chapitre 2

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La vida de Chittaphon desde su adolescencia había sido muy díficil. Su familia lo rechazó en el momento en que supieron sobre su orientación sexual y a lo que quería dedicar su vida, la danza.
Familia creyente, con esperanzas de que su único hijo encontrara una buena mujer para contraer matrimonio y que al momento de entrar a la universidad estudiara medicina, todas esas cosas eran una presión enorme y agobiante para el pequeño Chittaphon de diecisiete años.

Hizo sus maletas y salió de su casa como única opción, vagó por las calles de París por días hasta toparse con aquel lugar, el cabaret Délicatesse, era temprano por lo que supuso que no habrían funciones pero aún así, algo allí lo llamaba. Entró silenciosamente, llegando al salón principal donde una mujer dirigía lo que parecía ser un ensayo, sus ojos brillaban, las chicas y algunos chicos en escena danzaban con agilidad al ritmo del jazz, su corazón se aceleró, estaba perdido en aquella imagen, hasta que una voz lo sacó de su fantasía.

—¿Necesitas algo? aún no abrimos.— Madame Dufour, la dueña del lugar, era elegante, muy alta y su cabello corto ondulado era de un precioso color rojizo.
Chittaphon no sabía cómo reaccionar, posiblemente lo echarían de inmediato del único lugar que había hecho que su corazón se sintiera cálido.

—Ahm... ¿Puedo ser parte del cuerpo de baile?— Fue lo primero que pudo decir, nervioso y con miedo, estaba solo y esta podría ser su única oportunidad de comenzar una nueva vida.

La tarde se la pasó charlando con aquella mujer, era maternal y lo sintió desde el momento en que comenzó a hablarle de su vida. Extrañamente se sentía a salvo allí, nadie lo juzgó ni miraron en menos, pensaba que algo bueno estaba por venir y así fue.

—Puedes quedarte a ver los últimos ensayos y en la noche el show, no hagas nada disparatado, si se llegasen a enterar que hay un menor de edad aquí podrían cerrarme el lugar.— Habló firme la mujer pero aún había gentileza y preocupación por él en su mirada.

Chittaphon estaba maravillado, el show había sido increíble más aún con la música en vivo, las chicas se veían preciosas y los demás bailarines a pesar de ser solo acompañantes se lucían de igual manera, todos podían destacarse y eso le gustaba mucho.
Al final de la noche, estaba solo el elenco y la directora en el salón, Chittaphon seguía sentado en aquella mesita junto a sus maletas.

—Chittaphon, ven aquí cariño.— La mujer volteó a verlo y lo llamó junto a un gesto de su mano. El chico de inmediato se puso de pie para ir junto a ella, pudiendo ver de cerca a cada uno de los bailarines quienes sonreían amables.

—Estarás a prueba una semana.

Aquellas palabras hicieron que los ojos del menor brillarán de emoción.

—Hablé con mis chicos, ellos te ayudarán y enseñaran todo lo que necesitas para estar aquí. Solo... no me traigas problemas, ¿de acuerdo?— Parecía ser dura, pero en realidad su corazón era gentil. Chittaphon no pudo hacer más que abrazarla liberando pequeñas lágrimas que corrieron por su rostro.

—No la decepcionaré, se lo prometo.— Miró al resto con una radiante sonrisa. Estaba muy feliz, salió de lugar y regresó al pequeño cuarto donde se estuvo quedando el par de semanas que llevaba fuera de casa. Era horrible, sí, pero nada de eso importó aquella noche, comenzaría a trabajar en lo que amaba y tendría que demostrar lo mejor de sí para poder quedarse.


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Chittaphon tenía claro en donde se estaba metiendo, no es como que nadie conociera a ese par de empresarios, eran famosos por sus riquezas además del buen aspecto por el que muchas caían enamoradas, Claramente Céline solo jugaría un poco, no es como que fuera la primera vez que engatusaba a algún cliente para conseguir algo, esta vez sería mucho más gracioso, hombres tan prestigiosos cayendo en las garras de Von Teese.

—Linda, no creas que no vi lo que hacías.— Dufour tenía claro lo que Céline tramaba. Chittaphon se había vuelto su hijo por decirlo de alguna manera, era esforzado y responsable, además de su talento, había hecho demasiado por el cabaret y estaba realmente agradecida.

—Elizabeth, silencio... Sabes que me gusta jugar.— El chico detrás de todo el maquillaje y brillos era bastante astuto, sabía ocupar muy bien a Céline. Ya iban a ser 6 años desde que comenzó su carrera oculto tras ese nombre, esperaba que su identidad siguiera siendo desconocida, lamentablemente todos tenían la mente lo suficientemente pequeña como para creer que era un bicho raro.

—¿Elizabeth? Nadie me había llamado así en años.— La mujer rió negando con la cabeza, estaba orgullosa y el cariño que se tenían era como ninguno, siempre iba a estar agradecida de aquel día donde un pequeño chico con expresión triste entró a su segundo hogar con muchísimas esperanzas, desde ese entonces la confianza entre ellos creció cada vez más. —A lo que quería llegar... Ten cuidado, supongo que sabes que esos dos tienen mucho poder, además, uno está casado.—

Una sonrisa maliciosa se formó en el rostro del menor. —Justo a él quiero para jugar.— Tal vez podía sonar muy desalmada, pero no era así, nunca se vió en problemas por posibles sentimientos de otros, solo era deseo, esa lujuria que invadía los cuerpos de esos pobres hombres luego de verla en escena. —Será más fácil, ¿Qué hombre felizmente casado vendría? solo algo rápido, quizá pueda hacerme un par de regalos o algo.— Elevó sus hombros con esa característica sonrisa inocente de Von Teese mientras robaba un sorbo del licor que bebía Dufour.

La noche continuó con shows de otras chicas, el lugar estaba repleto de personas, hombres en su mayoría. Céline estaba llena de egocentrismo, amaba pasearse por el lugar luego de su performance recibiendo miradas y aplausos de todos quiénes habían asistido, sabía que podía volver loco a cualquiera solo con pequeñas acciones coquetas y justamente a eso se dedicaba, le divertía ver lo idiotas e ilusos que podían ser, ¿qué pensarían de ellos mismos si supiesen que babean de esa manera por un chico?




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Dieron las 1:00 AM y para ese entonces Kun seguía de camino a casa. No podía dejar que Yukhei se fuera solo en las condiciones que estaba, por suerte, él no bebió demasiado y estaba consciente de las cosas que hacía, al contrario de su amigo. Finalmente pudo aparcar el vehículo a las afueras de su hogar, una casa grande y bastante lujosa al igual que todo en su vida.

—¿Dónde estabas?— La voz de Fleur retumbó en sus oídos.

—Fuí a beber algo con Yuhkei, amor.— Estaba cansado y lo último que quería era oír los alegatos de Fleur. No entendía por qué era así, el tenía claro que la mujer se casó con él nada más que por su dinero, nunca hubo amor real en esa relación y probablemente nunca lo habrá. Kun a veces se cuestiona mucho por qué no puede sentir nada por su esposa, es hermosa de pies a cabeza pero aún así simplemente no causaba nada en él.

—Mañana debo trabajar temprano, ¿Vamos a dormir? el fin de semana lo tengo libre, tal vez podríamos ir por aquel bolso que te gustó la otra vez.

Era la mejor solución, hacerla desviarse del tema ofreciéndole cosas, después de todo era el motivo por el que estaban juntos y a ese punto no podía importarle menos.
Con una sonrisa bastante forzada besó la mejilla ajena, alejándose para ir a la habitación del matrimonio y finalmente caer rendido sobre su cama. La voz e imagen de la bailarina no dejaban de dar vueltas por su cabeza, pero no se quejaba, aquella fantasía se estaba volviendo mejor que su realidad.

Délicatesse | KuntenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora