Capítulo 02

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Después de dormir una involuntaria siesta, tomó un baño caliente y, luego de vestirse, se encontró con que tenía hambre.

Eran entradas las seis de la tarde cuando bajó por el elevador y le preguntó al hombre de la recepción si sabía de alguna cafetería cerca. El casero le dijo que había una a un par de calles, que era un lugar bonito y a un precio muy accesible. El menor agradeció sonriente y salió de ahí.

Caminó disfrutando del ambiente nocturno de la calle. Los árboles y luces por todos lados volvían el anochecer estético a medida que se oscurecía el cielo.

Pasaron minutos y cruzó un par de parques hasta que llegó al local.

Atrajo un par de miradas cuando entró, debido a la campanilla sobre la puerta. El chico del mostrador lo miró también y le sonrió amable.

- Hola – saludó el joven - ¿para comer aquí? –

- Por favor – pidió, leyendo el menú sobre la barra.

Se mantuvo así por unos segundos, eligiendo rápidamente lo que más se le antojaba de momento.

- ¿Listo para ordenar? – preguntó nuevamente el empleado después de alrededor de dos minutos.

- Sí. Un panini y un café americano grande –

- ¿Algo más? –

Negó.

- Es todo –

- Bien. En un momento llamaré con su orden – lo miró – ¿cuál es su nombre? –

- John –

- John – repitió mientras escribía en la computadora – puede tomar asiento donde guste –

- Gracias – se acercó para leer la etiqueta – Mark –

- No es nada – respondió con una sonrisa.

El otro se dio la vuelta finalmente y eligió una pequeña mesa individual junto a la ventana para sentarse a comer.

Comió tranquilamente cuando le entregaron su orden, observando como como el tiempo corría afuera, inmerso en sus pensamientos.

Luego de un largo rato de procrastinación, decidió que era momento de marcharse. Se acercó al mostrador para pagar, agradeció la deliciosa comida y salió de ahí.

En el camino a su casa notó que el clima había enfriado un poco más, pero no lo suficiente para algo más abrigador que la chaqueta que vestía.

Paró en una tienda de conveniencia para comprar un paquete de cigarrillos y caminó hacia su edificio.

Se sentó en un macetero al costado de éste, bajo el techo de la entrada del estacionamiento, y encendió uno.

Llevaba más de la mitad del cigarrillo cuando escuchó un hombre gritando.

- ¡Vuelve acá, hijo de puta! –

Desinteresado, giró hacia todos lados, sin encontrar el lugar de donde provenía la voz.

- ¡Déjalo, cariño, vamos a casa! – dijo esta vez una mujer.

De reojo, pudo ver como una figura masculina entraba corriendo en el estacionamiento de su edificio y se escondió detrás de un auto.

Luego de unos segundos, un hombre con expresión enojada se acercó a él.

- Hey – llamó con voz agitada – ¿has visto a alguien pasar por aquí? –

Dio una última fumada y lanzó la colilla lejos, señalando al parque de enfrente con su dedo índice.

El hombre corrió sin esperar más respuesta, y una chica pasó siguiendo sus pasos unos segundos después.

Se levantó para caminar a la entrada cuando escuchó a quien creía era el hombre en cuestión, chistar tras el auto.

Giró con duda, no pudiendo distinguir a nadie en la oscuridad

Iba a regresar a su camino cuando escuchó una voz.

- Hey, amigo – llamaron en un susurro.

Giró nuevamente encontrando la cabeza de un chico azabache de cabello largo y desordenado asomándose de su escondite.

- ¿Sí? –

- Gracias por eso – dijo con una sonrisa, dejando salir su cuerpo completo.

Habría estado deslumbrado por la brillante sonrisa del chico, pues era perfecta, pero sólo pudo concentrarse en que solamente vestía un pantalón a medio abrochar y sus zapatos.

- ¿Estás bien? –

El desconocido frunció el ceño antes de mirar su cuerpo, como si acabara de recordar que estaba semidesnudo, y sonrió nuevamente, asintiendo.

- Sólo un pequeño incidente –

- ¿Pequeño incidente? – preguntó con burla.

- Ella dijo que era soltera, ¿bien? – se encogió de hombros – no era mi deber investigar –

Johnny recordó las palabras de sus padres, quienes antes de irse le dieron el más valioso de los consejos: "no confíes en extraños"

- ¿Quieres pasar? – ofreció

- Pero por la escalera de emergencia –

¿Qué era lo peor que podía pasar?

Bueno, adivinen quién es el otro muchacho.

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