Capítulo 16

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SiCheng gritaba indicaciones a la vez que leía la tabla de escribir en sus manos.

Todo el mundo cargaba árboles, palas y composta, moviéndose a toda prisa de un lado a otro.

- Hola – saludó una voz baja tras él, haciéndolo girarse.

- Yuta – lo miró sorprendido – pensé que te había sucedido algo – dijo casi aliviado.

- ¿Por qué pensaste eso? – rió.

- Bueno – rascó su cabeza – desapareciste desde el lunes. Al principio pensé que habías tenido un accidente, pero Johnny y Tae tampoco estaban, así que sólo supuse que estaban haciendo algo raro juntos –

- ¿Eso te molesta? – preguntó inseguro.

- En absoluto – negó, tomando un paquete de un montón – aquí tienes tu playera. Póntela para que el resto pueda identificarte –

El otro la aceptó sonriente.

- Escucha – se acercó más – sobre aquella tarde... –

SiCheng suspiró pesado.

– Seré honesto contigo – interrumpió el chino, mirándolo a los ojos – desde un principio, no esperaba que aparecieras, así que le pedí también a Kun que me acompañara –

- ¿No estás molesto? – preguntó, intentando alejar las ganas de preguntar por el otro chico en su lugar para no desviarse del tema.

- Lo estaba – admitió – pero luego no apareciste por días. Me preocupé y lo demás dejó de importar – rió avergonzado.

- No tienes que preocuparte – sonrió dulce – estaré aquí siempre que lo necesites –

El chino se sonrojó y aclaró su garganta.

- Y, ¿vienes solo? –

- No – señaló al chico que miraba a todos lados desinteresado – Taeyong vino conmigo –

- Taeyong – saludó, llamando su atención – toma tu playera – dijo entregándosela.

El mencionado miró el objeto entre sus manos y frunció el ceño.

- No voy a ponerme esto – negó, tratando de devolvérsela.

- Lo harás si no quieres llenar esa de composta – sonrió.

Eso bastó para que el otro se despojara de su camisa frente a todos y vistiera la cosa ridícula que el menor le había entregado.

- Bien – sujetó los hombros del japonés y le dio media vuelta – tomen un árbol de por allá, una pala y suban al camión –

- Como digas, jefe – respondió caminando decidido, seguido por Taeyong, quien refunfuñaba molesto.

Al menos habían aparecido.







- ¿Qué te pasó en el cuello? – preguntó Donghyuck, señalando una marca sobre éste.

- Me picaron los mosquitos – palmeó su mano – no toques, me da comezón –

- Ah, cierto – asintió como recordando – la montaña –

- ¿Lo sabías? – giró a verlo.

- A Yuta le gusta ir – se encogió de hombros – pero solamente ha logrado que Tae lo acompañe por tanto tiempo. Y ahora también te arrastraron a ti –

- Ni lo digas – bufó – pasamos ahí tres días. No sé cómo sobrevivimos –

Donghyuck lo estudió curioso.

- Y, ¿cómo estuvo? – preguntó de la nada.

Johnny lo meditó. Realmente no había pensado en eso hasta ahora.

- De hecho – lo miró de nuevo – fue muy divertido. Al principio no me sentía muy convencido, pero los chicos me enseñaron a hacer una fogata, a hacer senderismo, escalar, asar carne, me obligaron a ducharme en el lago y me despertaron todas las madrugadas para ver las estrellas – recordó nostálgico – eran hermosas –

El moreno sonrió enternecido.

- ¿Se parecían a mí? – bromeó, revoloteando sus pestañas.

- Se parecían a ti – confirmó, para sorpresa del otro.

Éste de repente se quedó callado y tomó nuevamente su lápiz, concentrándose en los problemas que el otro le había indicado resolver.

Pasó un rato hasta que se dio cuenta que lo observaba.

- ¿Qué? – preguntó a la defensiva.

- ¿Ahora vas a asustarte? – rió – haces todo lo posible para gustarme y, cuando respondo, sólo te alejas –

- No estoy asustado – negó – sólo me sorprende haberlo logrado tan rápido –

- Como sea – dijo volviendo a su lectura.

- John – llamó con tono de reproche.

- Haechan – se giró hacia él – ¿qué quieres ahora? –

El castaño hizo un puchero.

- Aún no quieres besarme –

- Donghyuck – se acercó lento – yo siempre quiero besarte –

Se inclinó más en su dirección y, cuando estuvo a punto de hacerlo, el menor se levantó de golpe.

- Espera – pidió.

Corrió hacia la ventana y cerró la cortina, haciendo que la habitación quedara a oscuras. Luego, corrió hacia el apagador y presionó un botón que hizo que una lámpara especial girara, llenando de estrellas y planetas la habitación. Después corrió al baño y salió de él con un pequeño rociador en sus manos.

Se sentó recuperando el aliento, agitó el pequeño frasco y lo roció en su boca, para después hacer lo mismo en la boca del mayor.

- Listo – sonrió brillante – ahora sí será perfecto –

Johnny sintió una extraña calidez invadir su cuerpo antes de acercarse una vez más y, esta vez, tomarlo en el mejor beso que había dado en su vida.

El más especial.

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