XVIII

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— ¡llegue!— grite, nadie respondió, era de esperarse, era lunes y mi madre salia con sus amigas a almorzar, mi padre trabajaba y se suponía que JasmÍn y Al deberían estar aquí

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— ¡llegue!— grite, nadie respondió, era de esperarse, era lunes y mi madre salia con sus amigas a almorzar, mi padre trabajaba y se suponía que JasmÍn y Al deberían estar aquí.

Subí a su habitación y la tristeza me invadió al verla...

¿por qué? ¿por qué la vida me golpeaba hiriendo a las personas que amaba?

JasmÍn dormía profundamente en la cama, en sus manos había una pequeña botella de alcohol.

Lo arrebate de sus manos y tire todo lo que sobraba, aunque de unas gotas se tratara, me asegure de no dejar pista alguna, ver la cara de decepción de mi madre me dolería.

¿en donde estaba Al?

Subí a mi habitación con intención de ducharme pero cuando entre corrí en dirección al niño, se abrazaba a si mismo mientras miraba por la ventana.

— Al...— lo llame. 

Él se giro a mí y al verme me abrazo.

Acaricie su cabello y me senté con él esperando a que su dolor se calmara.

El mundo en el que nos toco vivir era demasiado cruel ¿ por qué el mundo no podía ser tan irreal como el de los libros?

Principios con un final feliz, monstruos que son buenos, personas que se amaban eternamente... todo fantasía, los finales felices no existen, los monstruos son malos y las personas... no conocen el amor. 

— ella solo está pasando un mal rato, Al— dije limpiando sus lágrimas—ella nos necesita en estos momentos, sé que eres un chico fuerte pero no es necesario que cargues con todo este dolor, soy tu tía... tú no estas solo — no lo dejaría solo, no dejaría que sintiera lo que es estar solo y no tener un lugar en donde apoyarte. 

Al se calmo y cuando note el chico ya se había dormido, deje que descansara y camine a la habitación de mi hermana, limpie cualquier rastro de esa sustancia asquerosa.

Ella necesitaba ayuda, no podía seguir tomando o pondría en riesgo al pequeño que nace en su vientre.

Me acerque a ella y la cubrí con una manta, acaricie su cabello y sonreí con pesadez.

— tendré que protegerte... ¿de que soy capaz?— me pregunte a mi misma.

La tarde paso tranquila, mis padres llagaron al anochecer y lo primero que hicieron fue irse a la cama, coloque el vaso con leche en la bandeja, esperaba a que las galletas que hice se enfriaran. 

La puerta se abrió y el sonido de una gran risa me enfureció.

Camine al recibidor y lo mire.

— Janeeeeeee— dijo alargando mi nombre.

— cállate Roberth, tu mujer e hijo ya descansa, ademas no quiero que despiertes a mis padres.

— oh...perdón, perdón...— dijo colocando su dedo indice en sus labios— silencioooo— dijo acercándose a mí.

La Niña de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora