Capítulo 2. Decisiones

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Llevábamos tiempo pensándolo, y después de darle muchas vueltas, yo sola y también con Mimi, terminamos por decidir que lo mejor iba a ser regresar a la clínica donde fui para tener a Mía. Si allí había ido todo bien, ¿para qué perder el tiempo para buscar otras opciones?

Entramos allí ilusionadas, había pasado casi un mes desde que tomé la decisión. Fue allí, en la consulta de la doctora, cuando Mimi rompió a llorar cuando le confirmaron sus peores sospechas. Lo tuve claro, lo tenía que hacer por ella. Aunque, dos meses atrás, cuando me confesó por primera vez que quería tener un hijo conmigo, la idea me pareciese descabellada, no tarde mucho en empezar a verlo con mejores ojos y después de hablarlo nos decidimos por hacerlo, de hecho, decidimos que lo haría ella, pero las cosas se truncaron de inmediato.

No voy a negar que al cruzar esa puerta automática sentí algo de nervios y preocupación, por si algo no iba bien, pero cuando pisé la clínica, después de tanto tiempo después, no pude evitarme sentir como en casa. 

Fue una sensación extraña, la última vez que estuve allí iba sola. Es algo que jamás conté a nadie, porque sabía que me iban a decir si se enteraban de aquello y yo, no quería escucharlo. El día que tenía la cita para la inseminación, discutí con mi ex, así que terminé por ir sola. Estuve a punto de no ir, y se me pone la piel de gallina solo de pensar que, de no haber ido, Mía no estaría aquí. 

Ahora, sentada en la sala de espera, arropada por el calor de Mimi, parecía que esa herida se cerraba, una de tantas que se habían ido abriendo, poco a poco, durante años. A decir verdad, no recuerdo muy bien que pasó allí dentro esa mañana, solo recuerdo salir con la cabeza como un bombo, intentando procesar las toneladas de información que nos habían dado.

- Hierro, Vitamina D, C, ¿pero cuántas vitaminas hay Ana? -me preguntaba Mimi inquieta mirando la lista de pruebas que tenía que hacerme mientras andábamos por la calle- ¿Y hormonas? Joder, normal que te cambie el humor cuando te viene la regla, si tenemos más hormonas que vitaminas -dijo añadiendo su característico toque de humor.

- Eso es lo de menos Mimi, será solo un pinchazo -le dije para que se calmara un poco, por que si yo ya estaba agobiada lo único que me faltaba es que ella lo estuviese el doble.

- Joder, te van a tener que sacar 3 litros -respondió bromeando.

- Como eres Mimi -respondí- suerte que me lo tengo que hacer yo y no tu, que eres una quejica ¿eh? -continué la broma, pero instantes después me di cuenta que quizás no debería haber hecho ese comentario.

- Bueno, lo dices como si hace dos semanas no me hiciese yo un análisis de sangre.

- Es verdad -dije al acordarme- ¿tienes los resultados?

- No, supongo que me los dará la doctora la semana que viene -dijo, aparentemente, poco preocupada por aquello.

- ¿Quieres que te acompañe? -le pregunté.

- No hace falta Anita -dijo abrazándome por la espalda mientras seguíamos andando calle abajo.

- ¿Segura? -le repetí. Mimi era demasiado orgullosa, y cuándo necesitaba ayuda o apoyo era incapaz de pedirlo, y ese era el peor de sus defectos.

- Segura

- Pero luego me lo cuentas todo ¿eh? -le advertí- Por cierto, tu y yo tenemos que hablar, lo sabes ¿no?

- Uy, ¿de qué? -dijo quitándose sus gafas de sol para mirarme bien a los ojos.

- De la boda, y de otra cosa -añadí- pero de la boda.

- Ana yo... Creo que lo mejor es que hagamos el papeleo y ya. No tenemos ni el dinero ni tu vas a tener el cuerpo para una fiesta. Lo podemos dejar para más adelante ¿no? Tenemos toda la vida -eso era exactamente en lo que yo estaba pensando, pero no me atrevía a decir. Después de pedirle matrimonio, ¿cómo le iba a pedir que nos casásemos sin hacer ninguna celebración?

Recuperando el Tiempo Perdido | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora