Por ella

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La paranoia no abandonaba un instante a la madre de Jatzibe, inclusive Itzcuintli se ponía nervioso de ver a la mujer así, pero trataba de confortarla poniéndose a su lado en las noche cuando se quedaban junto a la niña; la tensión llegó a tal punto que hacer la pregunta se volvió un resultado inevitable, el día llegó, ahora Jatzibe tenía que encontrar las palabras para interrogar correctamente a su madre sin agobiarla o hacerla caer en un colapso nervioso.

-Nantli- dijo entre susurros la morenita mientras ingresaba lentamente a la cocina, el cuarto favorito de su madre; ella solía decirle que preparar tantos platillos le traía hermosos recuerdos y la hacían sentirse una con los ingredientes, sentir su aroma, interpretar su historia y esencia llevándola a lugares lejanos y más allá de su imaginación.

-Jatzibe, hola mi niña, que sucede, la comida no está lista o es que acaso viniste a ayudarme a preparar la cena- dijo la mujer maternalmente agachándose hasta el nivel de su hija para acariciarle suavemente la mejilla -mami, tengo que preguntarte ¿quienes eran esas... personas? y ¿porqué estabas tan asustada?-

El rostro de la Llorona se torno aún más pálido de lo que parecía siquiera posible no tenía idea de cómo contestarle, solo quedaba decirle las cosas tal como eran, pues si no se las decía ella tarde o temprano buscaría averiguar la respuesta; ella era tan curiosa que tomaba voluntariamente los libros de la casa para buscar respuestas.

-Mi niña, antes que nada, debes entender que no eres mi hija- confesó dejando la niña casi tan pálida como a la mujer fantasmal ante la que estaba -al menos no por sangre, te encontré a la orilla de un río cuando eras una bebé cuando, te abandonaron y eras una niña inocente, no podía abandonarte, así que te acogí y te crié como mía- los ojos de la niña se empaparon de lágrimas por primera vez desde hacia muchos años

La hija de la Llorona, su PazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora