CAPITULO 7

11.1K 63 0
                                    

Una vez que me bebí la cerveza Mika dejó de chuparmela. Tras besarme se puso encima y comenzó a moverse de una forma que me dejó enfermo de extasiado. Intenté quitarle el sostén pero no me lo permitió.
          
— ¿Por qué? —Pregunté.
          
— No sé —Dijo—. Las tengo muy pequeñas.
          
Era un juego que teníamos.

— A mí me encantan.
          
Ella misma se lo sacó, sin la más mínima muestra de falso pudor. Luego me intentaba besar, al mismo tiempo que lograba moverse con una sintonía perfecta que concluía en lo que más disfrutaba ; metros y metros de mi verga caliente, que entraba y salía lubricadamente de aquel confortable y estrecho agujero. Busqué sus pechos que me inspiraban piedad y besé y chupé lo que más pude, enormemente satisfecho del rostro de Mika que expresaba complacencia y sumisión. Me gustó aquella actitud que invitaba a ceder el mando, por lo que la tomé fuertemente de la cintura y su perfecto culo, más firme que nunca, recibió con sincero entusiasmo mis enérgicas embestidas que apuntaban con fuerza hacia las alturas. No daba crédito a lo que vivía; Mika no paraba de gritar y gemir.
          
— No pares —Me ordenó Mika.
            
Comenzé a sacarla y a meterla, muy lentamente. Interrumpía aquello de vez en cuando para salirme. No quería eyacular por ningún motivo.
          
— ¿Que pasa mi amor,? —Me preguntó Mika.
          
— Nada —Respondí.
           
Me puse encima de ella y la besé delicadamente. Mika abrió las piernas y entró sola. El tenerla más cerca para besarla y mirarla a la cara me relajó por completo y su lento jadeo me indicaba que para ella no había nada más importante en ese momento que su propio placer y que además contaba con la ventaja de que yo sabía dárselo.

Algo había aprendido del tema después de mucho tiempo con una chica a la cual le costaba calentarse y después de muchos fracasos logramos tener una intimidad más o menos decente. 

De pronto recordé las cosas que le gustan a ella y me puse de rodillas. Ella puso sus pies sobre mis hombros. No se requería mucha fuerza física para darle con escándalo todo lo que ella se merecía, a tal punto que se soltó una esquina de la tabla que sostenía la cama, todo por culpa de sentirme demasiado enérgico en ese momento.

Mika me sonrió y volví a dejarme caer. Ella me echó a un lado y me besó rápidamente desde el cuello hacia abajo. Tras unos breves instantes en los cuales se dedicó tímidamente a lamer mi verga me preguntó:

— ¿Te gustaría terminar en mi boca?
          
— Bueno —Respondí.
            
Estuve largo rato pensando en como narrar una de aquellas sesiones si es que en algún momento de mi vida me decidía a hacerlo. Mientras tanto Mika me hacía una mamada mucho mejor que la anterior, alternando ritmos y frecuencias con miradas llenas de sumisión. Lentamente acercaba su culo a mí y le metí mis dedos por ambos agujeros y ella accedió con entusiasmo, lo cual significaba que iba a haber sexo anal. Sabía que dependía de mi y decidí jugarme todas las cartas que debía tener en un momento como ese.
           
La atraje hacia mí nuevamente y la besé por unos instantes.
           
— Termina, mi amor. Como tú quieras.
          
El hacerle sexo anal pretendía dejarlo para después. Quería que fuese por iniciativa de ella.
           
— ¿Te la chupo un ratito más mientras te decides?
           
— Bueno.
           
Aquel tono de voz me inspiraba la misma piedad que sus pechos. Una mirada sumisa me daba a entender que ella no era más mía que de nadie en ese momento y que todo lo demás era superfluo. Le puse mi verga en la cara y más o menos jugando intentaba mordermela y ese era supuestamente el fin del sexo oral. La metí debajo de las sábanas y luego me puse de lado.

Nuestros pies se iban hacia abajo por culpa de la pata de la cama que se habían quebrado.
            
— Mi amor —Dijo— ¿Saquemos el colchón?
            
— Bueno —Respondí.

Corrimos el velador que estaba muy pesado. Luego sacamos el colchón. A través de las tablas se veía toda la mugre que había. Mika me comenzó a chupar la verga de forma muy desprevenida, mientras yo extendía el brazo con el fin de alcanzar un cigarrillo que apenas lo encendí se lo extendí a ella, quien prefirió seguir mamandomela con una técnica que pese al cansancio seguía siendo formidable.
           
— Tengo frío —Dijo con voz tierna.
            
Estiré un poco la cama. Luego ella se arrinconó, haciendo que su culo hiciera contacto directo con mi pelvis. Nos tapamos un poco y se la metí, tras varios intentos fallidos hechos intencionalmente. Mika daba vuelta su cara y nuestras bocas se aproximaban por pura sincronía.
           
— Termina rapido —Decía.
           
— ¿Por qué?
           
— Debes estar cansado. Yo ya he terminado tres veces.
           
— ¿Tres veces?
           
— Si. Una cuando yo estaba arriba y otras dos cuando tenía las piernas en tus hombros.
             
Me moví lentamente. Las yemas de mis dedos recorrían cada centímetro de su piel, cuyas cauces se turnaban con los besos, que en ningún momento paraban. Mika hacía presión para que acelerara el ritmo y obedecí, sumiso y agresivamente. Los gritos se prolongaron hasta que me detuve. Quería acabar lentamente.
             
Yo seguía detrás de ella penetrándola muy lentamente, mientras que con los dedos de mí mano derecha le acariciaba el clítoris, libre de vello púbico. Mika gemia y se retorcía de forma extraña con su cuerpo. Yo seguía en su clítoris.
           
— Vas a despertar a los vecinos —Dije.
           
Mika gritó aún más fuerte cuando de manera progresiva comencé a acelerar el ritmo. Estuve así por varios minutos, nuevamente haciendo fuerza. El colchón en el suelo era de una comodidad de primera y me sentía poderoso. De pronto todo aquel caliente volcán hizo erupción; Chorros y chorros de líquido caliente y transparente.
           
— Perdón, mi amor —Dijo Mika—. Me hice pipí parece.
           
Ambos nos reímos con ganas.
            
— Termina no más mí amor —Gimió Mika—. Yo ya estoy cansada.
           
Bajé la velocidad abruptamente. Seguía en lo mismo. El confortable cuerpo de Mika me hacía considerar demasiado cómoda esa posición.
           
— ¿No quieres cambiar mí amor?- Preguntó Mika.
           
— No quiero.
           
— ¿Y que quieres que haga?
           
— Quédate así no más. Hace frío.
            
Volvían los interminables sonidos femeninos de placer. Mika podía follar todo el día siempre y cuando le concediesen algunos intervalos de breves minutos para fumar o comer. Pedia que acabará, pero yo sé que no quería y yo tampoco quería eyacular porque sabía que si lo hacía me iba a sentir dramáticamente melancólico.
            
— ¿En serio mañana no vas a trabajar mí amor?
            
— Eso no lo sé.
            
— Quédate, por favor. Haré lo que tú quieras.
            
— ¿Que estarías dispuesta a hacer?
            
Mika sacó mí pene de su vagina y se bajó las bragas, que a esas alturas estaban derechamente empapadas. Enterró mí verga en su culo y comenzó a moverse.
            
— ¿Y? ¿Esto te gusta?
            
— Si, sí —Respondí, pensando que iba a ser imposible aguantar mucho rato.
             
Aquello era demasiado; no tardé ni diez sacudidas más en eyacular. Me sentía enfermo de caliente. Me dieron ganas de hacerlo de nuevo.
            
— Me dió hambre —Dijo Mika— ¿Comamos pizza?
            
A Mika y a mí nos encantaba comer pizza fría. Mientras comíamos calculaba.
            
— Una hora y media follando —Dije.
            
— No deberías aguantarte tanto. La próxima vez quiero que termines rápido. No importa si yo no lo hago.
            
— La próxima vez va a ser ahora —Dije, tras besarle el hombro.
            
Mika me besó la boca y lanzó la caja de la pizza a los pies de la cama. Una vez que su culo tuvo contacto con mi pelvis, me empalmé rápidamente.
             
Se la enterré en el culo y no opuso resistencia. Tras menos de veinte sacudidas logré eyacular y luego nos dormimos rápidamente.

A lo perro en cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora