Realidad

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La guerra había dejado secuelas imborrables, cientos de valiosos shinobis caídos y aquella sensación de falsa paz alrededor de todos. Era bien sabido que el traidor Uchiha se encontraba nuevamente en Konoha, y al parecer no era suficiente con el apoyo que había brindado en sellar a Kaguya, las secuelas de desconfianza por su traición y abierto desprecio por la aldea; seguían causando un profundo descontento en la población.

Pero aún más importante. ¿Donde estaba el hijo de Hinata?

En una habitación del hospital de Konoha se encontraba un rubio observando con melancolía la frágil figura de una ojiluna aún inconsciente. Hacía un par de días que Sasuke se encontraba en una celda esperando a ser juzgado, mientras la mujer malherida seguía sin despertar.

-Tranquilo, ella es más fuerte de lo que parece.- justo frente a él ingresaban un serio Aburame y un risueño Inuzuka. -Nosotros también la menospreciamos alguna vez pero... es sorprendente lo que ciertas emociones negativas hacen en algunos.- Kiba se sentó en el otro extremo de la cama donde dormía ajena a todo la Hyuga. -¿No es así Shino?- el otro hombre se limitó en asentir. -Hola Hina, Akamaru me pide lo disculpes, pero no lo dejan ingresar acá aun siendo un héroe de guerra.- acaricio con cariño la mano de su amiga, y sonrió con melancolía. -Te prometo que cuando despiertes, te llevaremos con Shino a comer esos rollos de canela que tanto te gustan.- extrañamente en el serio y distante Aburame, el también se aproximo a su excompañera y aparto el flequillo sobre su frente.

Naruto no podía evitar sentirse miserable, sabía bien que el dolor de esa dulce mujer era todo culpa suya; primero por no valorar sus puros sentimientos, después por forzarla a permanecer atada a ellos sin motivo alguno y tercero al no ser tan rápido como el teme y detener su ataque. Ahora caía en picada, presa del pánico. ¿Donde estaba su hijo? Si, ese niño era suyo, en su corazón. Quizá en un principio se sintió traicionado por Hinata, aun cuando ella no le debía absolutamente nada, pero luego de entender todo el dolor que ella había atravesado por su inmadurez, la perdida de ese ser amado, las mentiras de su amada Konoha y ese oscuro consejo que le "resguardaba" sintió que era su deber velar por el legado de quien el considero quizá el ninja más grande que tuviese su amada aldea: Itachi Uchiha. Ahora ese niño que su querida pelinegra esperaba con tantas ansias se hallaba perdido quien sabe donde, estaba seguro que estaba con vida, y se sorprendía de la fuerza de esa mujer que aun después de dar a luz una nueva vida; llego al campo de batalla sin caer presa de Kaguya, o quizá librándose por si misma del Tsukuyomi infinito, tan solo para detenerlos.

¿Tanto lo amaba? no. La respuesta cayo como balde de agua helada sobre el, y aquella ultima imagen que observo entre ella y Sasuke... ¿Acaso ellos? 

La ira le lleno el cuerpo por completo, y la necesidad de buscar explicaciones fue más grande que cualquier razonamiento. Con la tranquilidad de que Shino y Kiba se harían cargo de la inconsciente mujer que tenía sus emociones vueltas caos, abandono la sala y se dirigió a donde sabía encontraría al Uchiha.

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Los interrogatorios con Ibiki habían sido sencillos, realmente no había nada que desease ocultar excepto...

Cuando las ideas se iban formando en su mente, el recuerdo de aquel pequeño bulto rosado de oscuros cabellos le saco una sonrisa. Ese niño era muy parecido a él físicamente, cualquiera apostaría que es su hijo: pero el era plenamente consciente ese niño era tan sereno y pacifico como su atormentado hermano: si, Itachi Uchiha solía ser un niño tan calmo e inmutable, todos afirmaban que era un genio desde su nacimiento; demasiada bondad para la guerra, pero demasiado genio para evitarla. Su innato genio le había condenado a ser un arma tanto de los Uchiha como de la aldea.

Dama Veneno... SasuHinaItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora