XXXIII

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Sus labios eran suaves contra los míos, su mano rodeo mi cintura mientras yo enrollaba mis brazos al rededor de su nuca, mi corazón golpeaba mi pecho esparciendo miles de emociones y mis labios cosquilleaban, sonreí inconscientemente sin dejar de ...

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Sus labios eran suaves contra los míos, su mano rodeo mi cintura mientras yo enrollaba mis brazos al rededor de su nuca, mi corazón golpeaba mi pecho esparciendo miles de emociones y mis labios cosquilleaban, sonreí inconscientemente sin dejar de besarlo, ahora que estaba con él lo que menos quería era separarme.

Sus labios dejaron los míos lentamente y su frente se apoyo en la mía, mis ojos seguían cerrados pero aún conservaba una sonrisa.

— Gadiel— cuando intente volver a decir su nombre tomo mi rostro y volvió a besarme, el miedo había dejado mi corazón dejando un sentimiento cálido y agradable.

Cuando me separe de él lo abreza fuertemente y susurre a su oído:

— no sé como... pero también te quiero— dije con mis manos aún aferradas al rededor de su nuca.

— vamos... Te llevare a tu casa— lo vi a los ojos y asentí con la cabeza.

Cuando empezó a caminar tome su mano.

— daría todo para que este momento no se acabara— dije viendo el hermoso color cielo de sus ojos.

— yo lo di todo para que este momento llegara— entre a su auto y arranco. En el camino observe la ventana, mi sonrisa no se borraba y no quería lucir como una niña ilusa, aunque en estos momentos eso fuera.

Se estaciono en mi casa, mire mi casa y luego a él, quería pasar más tiempo a su lado ahora que sabia que mis sentimientos eran correspondidos.

— ¿todo bien?— preguntó al ver que no bajaba.

— supongo...— dije dudando.

— dime que sucede...— dijo con suavidad tomando mi mano.

Amaba a ese hombre, no lo quería, lo amaba y mucho más ¿tan fácil había caído? O tan fácil él había botado esa pared que había construido para evitar lo que ahora sentía.

— mis padres o bueno... mi hermana quieren conocerte.

— ¿les has hablado de mí?— preguntó curioso.

— yo no— rodé los ojos— mi estúpido cuñado si— él rió y volvió con las manos al volante.

—no tengo ningún problema en conocerlos, de hecho me encantaría conocer a tus padres.

— entonces haré algo para que todos se conozcan— me quite el cinturón de seguridad y me incline hacia él dejando un beso en su mejilla— te veo mañana— salí del auto y lo vi irse.

— pobre del idiota que se dejo enredar por una zorra como tú— apreté mis labios y cerré mis puños, no quiero enojarme ahora, no debo dejar que me provoque.

Cerré los ojos y la escena del beso volvió a mí, me di la vuelta enfrentando al bastardo de Roberth. 

— pobre de ti si sigues metiéndote conmigo, lleva la fiesta en paz Roberth o juro que me encargare de sacarte de mi casa.

La Niña de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora