Ilusión

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Ikki caminaba sin ánimo alguno entre las calles de Tokio, a pesar de la tormenta, la gente seguía su rutina diaria, estaba cansado de esa vida, muchas veces piensa que hubiera sido mejor permanecer muerto permanentemente, porque desde hace mucho se sentía como un cadáver andante.

Había llegado a una esquina para cruzar a la calle de enfrente, esperando la señal del semáforo, el joven guerrero solo veía a su alrededor con poco interés, la gente acumulada en las calles protegiéndose con sus paraguas, otros bajo los techos de los negocios hasta que pare la lluvia, él no necesitaba de tan innecesario objeto, la lluvia nunca le molesto.

Ante sus ojos una silueta se destacó en la otra calle, entre toda esa multitud.

Una joven de pasos apresurados, abrazando contra su pecho una fina carpeta de papeles para protegerla de la lluvia, usando un delicado vestido rosa pastel con un fino saco blanco de lana; pero lo que le llamo la atención fue el movimiento de ese cabello dorado como el sol que resaltaba entre el gentío, no podía ver bien su rostro por culpa de que unos mechones de aquel fino cabello cubrían su rostro.

La gente a su alrededor comenzó a moverse, dándose cuenta que debía cruzar la calle, pero aun asombrado por aquella extraña joven, algo en su corazón le decía que era ella, pero su cabeza gritaba que era imposible, seguro solo era un leve parecido con esa mujer; aun así continúo viendo hacia la dirección de aquella muchacha, que trataba de apresurarse a alcanzar una parada de autobús.

Y ahí en ese mar de gente, cuando la vio subir en aquel transporte pudo notar su rostro... sus ojos verdes como hermosos talismanes, su boca fina y delicada, su nariz, sus mejillas, aquel cabello dorado como el sol....

-Esmeralda- susurro ante el shock, su corazón latió dolorosamente con fuerza mientras la joven subía y pagaba el pasaje.

Sin pensarlo corrió como pudo, chocando entre la gente, pero cuando llego a la parada, aquel autobús había arrancado dirigiéndose a rumbo desconocido, se quedó ahí en medio de esa muchedumbre donde los transeúntes lo chocaban sin el más mínimo respeto, pero él no le importo, solo contemplo aquel autobús en el camino de asfalto hasta ver que desapareció entre tantos vehículos.

Su corazón se había detenido por un momento y por desgracia acuno una ilusión, una esperanza, pero solo era eso, una ilusión de su mente retorcida, donde la culpa ya empezó a volverlo loco, de sueños de una vida de "quizás" y "si hubiera" siempre estaba presente. Esmeralda no estaba ahí, ella jamás estaría recorriendo una ciudad, ella nunca podría estar bajo la lluvia... porque él la vio morir en sus brazos, enterró su cuerpo en la Isla de la Reina de la Muerte... Se maldijo una y otra vez mientras seguía su rumbo, el dolor mismo le estaba arrebatando la cordura.

Aunque sonrió, si así él podía verla, que más daba, mejor volverse loco por el solo hecho de verla a su lado. 

 

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Amarte por mil años masDonde viven las historias. Descúbrelo ahora