Octavo capítulo

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— ¿Lisa? — el corazón comenzó a latirme fuertemente contra las costillas. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí? Lucía diferente, sus ojos lucían cansados, su cuerpo derrotado y sus manos movían nerviosamente el bastón blanco de un lado a otro pero aún así lucía terriblemente atractiva.

Llevaba unos vaqueros ajustados y un jersey azul marino. Su cabello estaba más alborotado de lo normal y sus ojos parecían más claros que otros días. Quizás era porque no se encontraba en la penumbra de su habitación.

Me levanté del suelo lo más rápido que pude y me obligué a despertar de la ensoñación en la que me encontraba cuando la veía.

— ¿Q-Qué haces aquí? — tartamudeé.

Ella hizo una mueca de indecisión que me pareció extrañamente encantadora. ¿Cómo lo hacía? ¿Por qué no podía seguir horriblemente furiosa con ella como lo estaba hacía unos días?

— ¡Rosé! — la voz de Dara, seguido de la campanilla de la entrada me sobresaltaron casi tanto como la presencia de Lisa en la tienda.

— Mi madre me trajo — dijo Lisa, haciendo una mueca.

Una punzada de decepción me recorrió el cuerpo mientras fingía una sonrisa delante de Dara. Seguramente Dara venía a visitar a mi madre y había obligado a Lisa a venir aquí.

— Oh... — articulé — Mi mamá no está, señora. — ella frunció el entrecejo confundida mientras decía:

— Solo vine a dejar a Lisa. Tiene que hablar contigo; vendré a recogerla más tarde, ¿está bien?

Alcé las cejas con sorpresa y asombro. Esperaba todo menos eso. ¿Sobre qué tendría Lisa que hablar conmigo?

— C-Claro — tartamudeé.

Estaba segura de que probablemente estaba más sonrojada que de costumbre. Rodeé la vitrina y me coloqué junto a Lisa, insegura de tomarle la mano para guiarla a la silla en la que yo me encontraba sentada hacía unos minutos. Ella buscó a tientas mi mano y yo se la di. Dara me dirigió una sonrisa que no pude descifrar y salió del local haciendo sonar la campanilla. La dirigí hacia el otro lado de la vitrina y la ayudé a sentarse.

Nos quedamos en silencio unos instantes. Era realmente incómodo haber querido decirle tantas cosas estos días, y no tener el valor de decirle ni una sola de ellas ahora que la tenía frente a mí. Los ojos de Lisa bailaban de un lado a otro nerviosos. Sabía que no podía ver, pero su mirada lucía nerviosa.

Apretó el bastón entre sus dedos.

— Tenía mucho tiempo sin salir de mi habitación. — dijo con voz baja

Aquel comentario me tomó de sorpresa completamente. — ¿De verdad? — pregunté frunciendo el ceño.

Lisa sonrió tristemente.

— Cuando tu vida cambia de forma tan radical, lo que menos quieres es que la gente que solía conocerte te vea. No quería que me preguntaran qué me había pasado, así que decidí no salir más. — dijo encogiéndose de hombros intentando restarle importancia a su comentario, pero podía escuchar el dolor escondido en su voz.

Sé que debí haber dicho algo alentador, pero lo único que salió de mis labios fue un cruel y estúpido comentario:

— ¡Qué inmadura! — me llevé la mano a la boca por haber dicho semejante estupidez, pero ella no se molestó como creía que lo haría.

— Tengo diecinueve años, Rosé. No esperes que actúe con madurez. Nunca he sido madura y me temo que nunca podré serlo. — dijo.

Una media sonrisa tiró de mis labios.

— La madurez no te la dan los años, sino las experiencias. — dije.

—  A veces suelo comportarme como una niña de cinco años... — dijo sonriendo con diversión — Ya sabes, suelo lanzar zapatos al aire y cosas así.

La sonrisa de mis labios se ensanchó.

— Las rabietas de una niña de cinco años no son lo mío. — admití.

— Pude notarlo — suspiró — Escucha, Rosé. Lamento mucho haber sido una idiota, no era mi intención hablarte como lo hice, pero estaba molesta... — su mirada se tornó triste y un pequeño puchero, que me arrancó una sonrisa tierna, se formó en su boca. — Creí que, por fin, podría hacer cosas por mi cuenta, como levantarme y... caí. Volví a sentirme como una verdadera inútil.

— No fue tu culpa — dije en voz baja.

— Tampoco la tuya, y sin embargo te culpe.

— ¿M-Me culpaste? — tartamudeé asombrada. Ella asintió.

— Te culpé por devolverme una fe que no debí tener. Te culpé por hacerme querer levantarme de la cama y hacer otra cosa que no fuera esperar a que cayera la noche para morir más pronto. — suspiró pesadamente.

Bajé la mirada un instante mientras meditaba sus palabras.

— ¿Crees en el destino? — pregunté en voz baja. Lisa inclinó la cabeza hacia un lado mientras fruncía el ceño con confusión.

— ¿A qué viene eso? — dijo.

— ¿Crees o no en el destino, Lisa? — pregunté nuevamente. Ella lo pensó un instante.

— Sí — respondió al fin.

— Mi madre siempre ha dicho que las casualidades no existen. Que la vida siempre te pone en el lugar correcto, en la hora correcta, por el motivo correcto. Quizás esto solo sea el destino... — suspiré y añadí — El que tú y yo estemos aquí, quiero decir...

Lisa sonrió tristemente. — El destino puso en tu camino a una chica con muchos problemas. — dijo.

— El destino puso en tu camino a una chica que sabe afrontar los problemas con mucha destreza.

Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos hablando, una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sincera... aquella que marcaba los hoyuelos en sus mejillas y hacía brillar sus preciosos ojos marrones.

Though I can't see you (Chaelisa G!P Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora