Capítulo 11

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Como era de esperarse, Taeyong, en efecto, no había aparecido.

Así que Yuta estaba por su cuenta, sentado en una silla bastante incómoda para su parecer, esperando a que la junta fuera iniciada.

Había un par de personas rodeándolo, luciendo bastante diminutas ante su imponente apariencia.

Incluso había un chico que estaba prácticamente inclinado sobre él, babeando sobre su hombro, recibiendo a cambio miradas despectivas por parte les japonés.

- No va a pasar. Piérdete – murmuró, haciendo al pobre desconocido retroceder en su lugar.

- Buenas tardes – vociferó el chino, llamando la atención de los presentes – primero que nada, quiero agradecer a todos ustedes por regalarnos su valioso tiempo en pro de la ecología – los miró a todos con una sonrisa – les juro que no van a arrepentirse –

Giró un pizarrón el que se mostraba el título de "los tres pasos para el verde" en letras llamativas y de colores vibrantes.

- Nuestra primera tarea – señaló al número uno – es idear un plan para la recolección de fondos – suspiró decepcionado – la escuela no cuenta con los suficientes para aportar a la causa, así que tenemos que encargarnos por nosotros mismos ¿Alguien tiene una idea? –

- Podemos vender pasteles – sugirió Wendy, una chica al frente.

- Lamentablemente, eso también implica gastos – respondió Seulgi, una de las responsables del comité.

- ¿Lavar autos? – sugirió otro chico al centro del salón – oh, el impacto ambiental – dijo más para sí mismo.

Repentinamente, todos guardaron silencio, tratando de identificar de dónde provenía el inconfundible sonido del teclado de un teléfono.

Era Yuta.

- Hey – llamó SiCheng – puedes saltarte esta reunión, realmente no tienes que estar aquí. Te llamaremos cuando tengamos los árboles – pidió lo más amable que pudo.

El japonés alzó el dedo índice frente a él para que guardara silencio.

- Yuta, en serio no... - se interrumpió por el sonido de su propio celular.

Avergonzado, se disculpó para revisar la notificación. Tan pronto la leyó, frunció el ceño y levantó la mirada de nuevo.

- Yuta – negó – esto es demasiado. No podemos aceptarlo –

- ¿Quién te dijo que fui yo? – se encogió de hombros.

Renjun, otro miembro del comité, se asomó a ver la pantalla del teléfono de su amigo y abrió la boca, impresionado.

Era una generosa trasferencia bancaria.

- ¿A nombre de quién está la donación? –

El mayor carraspeó avergonzado antes de leerlo en voz alta.

– "Para mi ángel SiCheng" –

- Supongo que nunca lo sabremos – sonrió el japonés.

- Bueno – siguió el otro – ya tenemos la mitad. Ahora será menos difícil conseguir el resto –

- Es pan comido – sonrió el mayor, poniéndose de pie para tomar una foto al pizarrón.

- ¿Qué haces? – preguntó Renjun.

- Enviaré esto a mi padre para que lo publique en la cuenta oficial de sus redes sociales y sus conocidos lo vean – respondió con la vista en su celular – esas personas siempre buscan dónde vaciar sus carteras –

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