Capítulo 30

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—Mmm. —La voz de Lexa salió en un ronroneo, cuando sintió algo suave recorrer, de arriba abajo, su espina dorsal; se removió en la cama y se abrazó más a la almohada mientras suspiraba.

Clarke sonrió ante la actitud de la castaña, se acercó y dejó un beso en su hombro desnudo, subió sus labios hasta su oído y habló.

—Buenos días, hermosa. —Su voz salió suave y con cariño, exhalo adrede sobre el oído de su novia y luego atrapo el lóbulo de la oreja entre sus dientes. Lexa, en un auto reflejo, cerró su cuello hacía un lado, al sentir un escalofrío erizar toda su piel.

—Mmm... son más que buenos días cuando me despiertas así —dijo somnolienta.

Clarke se acercó un poco más, dejando parte de su cuerpo, sobre medio cuerpo de la castaña; mientras continúo acariciándola suavemente, hablándole bajito y esperando a que la mujer volviera al mundo de los vivos.

Existían diferentes tipos de mañanas para Lexa y Clarke.

Sin importar si la noche anterior había sido temprana y tranquila, o si se había extendido hasta el amanecer; si se encontraban en pijamas o desnudas.

Estaban las mañanas perezosas, esas donde no tenían ánimo para mucho más que yacer sobre la cama, la una al lado de la otra, en silencio y cada una en su propio espacio. Otras llenas de deseos y ansias por tenerse, reactivadas de sus largas madrugadas o nacidas del simple hecho quererse así sin más.

También estaban mañanas como las de hoy, en las que se despertaban hablando entre susurros, disfrutando de caricias suaves, de besos lánguidos, mordiscos maliciosos y roces sin intenciones; perdidas entre arrumacos y extremidades enredadas, disfrutando del simple hecho de estar y sentirse, pero sin ir más allá.

Lexa respiró profundo al sentir el peso sobre parte de su espalda, le encantaba sentir su cuerpo anclado al colchón. Cerró los ojos, mientras sentía unas yemas suaves mapear su piel; adoraba que Clarke se sintiera cómoda tocándola y recorriendo cualquier lugar de su cuerpo, con plena confianza y propiedad.

Hizo el ademan de girarse, y su novia, entendiéndolo, se apoyó en sus propias manos para levantar su peso, y permitirle girar debajo de ella; entonces volvió a dejarse caer sobre el cuerpo de la otra mujer, encajando de forma perfecta.

Clarke miró aquellos ojos que le hipnotizaban y le atrapaban, aquellos que ahora dirigían el curso de su corazón.

—Hola —dijo la rubia con una sonrisa asomando.

—Hola —respondió de igual modo la castaña.

Lexa observó el rostro de la rubia con detalle y detenimiento, levantó su mano y comenzó a trazar sus cejas con las yemas de sus dedos; luego bajó a lo largo del tabique nasal, cruzó por medio de sus labios y bajo por el mentón.

Sonrió para sí misma, cautivada por la belleza de su novia, algo que no tan solo físico, porque se vio atrapada de aquella belleza que brotaba de su interior y que había capturado su corazón, reflejada a través de sus ojos.

Le acomodó un mechón rebelde detrás de la oreja, colocó su mano en el cuello y se alzó para besarla. Fue un beso suave y lento, pero intensó y profundo, de esos que transmiten sentimientos y emociones, sin la necesidad de palabras.

Después de un momento moldeando sus labios entre sí, la castaña se separó y se dejó caer en la almohada nuevamente. Llevó sus manos a los hombros de la rubia, bajó por sus brazos y finalmente las dejó en su cintura, acariciando lentamente sus costados.

Lexa no necesitaba mucho más de lo que tenía en ese momento para sentirse completa y tranquila. Era lo que deseaba tener en su vida y no quería arruinar por nada del mundo lo que hoy tenía, porque sentía que le había costado una vida completa volver a sentirse así.

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora