Carol
------------------------------------------------------------—¿Qué hizo la nenita nueva?
—No te importa—Se limita a decir la oficial que me lleva casi arrastrada a mi nueva celda.
—¡Vamos, Yari! ¡no seas así!—Insiste una priosionera chismosa con cara de perra. Todo está cerrado, no entiendo qué hace ella afuera.
No hace falta decir que tengo mucho miedo, más de lo que debería. Estoy rodeada de asesinas, ladronas, personas despiadadas que querrán aprovecharse de la nueva.
«Cazas o te cazan» fue lo que me dijo la chica del vestidor antes de pasarme este horrible uniforme amarillo.
Después de recorrer largos pasillos, abrir y cerrar puertas con grandes barrotes, subimos unas escaleras a un segundo piso y empieza el conteo de celdas a partir del cinco, ya que del lado contrario de dónde me están llevando hay otras. Mis manos sudan y tiemblan, mis piernas se debilitan al ver todas estas mujeres acercarse a los barrotes al verme pasar. Son de esas personas que sus miradas reflejan sicariedad y maldad pura.
—¡Entra!—me ordena la oficial señalando con un bastón eléctrico la celda número nueve con dos camas de esas de dos pisos con un espacio bastante reducido donde apenas se puede bajar de la cama. No quiero, no quiero entrar ahí. Mis lágrimas empiezan a inundar mis ojos y mejillas, me empieza a costar respirar, mi vista está borrosa y siento que quiero desaparecer. De pronto, soy empujada hacia dentro y caigo golpeando contra la pequeña caja de plástico que sostenía. La puerta de los barrotes es cerrada y estoy atrapada junto a tres mujeres probablemente asesinas y simplemente quiero quedarme en el piso y desangrarme a través del pequeño corte que me hice al caer.
¡Vamos, Carol, no bajes la guardia!
Darme apoyo a mí misma, siempre ha sido mi fuerte.
Me levanto lentamente dándome cuenta que una chica me está dando la mano para terminar de levantarme. Su mirada es distinta a la que debería tener una prisionera, es dulce y es hermosa. Con una media sonrisa insiste en ayudarme extendiendo más su brazo. Lo acepto dudosa, quizás sea muy imprudente confiar en una de estas personas, pero ya está.
Una vez de pie, aprieto los labios con una leve sonrisa mostrando gratitud.
Ella regresa a su cama y ahora estoy parada en el centro con una cajita plástica en mano sin saber cómo actuar.
—Ammm, hola—digo con una sonrisa forzosa y nerviosa.
Silencio incómodo.
—¿Crees que estás en tu primer día de instituto?—pregunta una señora de unos cuarenta tal vez. Ella comparte cama con otra chica que está actualmente dormida en el segundo plano o piso, no sé cómo le dicen a estas camas.
—Perdón—me limito a decir usando la mini escalera para subir a lo que aparentemente es mi cama.
Ya es casi de noche o quizás ya lo es. Fui al juicio a las cinco de la tarde y el proceso de tomarme fotos, que me revisen hasta el culo tomó bastante tiempo.
Ni siquiera tengo una sábana con la que taparme, el colchón está más delgado que mis ganas de vivir, el parecido olor a caca de perro está que mata aquí a dentro. Me hago bolita con mis brazos entre mis piernas y mis rodillas casi junto a mi pecho.
La sensación de que estoy atrapada me captura otra vez. Los pensamientos de mi abuela sin mi allá afuera me paralizan, y para rematar, la voz de aquel juez calvo resuena en mi mente e inevitablemente rompo en llanto nuevamente. Mis mejillas arden y mi nariz gotea mocos líquidos. Trato de contenerme para no hacer ruido y simplemente no puedo, mis labios tiemblan no puedo, no puedo hacer esto sola.
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MEPH
Teen FictionMeph, podría decirse que es el himno de las drogas, mismo que suena en toda esta historia llena de sustancias prohibidas y dañinas. Las cuales son como un bálsamo para el dolor de los personajes. Un lugar en el cual reina lo que no debe hacerse, acc...