Mi corazón

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En el susurro del viento,
En el cantar de las aves,
En el extenso reflejo de tu mirar,
En las luces del firmamento,
En la caricia de las nubes,
Y en el sonido de tu andar.

Cada cosa que me hace buscarte,
Cada cosa que me hace añorarte,
En cada dulce beso mi corazón,
Late desbocado al ritmo de tu canción,
Eres como el aire en vida,
Eres como esa tarde que no se olvida,
Eres el tacto dulce que me cura,
Eres el sonido de mi vida que perdura.

Eres todo lo que necesito,
Eres mi propio infinito,
Eres tanto en mi silencio,
Eres todo mi principio,
Eres la dulzura de mi existencia,
¿Qué sería de mí sin tu presencia?
Eres el elixir de mi felicidad,
Tengo claro que eres mi otra mitad.

Sonreí de forma irónica mirando la hoja de papel frente a mí.

— Dioses esto le dará diabetes a alguien —.

Suspire y coloque esa hoja junto con las otras treinta y siete de la carpeta que yo mismo titulaba, “cartas que nunca verán la luz del día si quiero seguir con vida” y por lo menos todavía quería seguir con vida, creí que cada día escribía cada vez más cursilerías, como otras veces mande la misma carta que sepulte en esa carpeta por correo justo a las doce de la noche, podía ser un cobarde por mandarlo desde una computadora y no tener las agallas de dársela en persona, pero sabia la ilusión que le daba recibir las misivas.

— ¿Alguna vez podre decirte la verdad completamente? — como siempre, no recibí una respuesta, realmente me preguntaba si llegaría a algún lado con esto de las cartas.

En mi experiencia si abres demasiado tu corazón a alguien, en algún momento te dejará hecho pedazos. O eso es lo que siempre había sabido con claridad, sólo tenia que verlo en la tristeza que se veía en los ojos de mi mamá. Ella decía que no tenia problema con mi apariencia, yo sabia que me amaba más que a nada en el mundo, pero sé también lo mucho que me parezco a él, aquel hombre que amo y la lastimo. Aprete mis manos y las abrí suavemente, no valía la pena pensar en él, eso no me ayudaría y a ella tampoco, aunque a veces me preguntaba si alguna vez la quiso, nos quiso de verdad.

Rodé los ojos y me propuse no pensar más en él, dudaba que él pensara en nosotros. Apague la computadora y me dirigí a mi cama, ya era tarde y mañana al menos vería su reacción, con eso me quede profundamente dormido.

Y no me equivoque apenas cruce la puerta la escuche decir mi nombre, sus ojos grises brillaban como la plata líquida y mi corazón dio un vuelco. Le sonreí sin entender y ella movia una hoja y me devolvía la sonrisa.

— ¡Lo ha vuelto a hacer! —. Me informo apenas me senté a su lado.

— ¿La señorita Dods hizo otra prueba sorpresa? — Murmuré buscando mi cuaderno, esquivando apenas el manotazo que iba dirigido a mi brazo.

— No tonto, Luke me ha vuelto a mandar una carta —.

— Ah, eso, estas muy segura de que es ese capitancillo el que te escribe Chase —.

— Es que tiene que ser él, dime honestamente Percy, ¿quién más se tomaría la molestia de mandarme una carta diario? —

«Yo pequeña listilla». Asentí mirándola con falsa seriedad.

— Tienes razón tiene que ser alguien que apenas y sabe escribir su nombre, por que con ese carácter tuyo, seguramente estará aterrado de acercarse y lo derribes al piso apenas pronuncie tu nombre —.

— Eres un payaso sesos de alga, además, tú sabes lo que siento, algo me dice que es él —.

— O quizá tú eres la que quiere que sea él —. Murmuro Piper sentándose adelante de nosotros, ni siquiera se molesto en preguntar de que hablábamos, el admirador de Annabeth se había vuelto el tema de las mañanas.

— Y tú estás muy segura de que no lo es, ¿por qué? —

— Annie, sin ofender, pero el tipo anda detrás de todas, apenas dejo de molestar a Silena y eso por que Beckendorf lo cito a la salida a pelear, no creo que un tipo así se moleste por escribir cartas regularmente, además siempre anda con esas animadoras —.

— Es del equipo de fútbol, claramente tiene que estar rodeado de esas —.

Deje de escucharlas y me reí para mis adentros de mí mismo, claro que pensaría que eran de él, siempre todo giraba para ella en torno a él. A veces podría ser un completo idiota por pensar que no pensaría que eran cartas de Castellan, ella deseaba tanto que fueran suyas, tal vez era hora de hacerme a la idea y simplemente dejarlo por la paz.

— ¿Percy? —

Me gire al escuchar mi nombre, mirándola sin comprender.

— Perdón, ¿qué decían? —

— Annabeth te pregunto si le prestarías tu laptop, al parecer los gemelos hicieron de las suyas y mojaron la suya —.

— Oh, sí, sí, sin problema, puedes pasar por ella a mi casa después de la escuela, seguro a mi mamá le dará gusto verte —. Saque mis llaves y le extendí la que era de mi casa.

— ¿No me la darás tú? —. dijo sin tomar la llave.

— No puedo listilla, tengo que hacer una redacción para el profesor Quirón y quede con Rachel de vernos para que la hiciéramos juntos, es escrita a mano de todas formas, así que no usaría la laptop —.

Y ahí estaba la mayor de mis confusiones respecto a lo que Annabeth decía sentir, apenas mencione el nombre de Rachel hizo cara de enfado y tomo la llave de mi mano con algo de fuerza innecesaria.

— Esta bien, que la pases bien con ella —.

— ¿Gracias? Pero es tarea, cómo si alguien pudiera pasarla bien, tampoco es como si me fuera a quedar con ella todo el día —.

— Te mandaré mensaje cuando puedas pasar por tu laptop, si es que no te molesto con ella —.

— Señores Jackson ¿tan temprano y de buen humor? —

— Callate Leo —.

¿Han tenido esa sensación de que se les olvido algo pero no saben que es, pero sabes que es importante y casi tu vida depende de ello? Esa misma sensación me abordo cuando estaba terminando mi redacción y de repente recordé que no había cerrado la sesión de correo de la que le mandaba las cartas a Annabeth en mi computadora, computadora que ella estaría ocupando deliberadamente con toda mi autorización y de la que rogaba no tuviera que abrir su propio correo, la peor parte fue cuando los dioses no escucharon mis ruegos por que un mensaje entro justo en ese momento.

«Percy, ¿puedes venir?»

No era un Percy ven por tu computadora termine de usarla y todo bien, era un Percy quiero que me expliques algo en persona. Intente sonar despreocupado.

«Eh, claro, dame 10 minutos que estamos por acabar».

«Perseus, ahora».

«Annabeth, si voy ahora tendré que ver a Rachel mañana otra vez, bueno, tal vez no sea tan mala idea, ya voy».

«Termina esa redacción, no te pases de listo conmigo Perseus Jackson».

Sonreí para mis adentros, al menos sabia que aún no estaba del todo perdido. Tal vez, al final no era tan malo eso de entregar mi corazón.

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Nos vemos en otros dos siglos... O no

Diggory

Percabeth One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora