Capítulo 01

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Observó el enorme edificio frente a él y respiró profundamente.

Johnny había vivido toda su vida junto a sus padres y amigos, siempre en el mismo cálido hogar rodeado de cariñosas personas.

Todo era perfecto hasta que su cómoda burbuja se reventó repentinamente.

Se reventó por su culpa.

Habría ocurrido alrededor de seis meses atrás cuando, una madrugada cualquiera, había tenido un pequeño ataque de pánico juvenil.

Comenzó a repasar todas las decisiones de su vida, llegando a la conclusión de que no había hecho absolutamente nada con ella, por lo que tomó su computadora y envió una solicitud de intercambio a su universidad, dando por sentado que sería rechazado pues soy un puto perdedor que no vale la pena, y se fue a dormir.

Al día siguiente despertó sintiéndose más ligero, y se dio cuenta de que tal vez había exagerado, y que no tenía motivo para sentirse asustado por el pasado, ni ansioso por el futuro.

No pensó en la solicitud de nuevo hasta que un día llegó a su casa y su madre lo recibió con la emocionante noticia de que había sido aceptado, y su padre lo sermoneó diciéndole que el miedo a ser rechazado no tenía que haber sido impedimento para que él compartiera sus planes con ellos.

En sus pobres intentos para explicarle a sus padres lo sucedido, terminó siendo convencido por ambos de que sería una genial experiencia de vida, y que aprender la cultura de otro país y dominar por completo el idioma nunca estaba de más.

Y ahí estaba, frente a su nueva casa/habitación.

Para hacerlo más melancólico, la calle estaba fría y húmeda, pues apenas había terminado de llover. 

Sus padres habían logrado acompañarlo durante los primeros días en la asesoría académica para los de nuevo ingreso, pero tuvieron que regresar antes de logar ayudarlo a acomodarse en su nuevo departamento.

Entró al edificio arrastrando los pies, cargando con dificultad las maletas en sus manos y sintiéndose un poco desanimado.

- Buenas tardes – saludó con una sonrisa cansada a un hombre de edad avanzada que se encontraba en la recepción.

- Buenas tardes – el hombre dirigió la mirada a sus maletas – veo que eres uno de los nuevos –

- Así es – confirmó – Suh. John Suh –

- Un gusto, señor Suh – sonrió dulcemente para él, comenzando a rebuscar en un cajón – soy el casero del lugar, puedes llamarme para cualquier duda o problema que tengas –

- Es muy amable – dijo aceptando la llave que el hombre le extendía – gracias. Nos vemos luego –

Caminó hacia el elevador siguiendo las indicaciones del amable hombre, y pulsó el botón del piso cuatro, aliviado de haber encontrado disponibilidad en un piso bajo, para así poder usar las escaleras de ser necesario.

Encontró su departamento sin mucho problema y abrió la puerta.

La primera cosa que notó (y agradeció) fue que, pese al clima, su habitación estaba seca y a una temperatura agradable.

La luz entraba por un ventanal gigante frente a él, dejando un ambiente algo frío, por lo que encendió las luces sorprendiéndose de que, primero, las luces eran esos tonos amarillos que daban la sensación de calidez y, segundo, que el departamento era de hecho grande.

Había una gran sala recibiéndolo. Constaba de dos grandes sillones y uno reclinable individual, con una bonita mesa de centro.

Alrededor encontró un librero, un par de lámparas cuya principal función eran decorar el lugar, un bonito escritorio con una silla acolchonada de cuero, y un perchero.

A su derecha, encontró una barra junto a una puerta que separaban la cocina y la sala, encontrando dentro un pequeño comedor de cedro, un refrigerador y elegantes estantes de madera.

Del otro costado de la casa estaba un pasillo que llevaba a dos habitaciones, una de cada lado, y un baño al final de éste.

Entró primero a la del lado izquierdo. Era una habitación sencilla. Colores cálidos en las paredes, una cama individual revestida en blanco, junto a ella una mesita de noche y un clóset mediano de madera.

Era bonita, pero quiso primero ver la otra habitación para decidir cuál sería la elegida.

Éste es mi puto cuarto.

La recámara era notablemente más grande, tenía una cama matrimonial con sábanas finas junto a un ventanal cubierto con cortinas obscuras. El vestidor era una habitación pequeña del lado derecho y, junto a éste, un baño con tina.

Dejó sus maletas y se dejó caer en la cama, sintiendo la suavidad del colchón, estirando su espalda con una sonrisa satisfecha.

Ya se sentía un poco más liviano.

Bien, estaba en casa.

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