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XVIII

Inseguridades

Petter

Llegué al bar de ayer, sé que este es el lugar adecuado, porque recuerdo vagamente que me dijo que tenía familia ahí.

Así que hay que aprovechar las situaciones.

¿Que situaciones?

Si estoy que me hago en los pantalones del nerviosismo.

Entré al bar que por las mañana estaba siendo una especie de cafetería que también se podía jugar billar.

Me acerqué a la barra donde habían dos hombres atendiendo.

—Buenos días, ¿Sabe donde puedo a encontrar a Fanny? —le pregunté a uno de los hombres.

—Oh, busca a Stephanie. Si, ella creo que salió. ¿De parte de quién?

—Eh...soy Petter. No sé si me ha mencionado, lo dudo —dije yo arrastrando las palabras.

—¿Eres Pet? —lo miré con confusión.

—Bueno...si, así me llaman.

—Fanny fue a su casa, muchacho —dijo señalándome y agrandé los ojos.

—¿Que?

—Si, dice que se le había quedado cosas y no sé qué más.

—Eh...gracias —dije y salí del lugar cogiendo el mismo taxi que me esperaba.

Nos dirigimos a mi departamento, pagué bajándome del auto y cogí el ascensor. Cuando salí encontré el rostro que me había parecido increíblemente hermoso cuando lo vi por primera vez.

Su cabello estaba suelto, le llegaba por los hombros en leves ondas. Su piel canela era liza, sin ningún rasguño, ni grano. Esos lindos ojos estaban mirando a un punto fijo perdida en pensamientos, mientras que un cigarrillo estaba siendo calado por sus gruesos labios.

Estaba recostada de la puerta, como si esperara a alguien. Y no puedo creer que ese alguien sea yo.

Mis manos empezaron a sudar y el corazón se me aceleró. Detesto mi inseguridad con chicas, pero desgraciadamente la tengo desde que descubrí que el ser humano se excita. Y es muy jodido tenerle pánico a algo que quieres tocar todo el maldito día, semana y mes de tu vida.

Malditas inseguridades.

Ella alzó la vista notándome parado ahí sin hacer nada.

Haz algo, imbécil.

Ella me dió una leve sonrisa—Hola, vine a recoger mi celular, se me quedó. Y creo que también un brassier —dijo lo último divertida, escuché su voz, no era ni gruesa, ni fina, era un entremedio en una melodía suave.

—Cla-Claro.

—¿Vives solo? —preguntó frunciendo sus perfectas cejas mientras yo me acercaba a la puerta intentando calmarme.

—No, vivo con mi madre. Solo que se la pasa trabajando —dije tratando de calmarme, cosa que trataba, no me salía tan mal después de todo.

Ella iba a entrar pero se detuvo para aplastar el cigarrillo en el suelo.

Le ofrecí la puerta y me sonrió entrando al apartamento.

Yo conté hasta diez mentalmente y suspiré para después entrar.

Cerré a mis espaldas y se quedó mirando el apartamento.

—Es bonito, ayer no lo vi bien por la oscuridad.

Mi Enamorada Secreta ✔️ [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora