CAPÍTULO 7

1.7K 222 77
                                    

—¿Y cómo te fue en tu clase de canto? 

Podía responder esa pregunta de dos formas: con la verdad o con una mentira. 

Si decidía mentir, que era algo que estaba intentando erradicar de mi vocabulario, probablemente hubiera dicho que todo estuvo perfecto.

Pero la realidad había sido otra.  

—Pésimo —repliqué después de bufar con desgano. Mamá estaba preparando la comida y yo le ayudaba a licuar ingredientes—. Sé que Penny no va a decírmelo ahora por su política de "la primera clase no determina nada" pero ya me estoy haciendo a la idea de que esto no es para mí. 

—Vamos, linda, no pudo ser tan malo. 

—Mamá —Dejé la tapa de la licuadora a un lado para voltear a verla— sonaba como un cerdo dando a luz. 

—Nunca has escuchado a los cerdos dar a luz. 

—Pero probablemente me oía peor —aseveré—. Hubieras visto la cara de Penny, seguro tendrá pesadillas esta noche. 

Apreté el botón del número 7, en la intensidad más baja. La idea era que la salsa de cacahuate quedara algo espesa. Íbamos a cocinarla con chuletas de cerdo ahumadas y verdura al vapor. Yo misma las había cortado en trozos grandes para darle un aspecto estético al platillo. 

—Bueno, creo que deberías intentarlo un par de veces más —Mamá me aconsejó luego de que el ruido hubiera cesado—. No puedes darte por vencida tan fácil. 

—No, no me estoy dando por vencida tan fácil —corregí, elevando mi dedo índice justo frente a mi rostro—. Estoy aceptando mi destino. 

Mamá comenzó a reír. 

—Bien, no aceptes tu destino tan rápido. En una de esas, puede que te sorprendas. 

Estaba siendo muy optimista. Pero su optimismo no funcionaba para mí. Si teníamos herencia musical, yo no recibí ni una sola pizca. Lo digo en serio. Además, nunca me llamó la atención particularmente. Me gustaba escuchar canciones de mis grupos preferidos, o esas que me ayudaban a conciliar el sueño, pero nada más. 

—¿Crees que debo esperar?

—Los fines de semana son aburridos en casa —Mamá dijo moviendo un poco la sartén para hacer que las chuletas no se pegaran—. De alguna forma te estás entreteniendo, ¿no? Además, Penny se ve tan ilusionada con esto. 

En efecto. Se encontraba más entusiasmada que yo. Cuando llegué a la Iglesia me saludó más animada que de costumbre y comenzó a platicarme un poco de su trayectoria como aprendiz autodidacta. No voy a mentir, me impresionó demasiado todo lo que me contó acerca de cómo fue ganando habilidad por sí misma, porque sentía que realmente le apasionaba lo que hacía y, aunque un que otro profesor de música le dijo que no llegaría a ninguna parte, ella no cedió a rendirse. Más bien, tomó esas críticas como su motivación para continuar intentando en medio de tanto desánimo. 

Y ahora Penny añoraba, con todas sus fuerzas, ver el progreso de alguien a quien estuviera enseñando, porque no quería que se repitiera la misma historia, ni ser partícipe del desaliento. 

Debió ser bastante duro para ella todo ese proceso. 

—Pero ¿qué tiene que ver aquí lo que sienta ella? —inquirí un tanto irritada—. ¡Yo soy a la que encerraron en este calabozo de muerte! 

—Ay, Chiara, pero si cantar no es nada terrible —Mamá dijo mientras le bajaba el volumen a la lumbre—. Es una práctica que alimenta el alma, como cualquier otro tipo de arte. Además, nadie te metió en ningún lugar. Tú fuiste quien le sugirió darte clases en primer lugar, ¿o me equivoco?

Long Game [Primer borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora