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Un pequeño pelinegro veía unos Hanbok para mujer, de un lindo color rosa pastel.
Le gustaban, eran bonitos.
Le gustaría llevar uno, pero por su mala suerte, nació chico.
Este dió un pequeño suspiro al sentir como alguien jalaba con delicadeza la parte superior de su prenda.

“¿Qué sucede, Han-Suk?”.
Preguntó con una dulce sonrisa, haciendo que en las mejillas del castaño menor se formara un sonrojo bastante lindo.

“¿Quieres ese Hanbok, Hyung?”.
Preguntó inocentemente aquel pequeño niño, al ver la triste mirada de su mayor la cual se concentraba en aquel Hanbok del color de sus mejillas.

“¡Yo te lo compraré!”.
Sonrió inocentemente el pequeño castaño, borrando su sonrisa al sentir una gentil mano en sus suaves cabellos.

“Tranquilo, Han-Suk, eres muy pequeño para comprar cosas así todavía... Además...no puedo llevar esa vestimenta, debido a que soy un chico igual que tú”.
Sonrió amargamente el pálido.

“Cuando crezca...¡Me casaré con Hyung!”.
Exclamó extendiendo sus brazos aquel castaño, sorprendiéndose cuando el mayor tomó sus manos para unirlas, siendo la de este castaño la más pequeña.

“Cuándo tu mano sea más grande que la mía, me casaré contigo, ¿entendido?”.
Comentó el pelinegro tratando de calmar a su menor, cuando vió que este comenzó a bailar su "baile de la victoria", hecho que lo hizo soltar una suave risa.

No quería contarle la dura realidad en la que estaban, quería que el pequeño viviera su infancia feliz, aunque Suk-Hyun tenga 11 años, el tuvo que madurar rápido debido a su entorno.
Aquel pequeño era como una luz para el, así que le gustaba que este estuviera siempre sonriente.

Se despidió del pequeño desde lejos, le habían llamado a comer.

...

Un golpe se escuchó, unas gotas de sangre cayeron al suelo, seguidas por una tos desesperada por aire.

“¡¿QUÉ TE DIJE SOBRE MIRAR LOS HANBOK DE MUJERES?!, ¡TU NO ERES UNA!, ¡YA TE DIJE UNA Y MIL VECES QUE NO VUELVAS AHÍ!”.
Gritaba el padre de Suk-Hyun volviéndole a proporcionar otro golpe con una tabla de madera, tumbando a su hijo de lado.

Suk-Hyun no decía nada, el ya sabía que no debía volver, pero a él le gustaba, soñaba con llevar alguno.

El Pelinegro mayor se fue junto a la tabla encerrando a su hijo en aquella habitación sola y vacía, el menor suspiró sabiendo que iba a estar encerrado un buen rato.

“¿Por qué no aceptan mis gustos?, talvez sea diferente, pero no es razón para tratarme mal...”

Suk-Hyun se limpió el rastro de sangre que fluía en la comisura de aquella pálida boca mientras veía la pared frente a él.

“¿Algún día esto ya no será malo?”.
Murmuró viendo aquella pared mientras cerraba sus ojos lentamente para finalmente dormirse.

Ser diferente no está mal.