Capítulo 16.

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Las cosas realmente iban de mal en peor, la clara muestra de esto eran las cosas tiradas por todo su taller. En un arranque de molestia terminó por aventar las cosas sobre las mesas metálicas contra el suelo e incluso pateó a babas, cosa que se arrepintió a los segundos y pese a los sonidos cortos que soltaba la máquina esperaba que entre estos saliera que lo disculpaba por su rabieta.

—Señor, le aconsejo que se relaje y piense en lo que hará. Podría sufrir un colapso.

Su ceño se frunció ante la voz de Friday a lo cual terminó por levantar su mano derecha al aire y moverla en un suave vaivén queriendo restar importancia a sus palabras, tenía tantas cosas en la cabeza que concentrarse en un próximo colapso le parecía gracioso a este punto.

—¿Sabes algo de ellos?

Preguntó al aire dejando que la única respuesta por algunos segundos fuera la de sus pies pateando las cosas metálicas del suelo, su andar fue de un lado al otro y no se detuvo hasta que vió el escudo frente a él.

—Están en la antigua torre, con ayuda del señor Lang y el señor Barnes están buscando construir la máquina del tiempo.

Asintió un poco sin despegar sus castaños de aquel brillo metálico del frente, sus manos se unieron frente a él en un pequeño deje de nerviosismo. Pensó por algunos minutos lo que diría y cómo manejar la nueva situación.

—¿Crees que me necesiten?

Tembló, su voz tembló y se volvió casi inaudible al final de su oración, su cabeza se ladeó ligeramente hacia un costado mientras tragaba saliva con pesar. Esperaba que la respuesta fuese afirmativa, por un demonio que sí. Quería saber que lo necesitaban; que Rogers lo necesitaba.

—Lo dudo mucho después de lo sucedido, señor.

Asintió un poco y terminó por dejar ir la cabeza al frente permitiendo así ver la parte delantera de su calzado, jugó un poco con sus pisadas mientras vacilaba que más decir.

—¿Puedes..? ¿Puedes repetirme lo que sucedió?

—Tras la reunión en la sala todos se fueron a sus respectivas habitaciones, el capitán fue detrás de usted para querer aclarar las cosas y ante lo reniegos él pidió que hablaran mejor al día siguiente, entonces usted le cerró la puerta en la cara diciéndole...

—"Puedes hacer lo que quieras, no cuentes conmigo".

Apretó sus labios entre sí y guardó silencio permitiendo que su I.A continuara con el relato.

—El capitán entró a la habitación y le guió a la cama para tomar asiento, le tomó de las manos queriendo aclarar todo y mencionar que no harían algo sino valiera la pena, usted se levantó de golpe y se retiró del agarre contrario. Parecía fúrico ante cada palabra dicha por su pareja y entonces llegó el punto en que usted comenzó a empujarlo en dirección a la puerta hasta lograr sacarlo de la habitación y...

—Y decirle "si haces esto significa que harás mil estupideces más y no quiero ser parte de esto, no quiero ser parte de ti", entonces cerré la puerta y me metí a la cama con esperanza de que volviera a entrar pero no, no volvió a la cama, no volvió a la habitación; simplemente no volvió a mí.

Asintió con lentitud mientras llenaba sus pulmones con el aire que había olvidado tomar y lo dejó ir de golpe causando que sintiera el nudo intensificarse en su garganta, sus manos se adentraron a sus bolsillos del jeans que llevaba y podía jurar que su espalda se arqueó hacia adelante.

—No hemos terminado ¿cierto? él, él no pudo tomarlo tan literal. No todo lo que digo es literal.

Una pequeña luz se hizo presente al fondo del taller y sin dudarlo se guió hasta el lugar donde había un pequeño sobre blanco sobre la mesa que hasta ahora, seguía intacta de sus arrebatos. Tomó aquel papel para destaparlo y extraer de su interior otra hoja doblada a la perfección, no necesitó saber nombres para entender que se trataba de él, de su rubio.

—¿Hace cuánto dejó esto?

—Justo al día siguiente de su discusión, me pidió guardar silencio en esas dos semanas que se mantuvo aquí antes de irse.

Dos semanas, justo dos semanas donde él evitó a su rubio a toda costa, dos semanas donde las vista frías y las espaldas eran el único contacto que le ofrecía. ¿Cuánto había pasado? ¿Tres semanas desde la ultima vez que le vió?

—¿Sabes qué contiene?

—Tengo prohibido hablar del tema hasta que lo lea, señor. Fue la penúltima orden de capitán.

—¿Penúltima?

Su ceño se frunció con duda y giró sobre sus talones para ver detrás de él como si su I.A estuviese ahí de pie.

—La ultima fue darle informe diariamente sobre usted.

NO ASÍ, NO TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora