CAPITULO 46

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Hicimos ingreso a una especie de centro cultural. Roniv saludó a medio mundo y me arrastró hasta una sala repleta de instrumentos musicales.

            —Elige lo que vas a ocupar mientras tanto—Dijo—Yo iré a explicarle a esta gente que estás vivo. Les diré lo que acordamos y no te preocupes por ningún asunto más. Ahora soy aliado tuyo, en agradecimiento a que no me has entregado.

            Algo me dio mala espina pero no dije nada.

            Ví un teclado de cinco octavas que me llamó la atención. Lo encendí y lo probé, haciendo arpegios en cámara lenta. Me gustó que fuese liviano y lo aparté de los demás. En eso llegan dos tipos, uno de esos era el idiota de Karzev.

            —¿Es el?—Preguntó el otro tipo.
           
            —Así es, jefe.

            El tipo se acercó y me propinó un fuerte rodillazo en el estómago y una vez que logró tirarme al suelo me pegó un par de buenas patadas en el culo.

            No la podía creer.

            —Llevalo, Karzev. A la sala de interrogatorio.

            Yo aún estaba en el piso. Recordé que los tipos de las fuerzas revolucionarias me habían dado un sobre y me puse a rezar para que no lo encontraran.

            —Arriba, winner—Dijo Karzev—. Creo que se terminó tu fiesta. ¿Acaso creíste que Roniv te iba a proteger?

            Me puse de pié estúpidamente. Karzev no me soltaba del brazo. Había cometido un error tal vez. Debí haber entregado a Roniv. Sin embargo los encapuchados debieron haber pensado otra cosa, puesto que en ningún momento intentaron averiguar qué era lo que hacía esa chica entre medio mío o de ellos. Tardé en recordar que uno de ellos habían dicho algo así como que ella iba a cantar conmigo. Solo rogaba que Karzev no me registrara los bolsillos.

           —Tengo que registrarte los bolsillos, Mak.

           —¡Por favor no!—Dije, mostrando el sobre.

          Karzev lo abrió y me lo entregó.

           —Leelo tu mismo, winner. Tengo problemas a la vista.

           Estaba jodido de todos modos, por lo tanto dije la primera estupidez que se me vino a la mente.

           —Querido Mak—Dije, poniendo voz de idiota—. La de anoche fueron mis últimas malteadas de pollo. Ví la cara de placer que pusiste y decidí ir por mucho más. Te vi contento y quise…

           Karzev tenía la mano en su bragueta.

           —¿Que te pasa?—Pregunté, bastante sobresaltado.

           —Me quiero masturbar, winner. ¿Es que acaso está prohibido?

            Cada segundo que pasaba se me iba yendo la vida y para peor tenía que enfrentarme a idiotas como esos. En eso entra Roniv, frenéticamente apuntándome con una pistola. La carta me la eché al bolsillo a tiempo. Se lanza directo a mí cuello, haciéndome la misma técnica arte marcial que estaba acostumbrada a hacerme.

            —¡Sal de aquí, Karzev!—Dijo, Con un tono de superioridad que reproché bastante —Antes de matarlo necesito arreglar cuentas con este hijo de puta.

            Una vez que salió Karzev, Roniv me soltó. Luego me apuntó, a cierta distancia.

            —Quien ríe último ríe mejor, maldito gusano—Dijo—. Sabía que no ibas a poder resistirte a mis encantos.

A lo perro en cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora