El día en que me di cuenta de mis sentimientos por Chandler Dumont, los dos estábamos en el tejado de mi casa observando las estrellas. Era una noche fría en la capital de Hopeville, pues el invierno se aproximaba, pero en realidad no importó mucho en ese momento. Nuestros ojos fueron captados por aquellos puntos blancos y destellantes, ubicados en el cielo de manera estratégica para formar una rosa gigante. Chandler tarareaba una melodía que traía pegada en la cabeza, y yo solo intentaba concentrarme en unir los puntos de la rosa con una línea imaginaria.
—Me encanta la vista —mencionó antes de respirar hondo—. Y el clima es perfecto.
Yo simplemente asentí con la cabeza, pero no respondí nada de manera audible. No me preocupó demasiado porque alcanzó a observarme cuando contesté.
—¿No te gustaría poder volar así? —preguntó. Estaba sonriendo con una tranquilidad inmensa, y estiraba los brazos señalando la ciudad—. Como Peter Pan y Wendy.
—Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer —contesté citando las palabras de J. M. Barrie—. Sí, lo he pensado. Y tengo la corazonada de que sería algo maravilloso.
Chandler volteó a verme todavía sonriendo, sujetó mi mano con la suya —que estaba cálida a pesar del clima— y recargó su cabeza en el tejado. Se veía extremadamente guapo, pero yo era demasiado joven para darme cuenta de esos detalles que tanto le quitan el aliento a las chicas de edades más avanzadas.
Aquel día llevaba puesta una playera blanca completamente lisa, unos pantalones de mezclilla oscuros, su ordinaria chamarra negra con capucha y unos vans del mismo color. Su cabello casi no se alcanzaba a percibir por la oscuridad del exterior, pero era castaño con algunos mechones naturalmente dorados. Los ojos, verdes. El color de su piel, blanca. Unas cejas semi pobladas, nariz respingada, y esos característicos hoyuelos que se le formaban en sus mejillas cada vez que sonreía, resaltaban su rostro de una manera muy particular.
La luz de la luna era opacada por el brillo tan encantador que desprendían sus ojos cada vez que algo le agradaba, como todo el paisaje que Dios nos había presentado aquella noche.
Aunque la transición de mi corazón a volcarse de amor por él había sucedido de manera lenta y natural, pude identificar sin temor a equivocarme que el parteaguas de esta historia ocurrió justamente ahí. Las cosas dieron un giro tan radical en mi cabeza, que después de ese día no pude volver a mirarlo igual.
Chandler era el hermano mayor de mi mejor amiga, nos conocimos desde que tenía 5 años. Ni siquiera nos presentaron propiamente, en realidad crecí sabiendo perfectamente a quién tenía frente a mí, con un par de metros de diferencia en la altura, claro. Jugamos, asistimos mutuamente a nuestros cumpleaños, íbamos al cine en medio de una bola de gente —cuya gran mayoría eran amigos suyos— y siempre platicábamos de todo. Podría decir que, además de su familia, yo era la única persona que conocía a Chandler de pies a cabeza, al derecho y al revés.
Aunque yo siempre fui una persona muy reservada, pues pensaba que los temas de conversación que yo pudiera tener a esa edad no le iban a interesar a un joven en sus últimos años de secundaria, él trataba de entender un poquito más acerca de mi mundo. Incluso si eso significaba tener que escuchar cosas acerca de caricaturas, viajes al espacio y cuentos de hadas llenos de historias de amor poco creíbles.
Me trataba como a una hermana pequeña. Y creo que hasta ese momento no tuve ningún inconveniente con ello.
Disfrutaba mucho estando junto a los Dumont —eso también incluía a sus primos, tíos y abuelos— durante todo el tiempo que me fuera posible. Me hacían sentir la calidez de hogar propia de un miembro de su familia, y yo solo sabía que quería pertenecer a ellos para toda la vida.
—A veces me pregunto si el mundo allá arriba se ve tan extraordinario como nosotros lo percibimos desde aquí —comentó luego de dar un suspiro largo.
—Seguramente, pero pienso que quizá sea mucho mejor.
—Entonces me parece que está decidido.
—¿Qué? —Le pregunté sonriendo, completamente fascinada y expectante de lo que fuera a decir.
—Algún día tú y yo vamos a volar en el cielo —replicó girando su cabeza hacia mi dirección, mirándome directo a los ojos—. Perseguiremos las estrellas como Peter Pan y Wendy, y estaremos perfectamente bien.
✧━━━✧━━━✧
Volvimos abordo, amiguitos. :)
ESTÁS LEYENDO
Long Game [Primer borrador]
RomansaHISTORIA PUBLICADA POR PRIMERA VEZ EL 06/06/2020 [Apta para todo público.] ¿Ella? Chiara Russo. ¿Él? Chandler Dumont. ¿Situación? Chandler es el hermano de su mejor amiga y Chiara se dio cuenta que está enamorada de él. ¿Mayor problema? Una diferenc...