La imagen de Jungkook cocinando esa carne que habían comprado más temprano la tenía totalmente entretenida. Ver la espalda de su esposo maniobrar en la cocina la comida de los dos la hacía muy feliz.
O, debería decir, la comida de los tres.
Lisa acarició su panza con cariño mientras suspiraba y cerraba sus ojos. Tal vez ya era tiempo de decirle sobre su embarazo de cinco semanas, pero la verdad era que tenía miedo de su reacción.
Alejándose de la espalda de Jungkook, Lisa fijó su rumbo al balcón para ver el atardecer que ya estaba cayendo sobre el mar. Era una imagen tranquilizante y era justo lo que necesitaba ese momento: paz. Vaya a saber cuando la tendría de nuevo, ya que tener un bebé era mucha más responsabilidad de la que podría imaginar.
Por ahora su trabajo le daba un suspiro de dos semanas y sus vacaciones en Jeju le daban un lugar en donde disfrutarlo, cosa que no dudo ni un segundo en compartir con su esposo. Lisa era la dueña del estudio de danzas que había fundado con Jungkook hace siete años y desde entonces apenas había tenido un respiro.
Si no eran clases de danza, eran tareas administrativas que se iban rotando entre ellos. El pasatiempo favorito de Lisa mientras se escapaba a tomar un café de la máquina expendedora era ver a Jungkook enseñarle a los niños como bailar.
El era bueno con los niños. Esperaba que con el hijo que iban a tener fuera igual.
—Lisa, ¿Me pasas la salsa?.
La castaña se sobresaltó al escuchar la grave voz de su esposo. La tomó de sorpresa, estaba muy sumida en sus pensamientos. Enseguida asintió y fue a alacena en busca de lo que le había pedido.
—Aquí tienes, amor.
—Gracias.
Lo sentía distante, se notaba en sus palabras. Le dolía y le ponía peor el no saber el porqué.
Desde que se habían embarcado en sus vacaciones ya su ambiente se había puesto raro. Ya había pasado una semana y media y a rastras dormían en una misma cama.
Se sentía excluida en la vida de su esposo.
O tal vez el embarazo ya la estaba haciendo poner sentimental. Cada día diferentes síntomas iban en aumento, desde los antojos hasta los mareos, pero nada que no fuera manejable.
Salvo la amarga sensación que sentía en su pecho gracias a la indiferencia de Jeon Jungkook.—Lisa, en media hora estará lista la carne—Jungkook volteó a verla mientras limpiaba sus manos con un repasador y dejaba una bandeja en el horno. Lisa asintió—Y en esa media hora... Quería hablar contigo.
—¿Sobre que?.
—Mejor sientate. Ven, vamos afuera.
Ambos caminaron hacia el balcón de aquella estancia, donde se sentaron en una de las sillas de mimbre que estaban para reposar. Lisa aguardó temiendo lo peor. La cara de neutral de Jungkook no ayudaba en absolutamente nada.
¿Y si la dejaba?
—Lisa...-—comenzó Jungkook con un suspiro—Hay algo que debo decirte.
—Ya lo sé—murmuró ella.
—Lo siento—se apresuró en decir Jungkook—Debí haberte dicho antes pero...
—Ya no me quieres, ¿cierto?
Jungkook frunció su ceño tanto que parecía haberse convertido en anciano de un momento a otro.
—¿Qué?
—¡Que si no me quieres sólo podrías haberlo dicho y ya!—soltó Lisa rompiendo en llanto—Estoy harta de ver como te distancias cada vez más de mi y sentir que no puedo hacer nada al respecto. Me duele sentir el otro lado de la cama frío y ver que, probablemente, no estés sintiendo lo mismo que cuando nos casamos. O lo mismo que yo. Sé que no soy lo mejor, ni siquiera soy coreana, pero si te estás viendo con otra lo entenderé y...