S... is for SHADOWS

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Los minutos pasaban lentamente para Victoria. Las hojas de los árboles se movían con rapidez pero la fría noche no daba tregua en La Ciudad. La tormenta menguada había dejado el ambiente triste y penumbroso llevándose cada rastro de calidez en  el cuerpo de la pelinegra.

Cautelosamente miró el retrovisor a través de las luces y notó a sus hijos tiritar suavemente, sorbiendo algunas lágrimas y acurrucándose del frío.

No había tenido tiempo de abrigarlos apropiadamente para afrontar la desagradable noche... aun así, se sintió agradecida por la intemperie que la rodeaba.

West… avenida 77… cruce con 22… West… avenida 77… El lago Keynes…una casa blanca.

Repetía incansablemente esa dirección en su mente como una plegaria silenciosa que la llevaría a su destino.

Eran cerca de las nueve de la noche y aún tenía la esperanza de encontrarse con el detective. Concentrándose en el camino, ignoró con sentimiento el potente instinto maternal que le clamaba consolar a sus pequeños en el asiento trasero.

-¿Mamá a dónde vamos?- preguntó Piero de repente con un tenue hilo de voz. Victoria se giró un momento y le sonrió tranquilizadoramente.

-Vamos a visitar a un amigo corazón, será rápido lo prometo.

-Pero tengo sueño, quiero ir a casa- la voz del niño chilló al final con atisbos de empezar un  berrinche.

-Lo se, pero escucha... tal vez, pasemos la noche aquí, si tienes sueño puedes dormirte ahí atrás, cierra los ojos.

-Pero...  papá dijo que no saliéramos- su voz sonó insegura nuevamente y Victoria maldijo internamente a Renzo por confundir a sus hijos.

- Tu papá sabe que estamos aquí, no te preocupes por eso... cierra los ojos- Piero solo asintió resignado y se dedicó a mirar por la ventana en silencio.

Las luces cegadoras de los autos se distorsionaban en los amoratados parpados de Victoria, sin embargo apretó el volante y condujo con precaución por la estrecha vía que indicaba la dirección en su cabeza. Cruzó la intersección de West y atravesó con cautela la apartada urbe que no conocía.

Las casas estaban medio escondidas, muchas no eran visibles por la gran cantidad de árboles y recovecos terrenales.  Esa casita blanca especificada estaba bastante cerca del lago,  sin embargo el puente rustico e inseguro que debían atravesar para cruzar hacia la otra orilla, erizó los cabellos de Victoria.

Era un lugar seguro, de eso no había duda. No muchas personas se adentrarían a un sitio tan extraño y rústico. Tal vez los residentes de la zona vivían en total tranquilidad después de todo… las luces modernistas de La Ciudad habían quedado atrás en la distancia, y ya a no había ruidos abrumantes ni grandes edificios. Solo árboles y brisa borrascosa, como si de un bosque oculto se tratara. Atravesó el pequeño puente de madera y estacionó en el arenal, a unos metros de la casa, apagando el motor del auto y suspirando en silencio.

El llanto repentino de Lucy la sobresaltó entre tanto silencio y con cuidado tomó a la pequeña sentándola en su regazo.

Su hija estaba cansada eso era obvio. Su hora de dormir había pasado hace mucho y el tenso ambiente no la ayudaba a relajarse en lo absoluto.

Un Piero adormilado también saltó al  asiento delantero y Victoria rebuscó en su bolso tratando de encontrar el chupete de la niña.

-¿Ya llegamos?- preguntó en medio de un bostezo.

-Si ya llegamos...- Victoria evaluó el desolado ambiente y negó con la cabeza.

No podía bajarse con ellos. Para empezar no tenía idea alguna si encontraría al detective y tampoco se arriesgaría hasta tener plena seguridad de que Fontana los ayudaría. Revisó su teléfono, el cual estaba descargado. Un escalofrío recorrió su cuerpo y abrazó con más fuerza a Lucy.

Probablemente Alexa ya le habría informado a Renzo sobre su partida…    Las evidencias escondidas en el cuadro familiar de los Santoro vinieron a su mente y tomó una decisión.

El arma aún estaba en su
bolsillo, pero no tenía intenciones de sacarla. Registro el fondo de la guantera y encontró lo que quería, un lápiz y un papel.

Ya no había vuelta atrás, asi que solo podía armarse de valor. Con lágrimas de profunda nostalgia empezó a escribir una nota.

Siempre pensó que las cartas eran estúpidas y nunca se imaginó escribiendo una en su vida. Pero esta era especial, una nota para sus hijos, llena de sentimientos y verdades, verdades que tal vez no podrían conocer hasta que fueran mayores, lo suficientemente grandes para entender lo complicada de sus vidas.

Con manos temblorosas escribió las dolorosaa palabras. Un plan de emergencia por si las cosas no resultaba a su favor. Dobló la nota en varias partes y observó a su hijo mayor con amor en la mirada.

-Piero, necesito que hagas algo por mí...- limpió sus lágrimas y tomó la mano del niño, el cual la miró extrañado.

-Mamá, ¿por qué lloras?, ¿estás triste?-preguntó suavemente.

-No, no lo estoy- le sonrió con dulzura- Pero me harás muy feliz si me escuchas con atención ahora- abrió la palma de su mano mostrándole la nota al niño.

-En este papel, hay algo muy importante que tú y tu hermana deben saber,  pero aun no, no es tiempo- le entregó la nota.

-Voy a salir a conversar con mi amigo... pero si yo no regreso en veinte minutos, debes esconder esto  en tu bolsillo y no sacarla por ningún respecto ¿está claro?- habló calmadamente.

-Pero yo no sé leer... - respondió asustado ante la idea de quedarse solo- No lo hago bien y dijiste que dormiríamos aquí.

-Sé que aún no sabes leer...- abrazó al pequeño que empezó a gimotear- Pero muy pronto aprenderás, eres muy inteligente y la escuela empieza en unos días ¿recuerdas?- le sonrió confortándolo- Y no los dejaré,  volveré tan rápido como pueda-besó su cabeza.

-¿Y si es mucho tiempo?- preguntó inseguro- Lucy puede ponerse a llorar...

-Si eso pasa, vas a abrazarla fuerte, eres su hermano mayor -suspiró- Esconderás la nota en tu bolsillo y no la sacarás hasta llegar a casa, vas a esconderla en el cofre del tesoro cuando llegues, y no se la mostrarás a nadie, ni a tu padre, ni siquiera a Alexa... debes prometérmelo Piero.

-¿Por qué no?, ¿qué dice la nota?- preguntó curioso desdoblándola.

-Es un secreto ya te lo dije... -sonrió
pensativa- Dime, ¿quién sabe del cofre del tesoro?- el niño meditó un momento.

-Solo tú, yo y Lucy- sonrió.

-Así es, nadie más lo sabe, por eso no puedes decirles... sólo a tu hermana en el momento correcto.

-Pero mami, ¿cuál momento?- Victoria sonrió con tristeza pensando en las palabras apropiadas para un niño de seis años.

-El tiempo te dirá cuál es el momento correcto- acarició sus cabellos- Solo guárdala hasta que lo sepas... - tomó a Lucy dormida entre sus brazos y la colocó con delicadeza en el asiento de atrás.

-¿Sabes que los quiero verdad?- lo abrazó con todas sus fuerzas y Piero la correspondió cariñosamente. Sus ojos se humedecieron otra vez  y se apartó antes de que el llanto la atacara por milésima vez ese día.

- No salgan del auto hasta que yo vuelva- cerró la puerta sin mirar atrás y caminó sobre la tierra hundiendo los pies en el pasto.

Al acercarse a la vieja casa pudo distinguir más autos estacionados en los alrededores, uno cercanos a la casa y otros no tanto. La mayoría rodeaban el lago de manera aislada, y sus colores se confundían en la oscuridad. Un mal presentimiento embargó su cuerpo pero ya era muy tarde para arrepentimientos. Había llegado a la entrada de madera y sus temblororsos dedos buscaron el timbre que nunca llegó a tocar… la puerta estaba abierta, y un rastro hecho de sangre le indicaba el camino... dándole la bienvenida.

S FOR SILENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora