CAPÍTULO 1

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Aaron
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Conduzco por estas calles donde crecí, estas que están llenas de recuerdos dolorosos y agradables. Algunos se me han escapado, pero cuando estoy bajo los ataques psicóticos todo se anima, y vuelvo a verlos.

Piso freno después de parquear frente al enorme edificio con grandes letras azules que denominan la "Organización Mendoza Derno".

Usando el ticket que me fue entregado esta mañana, logro pasar los guardias que se encuentran cerca de cada ascensor. Subo hasta el cuarto piso y sigo las indicaciones de la tarjeta. Estas me hicieron terminar en una gran sala con un pequeño grupo de al menos diez personas.

—Buenas noches, perdón por llegar tarde—hablo al estar lo suficientemente cerca como para ser oído.

—¿Qué? ¿Te drogabas antes de venir?—replica una chica de cabello azul y corto, tez blanca y con una apariencia se drogadicta con estilo.

—¿A ti, qué carajos te importa?—replico.

—¡Vaya manera de empezar!—agrega un tipo trentón, con una presencia destruida por drogas; con los ojos tan entrecerrados y rojos, que parece lucifer en cuerpo de un humano.

Claro, no sé cómo es lucifer, pero debe ser drogadicto con los ojos rojos. Es un rebelde, ¿Por qué no se drogaría?

Llegas justo a tiempo, ¡toma asiento, por favor!—Me habla amablemente una chica de unos veinticinco, quien me da la sensación de ser la psicóloga, ya que es la única que se ve totalmente cuerda. Es muy atractiva, sin duda, su belleza nos inspirará a echarle más ganas a las terapias.

Tomo asiento en la última silla restante, las cuales están formando un círculo y me tocó justo al lado de la del cabello azul.

Por otro lado, hay una chica rubia que se ha dedicado a verme desde que llegué; debo decir que es muy bonita. Es alta y delgada, y su forma de vestir le da un toque malévolo, es realmente atractiva.

—¡Empecemos!—exclama la psicóloga  interrumpiendo mis pensamientos—podríamos empezar con una breve presentación, yo soy Gina, ¿ustedes son?

—Mia—responde la chica de mi lado.

—Gerald—agrega un hombre de mal carácter, que pareciera traer unos cien kilos de cocaína en el estómago.

—Carol—dice la chica rubia, que me observaba hace un momento. No puedo creer que sea parte de este asqueroso mundo de drogadictos.

—Valeria—responde otra chica de piel canela. Su pelo parece un gran árbol, ¡es una hermosa drogadicta!

—Mi...Michelle—agrega otra chica, que no para de temblar. Por eso pienso que es mejor drogarse antes de ir a cualquier lugar, para no estar en ese estado. ¡Dios santo! temblar en pleno verano en público es sumamente vergonzoso.

—Keith, james y blake— agregó otro chico pelirrojo, que al parecer presentó a sus amigos mudos o asociales.

—Michael—agregó el lucifer en persona.

—Aaron—agrego de último.

La psicóloga sonríe y apunta no sé qué, en su libreta. Este lugar es muy enorme para tener tan pocos pacientes, aquí podrían asistir al menos doscientas personas y sobraría espacio.

—Bien, sean todos bienvenidos al grupo de apoyo OMD...

—¿OMD? ¿Oh mi droga?—tontea la chica peliazul.

Inevitablemente, todos nos reímos de su chiste malo, bueno, no fue malo, porque sí da risa. Pero la psicóloga debió pensar que con los drogadictos no se puede.

MEPHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora