Intrusos

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-A qué no te metes a la antigua casona- se escuchaban las voces de niños al otro lado de la calle, desde que se dijo que aparecían sombras en la casona se corrían muchos rumores.

Muchos decían que eran los fantasmas de la familia que habitó la casona, otros más que eran almas malditas que se reunían ahí para celebrar a Satán, y así cientos más de ideas disparatadas del origen de las risas y voces del interior de la vivienda.

Y no era de extrañarse que los jóvenes sintieran curiosidad y tendieran a querer entrar a la casona, pero por uno u otro motivo nadie se acercaba, y no era para menos que todos los intentos de penetrar en la edificación fuesen realizados a altas horas de la noche, pero dichos intentos eran frustrados por un espectro blanco que rompía el silencio solemne de la noche con gritos de irá provocando espantos y temor a diestra y siniestra.

Pero este día, un grupo de jóvenes confirmado por 5 niños y niñas de alrededor de 11 y 14 años, decidió probar suerte, ingresando por una de ventana rota que daba a una sala al este de la vivienda, miraron asombrados el alto grado de lujo y comfort en la habitación a la que ingresaron, pero no habían ido hasta ahí solo para contemplar como si de un museo se tratase.

Se dirigieron a la puerta que separaba la habitación del resto de la casona, pero al momento de intentar abrirla está no cedía,  parecía que la habían trabado desde afuera con la intención de aislarla sala.

Decepcionados por el imprevisto, miraron a su alrededor, ya estaban dentro de la casona, y no estaban dispuestos a solo volver a sus casas, tomaron una de las mesas de lectura en el centro del cuarto; a modo de ariete la sujetaron por las patas y la hicieron chocar contra la puerta, logrando paulatinamente debilitar su sujeción al marco de madera.

Aquel sonido repetido de impacto no paso desapercibido por Jatzibe, Itzcuintli y menos por la Llorona, la cuál alarmada dejó caer los utensilios de sus manos y se dirigió alarmada al origen de tal alboroto, nadie podía saber que "La Llorona" como la llamaban aún existía y menos que tenía a una niña consigo. Atravesando las paredes y los obstáculos en su camino, vio como unos extraños trataban de romper la barricada que colocó hace años cuando arribaron a la casa, despavorida se dirigió a la habitación de su hija para encontrarla intentando salir y llegar a ella; la recogió, la llevo a un armario cercano .

-piltzintli, mantén la calma, mamá tiene algo que hacer, pase lo que pase, no salgas si yo no te lo pído- dijo temerosa mientras acariciaba suplicante su mejilla -kema nantli- respondió su pequeña bilingüe tomando su mano con suavidad en un intento por confortarla.

Itzcuintli se acercó a Jatzibe y ambos movieron la cabeza indicando que estaban listos para atender a la indicación de la señora de la casa, una vez segura de que estaban a salvo, un ruido potente recorrió la casona.

Los niños habían conseguido pasar el bloqueo, en el pasado bastaba con pensar en sus difuntos hijos para generar terror entre la gente, pero un miedo y dolor mayor se alojó en su corazón: la idea de perder a su hija; la mera idea le dió más cólera de la que sintió en toda su existencia.

Uno esperaría que una casa tan vieja y deshabilitada estuviera más descuidada, pero su visión no concordaba con la imagen de sus mentes, la casa tenía una condición más que impecable, inclusive al acercarse a la cocina, encontraron que estaban cocinando calabacitas rellenas, la exploración habría continuado por una visión blanca frente a ellos.

No lo sabían pero encarában una mujer llena de temor... e irá.

La hija de la Llorona, su PazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora