Capítulo 3. Un día cualquiera

1.1K 81 15
                                    

Con el paso del tiempo mi estado de ánimo había ido mejorando. Tengo que admitir que pasé un par de semanas con una tristeza increíble, no tenía ganas de hacer nada, solo de quedarme en la cama llorando y maldeciéndome hasta quedarme dormida. Pero no tuve otro remedio que decirme basta, por suerte o por desgracia, tenía trabajo y muchas responsabilidades que no podía dejar más tiempo paradas.

Gracias al buen tiempo de un verano avanzado y las ganas que tenía de volver al escenario pude empezar a salir de ese pozo en el que me había hundido yo sola. No voy a negar que, el hecho de saber qué existía la posibilidad de que en unos meses Ana se quedará embarazada, fue también el motor que me dejó salir de aquello y sobretodo Mía que, con su energía imparable, no me dejó otra que salir de aquel bucle.

Ese día me había reunido de nuevo con mis bailarinas, a las que dejé en Madrid hacía años en un acto de egoísmo puro y duro, pero como siempre, tuve demasiada suerte, y ellas siempre estuvieron allí, esperándome, por si se me ocurría volver. Y yo, al saber que iba a regresar a los escenarios, ni lo pensé dos veces, tenía que ser con ellas.

Aunque la gira que se me venía por delante no era muy pretenciosa, quería cuidarla a todo detalle. Era la primera vez que me subiría a un escenario después de más de un año, de hecho, casi dos años, y eso, no era fácil. Había decidido reducir la gira a unos 10 conciertos, lo cierto es que me ofrecieron mucho más, pero decidí renunciar a ello. Me aseguré de pisar todos los rincones de España, de norte a sur, con las islas incluidas. Al fin y al cabo, me debía a mi público, pero también a mi familia, y me parecía innecesario, pisar 5 veces la misma ciudad en un verano. 

Y precisamente a eso olía Madrid, a verano. Estábamos en la última semana de mayo, y apenas quedaban unos días para el primer concierto. Es por eso que esa tarde lo estábamos dando todo en la sala de baile, la próxima vez que nos fuésemos a ver ya sería el día antes del concierto, en el escenario del Festival, así que no podíamos dejar nada sin atar.

- ¡Venga chicas, que ya estamos acabando! -dije dándoles ánimos, pero en realidad, me los estaba dando a mí misma que, agachada bebiendo de mi botella intentaba no caer rendida tras toda una tarde de ejercicio.

Aunque mi forma física hubiese mejorado en los últimos meses, y me estuviese cuidando más que nunca, mi cuerpo ya no era el mismo y tanta coreografía me dejaba hecha polvo y con agujetas en todo el cuerpo, hasta en los dedos.

Me incorporé de inmediato y volvimos al ensayo. Mientras estábamos metidas de lleno en la canción, sin hacer ruido interrumpieron Ana y Mía en la sala. Aunque estaba muy concentrada en ese tema, a la par que bailaba las observaba por el espejo, la primera, desde la esquina de la sala, intentaba retener a la segunda para que no saliese disparada a saludarme, y a mi se me escapaba la risa al verlo, pero tenía que ser profesional y seguir hasta que parase la canción. 

Rompimos en aplausos cuando terminamos, como hacíamos con cada tema, y no pude ni parpadear, que ya tuve a Mía colgada de mi cuello.

- Mimi, ¡lo hacéis super bien! ¡Os ha quedado super chulo! ¡Vais a ser las más guapas del festival! -me dijo muy contenta.

- ¿Que tal el cole? -le pregunté a la pequeña intentando recuperar el aliento.

- Bien, un poco aburrido -respondió.

- Hola amor -dijo Ana que también se había acercado y me dio un beso- Vamos Mía, no interrumpas más. Esperamos quitas allí hasta que terminen, ¿vale? O si no nos vamos a la calle -le advirtió Ana.

- Ya casi terminamos -le dije a Ana dejando a Mía en el suelo, que fue corriendo en busca de atención de las chicas que, evidentemente, se la dieron.

Recuperando el Tiempo Perdido | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora