A callar o confesar

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Ya había trascurrido dos semanas desde el incidente, la paranoia de la Llorona solo aumentaba cada día con el temor de que llegara algún sacerdote con la excusa de realizar un "exorcismo" para encerrarla en algún objeto; a su hija le harían lo mismo, creyendo que estaría maldita por tener por madre a un "espectro maldito" como se referían a ella.

También Jatzibe tenía miedo, no sabía  cómo lidiar con todo eso, jamás había visto otras personas en su vida, y nunca habían afrontado una situación que la ante pusiera ante tanta incertidumbre y temor; por fortuna para ella, aún contaba con su madre y su querido Itzcuintli para apoyarla.

Por su parte ninguno de los jóvenes que incursionaron en la casona no habían dicho palabra, y cuando se reunían se debatían sobre su curso de acción; un joven de nombre Álvaro sugirió decirle sobre el espectro al padre de la iglesia, Maria propuso que  comunicárselo a sus padres y Marco decía que solo dejarán el asunto en el olvido. Y por un momento la última opción era bastante tentadora pero con el paso de los días, la intriga, la duda y el miedo no paraban de aquejarlos; en el colegio, sus sueños con la voz de cada mujer, no tenía fin.

Pero pasado ya un mes decidieron que no podían aguantar más, decidieron que era tiempo de confesarle los hechos a fray Francisco, lo harían después de la misa de las doce, no esperarían a qué cayera la noche pues temían que el espectro los acechara en la oscuridad.

Las campanas repicaban anunciando el final de la reunión religiosa, los niños entraron con urgencia a la iglesia tratando de alcanzar al clérigo antes de que esté se retirase; y lo vieron al fondo de la iglesia, dirigiéndose a la puerta que dividía la sala principal del interior de la parroquia.

Cuando el sacerdote ingreso a cambiar sus ropas eclesiásticas por algo más cómodo, cuando los niños agobiados comenzaron a bombardearlo con múltiples interrogantes y palabras que por el alboroto no podía entender.

-Calma, calma muchachos- dijo el fraile agobiado -¿que sucede niños, que los tiene tan agitados?-  los niños callaron por un momento y respiraron profundamente hasta que Xiadani la más joven del grupo, 10 años de edad y dijo finalmente -Fraile, en la vieja casona, encontramos una niña abandonada y ...- la cara del fraile tomo la seña de preocupación -una niña ¿desde cuando? niños hay que ir por esa niña, quien sabe cuánto lleva sola...-

-padre, esa es la cosa, la niña no está sola, está junto con un perro y ¡¡una fantasma!!- el clérigo no daba crédito a las palabras de los jóvenes -niños, de que disparates están hablando, no es causa de ninguna risa- el rostro del sacerdote se cambió a una mueca de disgusto y enojo.

-no es ninguna broma, la vimos, inclusive cuidaba de ella, había comida cocinando se, voló hasta ella para abrazarla y ...- todos decían al unísono cuando un grito del hombre los acalló -muchachos, no es correcto contar historias y alegar que son ciertas, tengo muchas cosas que hacer, váyanse a su casa, que a sus padres no le gustara que pierdan el tiempo-

Los niños fueron echados de la iglesia, pero nada había cambiado, los sucesos pasados los acosaban, pero ahora debían hacer algo diferente; debían comprobar lo que habían visto, debían volver a la vieja casona.

La hija de la Llorona, su PazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora