Capítulo 7.

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Algunos tomaron caminos separados pero volviéndose a encontrar al final, era una rutina volver a las instalaciones cada fin de semana, con nuevas historias, chismes y aventuras. Como una familia.

Era un jueves, justo a los inicios de un precioso atardecer. Uno en el cuál podías ver la combinación de tantos colores y su ardua lucha por ser los primeros en verse. Esparcidos, abarcando todo.

Ante los ojos de Steve aquel cielo era precioso, digno de admirar. Tantos tonos, tantas formas y tantos sentimientos incrustados en cada suave línea presente. Su mente volaba de un lado a otro: "¿por que están ahí?", "¿qué color será el último?".

Era totalmente una obra de arte, tan fina y delicada que con un suave toque podías arruinar. Aquello era de esas obras que solo podías admirar por horas sin cansarte, sentir tantos sentimientos recorrerte y vagos recuerdos volver.

Su concentración se perdió ante el suave sonido de una melodía, giró un poco sobre si, encontrándose a su pareja al otro lado de la sala, viéndole.
Aquellas finas caderas comenzaron a moverse con ritmo a la canción, creando un suave baile que le incitaba a participar.

—¿Qué haces, Tony? -aquel suave tono burlón se hizo presente mientras le veía ahora con toda su atención. El cielo había quedado en segundo plano.

—¿No es obvio, cariño? Bailo para ti.

Se fue acercando, sin perder el ritmo y llegando a los puntos exactos, con cuidado tomó su mano incluyéndole a la pista imaginaria. Siguió moviéndose, de un lado a otro, aunque, el mayor siguió quieto, viéndole con ternura.

—¿Por qué no te mueves, Stev?

—La verdad...no sé bailar.

Y se detuvo, viéndole atento. Sus facciones y aquel brillo lo delataban. Tomó sus manos con cariño, guiándolo a su ritmo.

—Sólo muévete, no es necesario que sepas que hacer. Solo siéntelo.

Comenzó a guiarle, moviendo sus caderas con suavidad viendo la torpeza y decisión en cada mover. Tan adorable.
Poco a poco aquel rubio se fue soltando, moviendo por si mismo sus caderas, sintiendo aquella suave magia recorrerle el cuerpo.

—¡Eso es, Steve!

Aplaudió conforme la canción, motivándole a seguir. Se añadió a su baile, siguiéndole de cerca y ayudándole con nuevos pasos. Tomó su mano dándole vueltas hasta estirar de un lado, lo jalo hacia él sin detener aquellas vueltas sonriendo.

Sin calcularlo, las vueltas fueron de más obligándoles a caer, uno sobre otro.

Steve sobre Tony.

Se veían incrédulos, fugitivos del momento. Sonrisas aparecieron acompañadas de carcajadas sonoras, obligándoles a moverse de posición.

Ahora fue al revés.

Tony sobre Steve.

Se quedó quieto, admirando aquel rubio que presionaba su propio abdomen ante las risas, sus preciosos ojos siendo cubiertos por suaves gotas que la situación causó.
Posó una de sus manos a la suave mejilla de su pareja deteniendo de forma lenta su reír.

—¿Qué sucede, Tony?

Se fue acercando, cortando la distancia para formar un cálido beso, atento y lleno de todo.
Sintió la necesidad de explotar su cavidad, tan caliente. Poco a poco Steve le fue cediendo el paso, dejándole conocer y explotar.

De forma lenta y suave fue bajando sus besos por aquella suave piel, aspirando su aroma; vainilla y lavanda.

Sus manos lo recorrieron con timidez, sintiendo cada pliego, cada marca y cada contorno. Repasándolos en su mente, incrustándolos en su memoria. Sus labios fueron asegurándose de su suavidad, de como cada parte de aquel cálido cuerpo reaccionaba a él.

Su pecho subir y bajar con un poco de rapidez, sus piernas levantarse con levedad para otra vez quedar quietas, las suaves arcadas de su espalda provocando más contacto.

Simplemente su mente, su piel y su cuerpo comenzaban a memorizar aquel precioso cuerpo. Memorizar a Steve.
Se levantó un poco, encontrándose con aquellos radiantes azules.

Su blanca piel estaba cubierta por un suave rojo, siendo esparcido con cuidado en cada parte de él. Sonrió con solo verlo.

Como un precioso atardecer.

NO ASÍ, NO TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora