CAPÍTULO 13

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En algún lugar escuché que cuando te sientes atraído por alguien, de manera inconsciente terminas adoptando gustos, formas de dirigirte hacia la gente e incluso las manías de esa persona.

Y sí, básicamente terminé yendo al Taekwondo porque en mi subconsciente tenía la idea de que a Chandler le gustaba otra de las grandes artes marciales: el Karate. Ahora entiendo el por qué se me hizo muy sencillo recurrir a ese deporte.  

Desde muy pequeña recuerdo que, cuando iba de visita a su casa, lo encontraba viendo una película con Bruce Lee en la televisión. Incluso su madre, ante tal fanatismo, decidió inscribirlo a clases de artes marciales apenas cumplió los trece años.

A partir de entonces, de alguna manera estábamos obligados a asistir a sus torneos.

Por esa razón aquella tarde-noche de Julio no fue tan extraño para nosotros recibir la invitación, y al parecer todas las piezas se acomodaron de manera que nos encontrábamos libres de cualquier actividad el resto del día.

Me gustaba ir, como sea. Encontraba muy emocionante estar alrededor de un público apasionado. Gente conversando sobre lo que ocurría en la plataforma, gritando cuando llegaba el clímax del combate y peleándose de maneras muy graciosas durante los recesos. No era mi ambiente preferido, pero me parecía un buen plan para algunas ocasiones.

Ese día Chandler estaba bastante nervioso porque se trataba de un evento muy importante para su carrera dentro de la academia. Muy pocos eran considerados para participar por el karateka de oro, y la gracia justamente cayó encima de Chandler, con todo el peso de la responsabilidad. Supongo que la presión también se derivó a que en ese combate él era la cara de su escuela. Su triunfo en el torneo significaba que él ganaría la satisfacción de ser el primer lugar dentro de las listas nacionales; y ellos, más gente deseosa de llegar a ser el próximo campeón.

Cuando llegamos al lugar del evento ya casi todos los asientos estaban ocupados. Un par de muchachos desastrosos lanzaban palomitas de maíz a las personas que estaban enfrente de ellos, al mismo tiempo que un grupo de niñas ruidosas se reían como si todo el mundo hubiera querido escucharlas. También había algunos ancianos sentados en la primera fila, que miraban a las enormes pantallas de los extremos mientras bebían refresco, completamente tranquilos.

Eye of the tiger estaba siendo reproducida a través de las bocinas ubicadas en alguna parte del auditorio, y los que la conocían cantaban con la pista, pero eran minoría. En realidad casi todos gritaban, conversaban en voz alta o comían alguna botana.

La academia de Chandler nos reservó un par de asientos en las filas intermedias y gracias a Dios pudimos quedarnos juntas ambas familias.
Ya podía sentir la emoción dentro de mi pecho, como que la influencia de las personas y la competencia en general hicieron que me adaptara bastante rápido.

—¡Mira, la mascota de la academia está haciendo break dance! —André señaló hacia el ring con una sonrisa—. ¡Mamá, déjame ir a verlo más cerca, por favor!

—Recuerda que Chandler nos pidió guardar distancia por… —Las palabras de la Señora Dumont fueron interrumpidas por un sujeto que había tacleado al hombre con botarga que intentaba animar al público. El animal que traía encima era un tipo de jaguar gris—. Eso precisamente —Señaló al área en cuestión.

—¡Boom! ¡¿Viste eso?! —exclamó el niño sosteniendo sus orejas—. ¡Fue épico!

—¡Casi le saca la cabeza! —declaró Junie, sorprendida.

Long Game [Primer borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora