — Tetsurō...lo viste ¿No? Y también lo entiendes...no necesitas detalles o ¿Si?

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