Los años transcurrieron, primero el miedo al espectro de la Llorona era prácticamente imposible de ignorar , pero ahora, pasados casi 6 años de su último grito de pena y dolor en aquel rancho "los siete reales" pocos aún tenían en su memoria a aquel espectro blanco y aquellos que aún lo recordaban casi siempre era como un fugaz recuerdo de un tiempo pasado, bueno todos excepto una pequeñita morena que la tenía en su mente todos los días, aunque no exactamente con ese nombre.
En aquella vieja casona un dulce niña caminaba entre los pasillos jugando a encontrar a su mamá oculta entre las paredes.
-Nantli*, te voy a encontrarte, sal que itzcuintli* y yo te vamos a encontrar- decía juguetonamente la pequeña mientras el xoloitzcuincle olfateaba en busca de la mujer que escondía una sonrisa tras una mesa de madera en la cocina de la casona.
La mujer aguardaba dando dulces miradas a su dulce Jatzibe, ese era su juego favorito, a ratos le gustaba escabullirse entre las paredes para que después su hija la buscará y la premiará con un cálido abrazo, o al menos, tan cálido como ella los podía dar.
-Te encontré Nantli- dijo saltando a sus brazos junto a itzcuintli, desde que lo acogieron de la calle, Jatzibe se encariño irremediablemente de él.
-Mi amor- dijo la mujer que ya no era más la Llorona, era una madre, que durante los últimos años había hecho lo posible para darle una vida feliz a su hija, a pesar de no poder dejarla salir. Ya en el pasado habían tratado de encerrarla, y si la volvían a ver, y aún más con su pequeña se la arrebatarían y tratarían de encerrarla nuevamente; y no podría seguir adelante con eso en mente.
La bajo procediendo a sobarle amorosamente la cabeza e instandola a ir a su cuarto para jugar otro poco mientras ella le preparaba unos tlacoyos que desde que pudo comerlos, se convirtieron en sus favoritos.
Jatzibe obedeció a su mamá mientras acariciaba a itzcuintli que la siguiera, una vez en su cuarto; tomo uno de los libros de cuentos que tanto le había pedido a su madre que le enseñará a leer: la leyenda de Popocatépetl e Iztaccihuatl. Le encantaba la idea de que se habían convertido en volcanes para estar juntos para siempre.
Entonces aquella conocida y deliciosa fragancia se dirigió a su naríz -mmm... Tlacoyitos-
Su madre, siempre le había enseñado a preparar diferentes platillos, pero los tlacoyos eran sus favoritos, siempre era una sorpresa saber con qué la sorprendería su madre; frijolitos, habas, requesón, chicharrón o quién sabe que les podría está vez.
Mientras en la casona madre, hija y perro rebozaban felicidad, los rumores corrían por todo el pueblo, que la vieja casona había un espectro, el de una niña y de ahí que la empezarán a llamar la niña de la casona
*Nantli: mamá en náhuatl
Itzcuintli: perro en náhuatl
ESTÁS LEYENDO
La hija de la Llorona, su Paz
SpiritueelHitler, Cortés, Atila el Huno, Gengis Kan, Alejandro Magno, Daria Saltykova, Irma Grese, Belle Sorenson Gunness, Erzsébet Báthory, etc. Son de las personas más crueles, viles y despiadadas de la historia, que a diferencia de la llorona no sintieron...