Capítulo 25. Uno más

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- Amor, ¿dónde dejaste el jersey de Zoe? -le pregunté a Mimi mientras revolvía todo el armario de la pequeña sin éxito.

- ¿Cuál? -me respondió esta desde la cocina, dónde andaba ordenado todos los bártulos que yo había dejado secándose después de lavarlos.

- Ese azul, el que tiene un bordado de flores -le expliqué mientras iba hacía el salón ya aceptado que allí dentro no estaba.

- ¡Ah sí! -respondió Mimi cayendo donde estaba- Lo dejé ayer en su carro, ¿para qué lo quieres?

- ¿Para qué va a ser? -respondí como si no fuese obvio y yendo para la entrada, donde teníamos guardado el carro- Para ponérselo.

- ¿Con el calor qué hace Ana? -me preguntó sorprendida- No se lo pongas.

Pensé que tal vez tenía razón, ya estábamos a mitad de mayo y hacía un día soleado, así que tal vez, el jersey no era necesario, de todas formas lo cogí y lo dejé preparado en la mesa del comedor, no sabía a que hora íbamos a volver a casa, y seguramente por la noche iba a refrescar.

- Es verdad -continué dandole la razón a Mimi- pero me lo llevo por si acaso luego refresca. Mía -llamé a la mayor que andaba distraída mirando la televisión- Corre a vestirte, ¿qué haces así aún? -le pregunté.

- Cinco minutos mami, que ya casi termina el capítulo -me intentó convencer.

- Mía, venga -le dijo Mimi- que llevas más de una hora enganchada aquí -le regañó para que hiciera caso y fuer a cambiarse de una vez. 

La niña, al ver que no tenía otro remedio, apagó la televisión y se levantó y se fue, algo resignada, a su cuarto para cambiarse. Zoe, que estaba casi tan enganchada a la serie como Mía, no estuvo muy de acuerdo con aquello y rompió a llorar.

- ¿Qué pasa Zoe? -me acerqué algo preocupada, pensando que quizás se había hecho daño.

- Dibus -respondió aún llorando y señalando a la maldita televisión que siempre me traía de cabeza.

- Ya nos vamos -dije cogiéndola en brazos- Luego cuando volvamos ya vemos los dibujos ¿vale? -traté de explicarle.

La pequeña ya casi tenía dos años y sabía que nos entendía a la perfección cuándo le hablábamos y le explicábamos las cosas, pero otra cosa era que nos quisiese hacer caso o estuviese conforme con lo que le decíamos.

- ¡No! -continuó enfadada y zarandeándose entre mis brazos- ¡Ahora!

- Mira Zoe -dijo Mimi que estaba cortando un poco de sandía para comerse, al parecer, ella sola, ya que no nos había invitado al resto- ¿Quieres? -le preguntó.

La niña, que era casi tan hambrienta como yo, saltó de mis brazos y fue hacía Mimi para hacerse con su trozo de sandía.

- Se va a manchar -le advertí a Mimi mientras le servía unos cuantos trozos de sandía, cortadas a cuadraditos, en un plato.

- Ya estoy -apareció Mía en el salón, ya vestida- ¡Ey! Yo también quiero -se quejó al ver que ese par estaban devorando ellas solas la sandía entera.

Mimi le preparó unos trozos para ella también y continuaron las tres comiendo, bajo mi atenta mirada. Aunque pueda parecer raro, yo no tenía nada de hambre, ni para un poco de sandía, aún tenía el almuerzo bajando y había quedado muy llena.

- Te has manchado -le dijo Mía a Zoe a ver los increíbles lamparones que llevaba su hermana en la camiseta.

- Ahora le cambio la camiseta -respondió Mimi muy despreocupada por aquello, una actitud bastante rara en ella. 

Recuperando el Tiempo Perdido | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora