Cap 9

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Me despierto con total serenidad de algún sueño que ya no recuerdo, veo la hora en mi móvil y son las 8 de la mañana, es demasiado temprano para mí pero cuando intento volver a dormir simplemente no lo consigo, mis ojos quieren mantenerse abiertos a como de lugar. Maldición, Morfeo no podías mantenerme un poco más contigo?

Me levanto con la pereza invadiendo mi cuerpo de pies a cabeza,  estiro todo mi cuerpo como un gato que recién se despierta y camino al baño, dejo que mi vejiga evacue y lavo mi cara y dientes.
Luego me dirijo directamente a la cocina, no lo pienso un segundo cuando mi estómago me lo pide con un rugido.

Me preparo el mejor desayuno que pueda hacer: tostadas, huevos revueltos y zumo de naranja; me permito saborear todo, respirar, admirar el silencio y la tranquilidad que inundaba está casa, notar como mi cuerpo no dolía. En fin, me permito saborear este último rato de una vida normal.

Cuando termino mi desayuno el sueño vuelve a atacarme de manera rápida e invasiva, por lo que le hago caso a mi cuerpo y me dirijo de vuelta a mi cama para volver a encontrarme con el señor Morfeo, recibiendome una segunda vez.

Pasan un par de horas hasta que se escucha un estruendo proveniente de la planta baja, seguido de unos fuerte pasos subiendo por las escaleras que hacen que me sobresalte interrumpiendo mi sueño.

Antes de siquiera poder despegar los ojos la puerta de mi habitación es abierta de par en par dejando una figura muy conocida para mi a la vista. Grande, fuerte, furiosa, temible, con su mirada que te trasportaba al infierno.

Si, mi padre estaba devuelta y, como siempre, en su estado habitual: furioso.

Se acerca a zancadas a mi cama sin darme tiempo a nada y toma mi cabello entre sus dedos tirando de este provocando que caiga al suelo y comienza a arrastrarme saliendo de mi habitación. No dice nada, solo respira agitado y mantiene su fuerte agarre sobre mi cuero cabelludo dando pasos firmes a donde sea que se dirija.

Por mi parte no hago un escándalo, me mantengo neutra con lagrimas paseando por todo mi rostro. Me dejo llevar por el demonio al infierno, sin poner objeción alguna, aceptando lo que me toca. La  verdad, si dolia, si queria gritar, patalear, huir; pero cuando desde pequeña te someten a una rutina haciendote creer que es normal y lo que te toca, simplemente pierdes todo reflejo de supervivencia.

Al llegar al pie de las escaleras se frena de golpe y me obliga a mirarlo desde abajo, fuego y odio es lo que veo en su mirada es lo único que siempre vi en ella.

-¿Quieres rodar o ser arrastrada?-Toma mi rostro con su mano libre enterrando sus uñas en mi piel, y apreta haciendome doler las mejillas aplastadas contra mis dientes. Me observa desquiciadamente y pronuncia cada palabra con resentimiento y malicia contenida.

Lo miro, no digo nada solo lo observo; intento mantenerme firme aún con lagrimas rodando por mi rostro, aún herida, aún ante sus pies, lo intento..pero ambos sabemos que no es asi.

-Bien, yo elijo.

Comienza a arrastrarme escaleras abajo, mi cuerpo choca contra cada escalón de madera produciendo dolor en nuevos lugares y, si no fuera porque me tiene agarrada fuertemente, estaria rodando como una pelota.

Como si hubiera leido mis pensamientos, a mitad de nuestro descenso por las escaleras, se frena un escalón mas abajo de donde yo me encuentro, aún con mi castaño cabello entre sus dedos, me empuja lo que queda de escalones con un ágil movimiento, tal como un jugador de bowling tiraría la bola para darle a todos los pinos.

Mi cuerpo rueda impactanto contra los escalones, no puedo frenar la caída ni lo intento solo me hago una bolita como si eso ayudara en algo, sigo cayendo hasta llegar al frio suelo. No tengo fuerzas, tampoco intento ponerme de pie. Solo espero mi destino para el cual llevo años preparándome mentalmente.

Mi boxeador de ojos azules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora