Capítulo 20

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Desde su posición juraría a miles de dioses que ver al gran rubio arrodillado entre sus rodillas era algo que su brillante mente no habría imaginado antes y el solo hecho de que fuese real provocaba que las sensaciones de miles de orgasmos estuviera ahí.

No quiero que me rellenes, quiero probarlo. Justo ahora.

Su saliva se atoró de golpe en su garganta provocando que tuviera que toser y salir del ligero transe en que estaba metido, las palmas de sus manos acariciaron la suavidad de las sábanas con nerviosismo sin saber exactamente qué decir en esos instantes, sus cafés gozaron en cámara lenta como los blancos dientes de su rubio se pegaban al broche de su pantalón para zafarlo y descender con la cremallera hasta el tope que marcaba, sus muslos se tensaron al sentir la punta de aquella nariz enterrarse entre su bóxer y pantalón.

—Steve, creo que... demonios.

Sus labios se apretaron entre sí al sentir la caliente lengua del ojiazul hacer contacto con su bóxer, podría jugar que con aquel suave contacto estaría a nada de arrasar con su orgasmo tan deseado. Los gruesos dedos blanquiscos tomaron la pretina de sus prendas bajas para empezar un suave recorrido hasta la altura de sus rodillas y dejarle expuesto plenamente, pudo sentir las suaves palmas ascender por sus muslos hasta la marca de su entrepierna donde los pulgares se clavaron para adentrarse; los labios anchos del rubio fueron dejando besos por su muslo izquierdo hasta rozar con sus genitales provocándole un pequeño suspiro. Le causaba muchas sensaciones en su estómago y pecho la forma tan delicada que estaba siendo tratado, tanto que olvidaba lo necesitado que estaba por estar dentro de él.

La rosada lengua del mayor pasó por el genital izquierdo el cual lamió con lentitud hasta absorberlo y apretarlo ligeramente entre sus labios, podía sentir los movimientos circulantes de la lengua dentro de su cavidad bucal y con un carajo ¿cómo era posible que pudiese ser tan hábil?

Gimió ante la calurosa sensación de la gruesa mano envolverle desde la base de su pene y sentir con placer el lento recorrido que tenía hasta el glande, sus labios se hincharon por la presión que generaba para buscar callar los pequeños jadeos que querían delatarle, pudo sentir la humedad ir subiendo hasta su punta resbaladiza provocando que un estremecimiento recorriera su espalda hasta acunarse en su cadera.

Steve...

Su derecha acarició la mejilla aterciopelada del mayor hasta subir a los sedosos cabellos rubios donde enterró con suavidad sus dedos y perderlos de vista, sintió la nueva lamida desde su base hasta la parte inferior de su glande provocándole un gruñido ahogado; no se consideraba un ser precoz, pero la sola sensación e imagen le estaba provocando que en cualquier segundo se corriera.

—Mierda, Rogers. Olvida esto.

Sin tardar tanto le tomó del brazo para levantarle e invertir las posiciones logrando recostarle en la cama, el rubio no tardó en comprender lo que el contrario quería así que no hizo más espera para abrir sus piernas en plenitud y gozo a la vista castaña del más bajo.

Carajo...

El sexo rudo estaba comenzando a volverse algo nuevo y deseoso para ellos, tanto que incluso de forma inconsciente lo invocaron cuando dos dedos del menor entraron de golpe en la estrecha cavidad rectal contraria, provocando un gruñido ronco en respuesta. La espalda ancha se curveó de golpe a la par que las suaves sábanas sufrían de arrugas entre los firmes puños blanquiscos que portaban puntos rojos por la fuerza, aquellos dedos continuaron su labor en un constante abrir y cerrar para aflojar el área que ansiaba sentir; no tardó mucho para que el tercer dedo hiciera aparición en la moldeable entrada ganándose ahora un pequeño gemido que provocó un ligero ronroneo ahogado en el castaño.

Las yemas de sus dedos acariciaron el interior en pequeños círculos mientras rebuscaba un punto en específico que deseaba palpar, no se hizo mucho de esperar la aparición de dicho lugar ya que la zona blanda y resbaladiza se fijó entre sus dedos siéndole fácil el aplastar a su antojo, las sábanas volvieron a sufrir de la fuerza y esencia del rubio ante el orgasmo que le había provocado aquella placentera sensación que seguía vigente en su interior.

—Tony, solo... solo entra de una vez.

La suave risilla cargada de deseo fue suficiente para que el pene del ojiazul volviera a mostrarse firme e imponente en su lugar, sentir como los gruesos dedos eran retirados y la palpitante sensación de querer algo dentro de él estaba resultando una tortura, tanto que incluso gruñó ante el frote del glande resbaladizo del castaño en su pequeña protuberancia; sus caderas instintivamente se movieron en busca de más contacto y de por fin sentirle enterrarse en él, estaba que no sabía si darle un buen golpe para que dejara de jugar o simplemente seguir el pequeño ritual que le estaba haciendo.

Cualquiera le estaba soñando jodidamente encantador.

Aquel glande se alineó por fin en su entrada palpitante y tan solo la sensación de sentirle abrirse camino en su interior le hizo derretir como nunca, su cuerpo se retorció sobre la cama mientras su voz se encargaba totalmente de mostrar en gemidos y suspiros lo bien que se sentía recibirle tras tanto tiempo. Su pecho subió y bajó con rapidez al sentir por fin los genitales contrarios chocar de bruces contra sus firmes glúteos permitiéndole escuchar el pequeño palmeo que provocó. No tuvieron que decir nada ni esperar mucho para que la habitación se llenara de gemidos sonoros ante las fuertes y constantes embestidas que daba el menor sin piedad alguna, aquel gran cuerpo bajo el suyo no se mantenía quieto y sin dudarlo le fascinaba saber que estaba haciéndolo malditamente bien.

—Demonios, Steve. Todo este tiempo, todos estos días que no estuvimos juntos no pude dejar de pensar en ti. En cómo caminas y en cómo podría tomarte en cualquier lugar de la base ¿también me extrañaste?

—No es buen momento para... platicar ¿sabes?

El castaño asintió entre pequeños gruñidos causando que el rubio volviera a derretirse con plenitud, un segundo orgasmo le arrasó por completo al sentir el firme glande golpear con destreza el resbaladizo punto en su interior, su cabeza se guió hacia atrás a la par que contraria sus piernas a la altura de su cadera. Sus rodillas se buscaron con torpeza en el aire mientras los dedos de sus pies se apretaban con firmeza y precisión.

Eres malditamente hermoso, Rogers.

La simple sensación de ser apretado, de escuchar los gemidos ahogados del rubio y ver la perfecta toma de su orgasmo fue suficiente para que su pelvis le hormigueara con intensidad hasta manifestarse en pequeñas contracciones de cadera, podía sentir como las paredes que le envolvían se volvían más resbaladizas y tibias, su manzana de adán bajó de golpe tras el paso cortado de saliva y aliento por la inminente sensación que estaba envolviendo su cuerpo, podía jurar que sus muslos se apretaron de golpe y se volvían oxidadas de paso.

—Quiero, voy a follarte una vez más.

NO ASÍ, NO TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora