Luego de unos minutos hablando de de cosas triviales, le pregunté a Sam dónde quedaba el baño. La verdad era que ya no aguantaba más las ganas de hacer pipí. Me levanté del sofá, y me dirigí hasta el pequeño pasillo con tres puertas, donde abrí la que se encontraba a mi derecha.
No me puse a inspeccionar nada a gran detalle, me di cuenta de que el cuarto de baño era algo estrecho porque eso fue que lo primero noté al entrar, pero tan solo busqué el bendito retrete.
Al terminar de hacer mis necesidades y, de lavarme las manos, salí de allí cerrando detrás de mí.
Me dirigí nuevamente hacia la sala, donde juro por todos los Dioses que nunca imaginé encontrarme con lo que mis ojos se toparon en ese preciso instante.
Me quedé estupefacta, en modo estatua viviente que solamente sabía cómo respirar y era incapaz de lograr algo tan fácil como el simple hecho de hablar. Tan solo podía verlo allí parado en medio de la sala, con su cabellera hecha un desastre, restregándose un ojo y con rostro todavía un tanto adormilado.
No podía ser capaz de hacer otra cosa que no fuera mirarlo porque esto sin dudas no me lo esperaba, no era de lo más común que salieras del baño de una casa ajena y que de la nada, ¡pum! Te encuentras con Miller recién levantado.
Maldita sea, ¡ya deja de mirarlo!
Me reprendí a mí misma justo a tiempo, ya que cuando sus ojos dieron con los míos, aparté rápidamente la mirada hacia otro lugar que no fueran su torso sin camiseta, que dejaban al descubierto su brazo derecho tapizado en tatuajes desde su codo hasta un poco antes de su muñeca, los cuales ni siquiera sabía que tenía; y sus pectorales, los cuales por cierto no eran muy definidos, pero que aún así...
¡Dios! Me quise dar un cachetazo ahí mismo por verlo de aquella manera tan descarada de mi parte.
En ese momento apareció Samantha en la sala, llevaba una sonrisa consigo hasta que me miró a mí, que todavía me encontraba plantada en mi lugar y con toda la cara seguramente colorada, entonces, su sonrisa decayó un poco y su rostro pasó a ser de confusión. Luego, le echó una mirada a Miller; quien tampoco se había movido de su lugar y mantenía su ceño fruncido, evidentemente sin tener la más mínima idea y preguntándose qué mierdas hacía yo aquí.
—Yo... Esto... —no sabía qué decir—, me iré, no quiero seguir molestándolos.
Me acerqué rápidamente hacia el sofá, tomé mis cosas que estaban un poco desparramadas por la mesa ratonera, y las guardé sin cuidado alguno dentro de mi mochila. Me la coloqué, me encaminé hasta la entrada rodeando a Miller y, antes de salir de allí, dije:
—Lo siento.
Aunque no estaba segura del por qué me disculpé y, entonces salí del apartamento. Dejando a dos personas con rostros de total confusión ahí dentro.
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El Idiota, el Odio y yo © |#1| (Completa)
Novela JuvenilCuando Alexa regresa al país, en el cual creció durante parte de su infancia, todo parece seguir estando igual que antes de que se marchara. Sin embargo, muchas cosas cambiaron desde entonces: la escuela, las personas e incluso hasta su vida misma d...