Alex aparcó en el estacionamiento, y al momento de bajarnos todas las miradas se clavaron en nosotros... o bueno, más que nada en mí.
—¿Por qué todos me miran? ¿Acaso tengo un moco en la nariz? —pregunté casi en un susurro para que solo él me escuchara, a lo que rió negando divertido ante mi pregunta.
—No, boba... —siguió riendo, o mejor dicho burlándose de mi persona—, es porque todos saben que eres la nueva y la hermana de uno de los chicos más populares de todo, Wesley —habló de él en tercera persona y con su ego por las nubes.
Lo cierto es que tenía razón y no podía negarlo. Y no, no estaba hablando de Alex, sino de que era boba al no darme cuenta que yo era la nueva. Lo odiaba. En mi antiguo instituto el primer día de clase hice varios amigos, puesto que todos querían conocer a la, "gringa". Espero que aquí me vaya bien igual que en Argentina, ya que lo de sociabilizar con nuevas personas no se me daba muy bien que digamos.
Y ni hablemos de quedarme a solas con una persona que no conocía. Recuerdo cuando en una ocasión me quedé sola con un amigo de mi abuelo y no sabía cómo entablar conversación, así que muy estúpidamente le pregunté si le gustaba el pan. Él rió y me respondió con un: «¿y a quién no, pequeña?». Luego de ese momento extremadamente vergonzoso, donde de seguro habré quedado como una completa idiota, comenzamos a hablar muy animadamente. El señor había resultado ser un viejito súper amigable y con unas historias geniales por contar.
Atravesamos el estacionamiento y llegamos hacia la entrada del instituto, donde al escuchar un sonido agudo que deleitó mis oídos, me volteé rápidamente para encontrarme con una hermosa motocicleta Harley Davidson Chopper color negra con cromado... Quedé más que embobada admirándola.
Estacionó, y de ella un chico se quitó el casco dejando a la vista su preciosa y a su vez desordenada cabellera castaña. Se encontraba de espaldas impidiéndome ver su rostro, pero por lo que podía apreciar se veía bastante alto y de espalda ancha. Vestía como todo un, "chico rudo" con sus jeans oscuros y chaqueta de cuero negra.
Volteó y quedé aún más embobada al ver su perfecto rostro. Todo un Dios Griego de ojos azules me miraba de arriba hacia abajo sin ninguna discreción al hacerlo. Su mirada iba escaneando mi cuerpo de pies a cabeza, y al llegar hasta mi rostro nuestros ojos se toparon.
Y no sé por qué, pero me volteé inmediatamente hacia el frente, donde mi hermano se encontraba mirando por encima de mi hombro con el ceño fruncido hacia donde yo también lo hacía apenas unos segundos atrás.
—No vuelvas a mirarlo, Alexa —dijo en un tono de voz distinto al que solía utilizar... serio. Él jamás era serio—. Ese chico solo es sinónimo de problemas —al principio creí que lo decía bromeando, pero al ver que su semblante no cambiaba, decidí no decir nada.
No tenía ni la más mínima idea del por qué tuvo esa reacción. Quizás no se llevaban del todo bien, o simplemente era cierto lo que dijo.
Al ingresar a la institución, como era de esperarse, todas las miradas se clavaron en nosotros. Incómoda por tener tantos ojos encima me sujeté de una de las correas de mi mochila, y creo que por eso Alex pasó su brazo alrededor de mis hombros para darme algo de apoyo. No le dije nada, pero se lo agradecí, ya que de algún modo me sentí un poco menos incómoda.
—¡No puede ser! —se escuchó que alguien chilló a lo lejos—. ¡Está aquí! —volvió a chillar y cada vez se escuchaba más cerca. Busqué con la mirada entre tantos estudiantes, y al localizarla, se trataba de una chica demasiado conocida para mí; bajita, muy linda, de ojos marrones y cabello oscuro como la noche. Que corría a toda velocidad hacia donde nosotros nos encontrábamos parados observando cómo ella se llevaba a todos por delante y recibiendo algunos insultos a cambio—. ¡Alexa...!
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El Idiota, el Odio y yo © |#1| (Completa)
Genç KurguCuando Alexa regresa al país, en el cual creció durante parte de su infancia, todo parece seguir estando igual que antes de que se marchara. Sin embargo, muchas cosas cambiaron desde entonces: la escuela, las personas e incluso hasta su vida misma d...