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La cálida luz del amanecer se filtraba por las blanquecinas cortinas. La casa estaba sumida en un gran silencio, incluso se podía escuchar las respiraciones pausadas de los niños dormidos en la habitación continua. Victoria se estiró, lentamente, en la enorme cama matrimonial, tanteando en las sábanas el fuerte brazo de su esposo, sintiendo la fría y vacía seda entre sus dedos. Efectivamente, al entreabrir los ojos, pudo notar la ausencia de Renzo en el lado izquierdo de la cama, el cual se encontraba ligeramente arrugado.
Victoria se incorporó soltando un bostezo mientras tocaba la almohada de Renzo a su lado. Era muy extraño que su esposo se levantara antes que ella, y más aún si se había desvelado la noche anterior con la reunión en su oficina. Caminando con paso apresurado, se colocó una bata color crema y unas pantuflas acolchadas, para posteriormente bajar las escaleras en silencio. Encontró a Renzo sentado en la cocina, bebiendo una taza de café y leyendo las noticias con atención, ya se encontraba vestido con su traje negro y corbata roja de cuadros, su escaso cabello lucía un poco despeinado y aún a la distancia sus penetrantes ojos castaños se veían rojos y cansados.

-Te levantaste temprano- Victoria lo abrazó por detrás y Renzo pegó un salto.

- Oye me asustaste - la rodeó con sus brazos y elevó su rostro para besarla en los labios, doblando sutilmente el periódico en sus manos.

- ¿Por qué te levantaste antes?- preguntó curiosa, mirando el periódico que claramente intentaba esconder. Renzo se frotó los ojos levantándose de la mesa y evitando su mirada.

- Amor ayer no te vi, tampoco hoy al levantarme, hace dos días que prácticamente no sales de tu oficina y nos ignoras cuando nos ves. Nunca me cuentas nada, pero quisiera saber qué es lo que pasa...

- Ya lo sabes Victoria, tenemos mucho trabajo que hacer, el club ha sufrido muchas pérdidas y los apostadores ya no rondan con frecuencia en el casino, todo debido a un maldito club nocturno que se abrió a tan solo tres cuadras del nuestro, llevándose gran parte de mis clientes- habló con molestia el italiano guardando el periódico doblado en el interior de su chaqueta.

-¿Qué? Tiene que ser una broma... quién se atrevería a hacer algo así, todos saben quién eres, conocen tu reputación en la ciudad- comentó Victoria exasperada. Definitivamente no se esperaba esa noticia.

-El idiota se llama Anton Solovióv, es un tipo nuevo en la ciudad con nada de experiencia, solo un niño caprichoso en busca de dinero y fama. No hay nada por qué preocuparse, ya tomamos las medidas necesarias y nos encargamos del problema- Rezo tomó bruscamente su sombrero e hizo ademán de dirigirse a la puerta. Su esposa lo siguió interponiéndose en su camino.

-¿Cómo que se encargaron?, no lo entiendo, ¿hablaste con tus socios, para invertir en la publicidad del club?- la pelinegra lo miró inquisidoramente tomando los bordes de su saco y apretándolo en sus manos, ganándose una mirada molesta por parte de su esposo.

-Sí... podría decirse... ¿Acaso importa?, porque oigo algo de duda en tu voz gatita- susurró seductoramente Renzo mientras su rostro trigueño formaba una perfecta sonrisa ladeada, tanto burlona como intimidante.

Apresó a la mujer entre sus brazos juntando sus caderas con fuerza. Victoria se estremeció ante el repentino choque de sus cuerpos y deslizó la mano derecha por debajo del saco de su esposo, tocando con la punta de sus dedos la dura superficie del revólver calibre cuarenta y cinco escondido en su bolsillo. Renzo aumentó el agarre apresando a la pelinegra con más fuerza, la cual emitió un jadeo de miedo y excitación ante el dominio de su esposo que la destrozaba con la mirada.

-No... no importa en lo absoluto, tú sabes lo que haces y es mi deber confiar en ti- apartó su mano del arma y se separó de Renzo, quien la envolvía por completo.

S FOR SILENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora