Capitulo 15

250 6 1
                                    

Me encontraba tocando su cuerpo, su voz a lo lejos decía que el amor era un camino peligroso, la letra de una de mis canciones preferidas, pero no. Me negaba a volver a ser ese tipo de hombre otra vez, el aire se volvía pesado, el humo se apoderaba de toda la habitación, no podía verla pero sentía su mirada sobre mi cuerpo. Desnudo y atado en una cama de hotel barato con olor a cenizas y restos de un coito pecaminoso. Intentaba moverme pero las sogas lastimaban mis muñecas, por más que intentara, estaba atrapado física y emocionalmente en su juego malvado. Vestía un traje de encaje negro y morado, un cinturón de hebilla gruesa golpeaba su palma izquierda, con pasos lentos y seductores se acercó a mis piernas abiertas. Iba a castigarme, como un animal dentro de un matadero, iba a correr sangre por estas sabanas baratas y eso no me molestaba en lo absoluto. Ningún dolor se comparaba con el de su piel lejos de la mía, merecía cada castigo, estaba totalmente entregado, sufriría lo necesario con tal de disfrutar un segundo más de su paraíso. Vendería mi alma al diablo, entregaría todos mis millones, renunciaría a todos mis placeres sólo por ella. 

El primer golpe fue doloroso, cerré los ojos para aguantar mi castigo. En el segundo golpe la sangre empezó a correr por mi piel, su enorme y puntiaguda lengua se encargo de succionarla, carne fresca para su deleite. En el tercer golpe una lágrima cayo por mi mejilla, ahora se encontraba encima de mi, frotándose como una gata en celo. Tomo mi miembro con ambas manos y lo masturbo hasta lograr una erección, lo introdujo en su cuerpo hasta el fondo. Mientras sus caderas se movían, y de su boca salían gemidos y gritos de placer, tres mujeres entraron en escena. Todas ligeras de ropa, todas buscando devorar un poco de mi cuerpo. 

Besaron los labios de Antonella, compartieron un juego de lenguas que profundizo mi erección, una morocha ubico su vagina en mi boca, me pidió que se la chupara, una pelirroja se encargaba de hacer lo mismo pero con mis testículos y la ultima mujer, sentada de espaldas a mi rostro acariciaba los senos de mi amada, llenaba de saliva sus labios y parte de su cuello. Estaba en el infierno gozando y sufriendo a la vez, golpes, embestidas duras, sexo oral, fluidos, gemidos, muchachas hermosas generándose placer. Pero como todo lo que sube, por leyes de la gravedad, termina hecho pedazos sobre el suelo, las cuatro mujeres llegaron al orgasmo, compartieron mis restos de semen entre sus bocas y me dejaron. Solo, atado, adolorido y con un libido satisfecho ¿Eso era lo que tanto anhelaba en esta vida? La respuesta claramente era que no. Con el correr de las horas pensé que alguien vendría a rescatarme, las sogas estaban muy ajustadas como para liberarme solo, empezaba a hacer frió en esta habitación, ¿ Y de qué me servia el sexo si después no podría dormir abrazado a su cuello y aspirando su indiscutible aroma? Había cambiado, ya no quería una amante en mi vida, quería alguien a quien amar y esa persona fue, es y siempre será Antonella. 

Desperté de mi sueño con el cuerpo más que transpirado, enredado entre las frías sabanas de mi alcoba, mi teléfono, como todos los días, explotaba de notificaciones pero yo no estaba de humor para hablar con nadie. Otro día más hundido en mi depresión, otro día donde los demonios de mi cabeza se encargaban de golpearme. Otro día descubriendo que mi vida era completamente vacía, que solamente la gente se acercaba a mi por mi fama y mi dinero, otro día en el que no escuchaba su risa o los gritos de su amiga al teléfono. Otro día en el que no me tocaba asear los platos, otro día sin ser otro día. 

— Abel me importa una mierda si estas drogándote o cogiendo con cualquier  prostituta pero tienes responsabilidades y ahora todos en la discográfica me tratan como la mierda porque tu no apareces. Si no quieres verme habla con tu secretaria para que te diga los horarios en los que no estoy pero por favor asume tus responsabilidades. 

Sonaba furiosa, su voz era distinta a la que había conocido, nunca antes la había escuchado maldecir, tratarme con desprecio, siempre en sus ojos encontraba amor, compresión y sobre todo ternura. Había logrado que ella me odiara, sólo por tocar la vagina de la prostituta de Bella, había logrado tirar a la basura tantos meses de completo idilio terrenal. Pero iba a tratar de recuperarla, me lave los dientes, me di una ducha de agua fría y conduje hasta su casa, no soportaba un segundo más sin ella.

Las calles se hicieron más largas, el trafico no cooperaba con mi ansiedad, compré el ramo de rosas más grande que había en la ciudad, el anillo de compromiso aguardaba en mi bolsillo si me daba una segunda oportunidad iba a casarme con ella. Bajarle el mundo en un abrir y cerrar de ojos, el ascensor llegó a su piso, toque la puerta y con las manos sudadas espere su respuesta. Tan hermosa como siempre, descalza y con una vieja remera mía que usaba de pijama. 

— Abel ¿Qué haces aquí? ¿Estas drogado otra vez?

— No... Hace tres meses que no consumo ningún tipo de droga, estoy aquí porque te amo y quiero recuperarte.

— ¿Qué haces? Levántate.— Arrodillado en su puerta, con el ramo de rosas blancas en alto. 

— Soy un imbécil, la cague pero no quiero perderte, no quiero volver a mi antigua vida.

— Abel yo...

— Te lo repetiré las veces que sea necesario para que lo entiendas, yo te amo, amo nuestra vida juntos, amo cocinarte, amo verte discutir con la lavadora, eres perfecta, eres tan perfecta que no mereces la mierda de hombre que soy. Pero aún así moriría por ti, viviría por ti, arrasaría montañas si eso te trae a mis brazos una vez más. Y Bella... Ella nunca significo nada para mi, antes de conocerte era un hombre vació, superficial, era una mierda. Tu me diste una razón para querer formar una familia, tu me haz enseñado...— Se arrodillo frente a mi, sus ojos estaban llenos de lágrimas al igual que los míos, la punta de su nariz estaba roja, jamás me perdonaría haberla hecho llorar. 

— No puedo.. Intente olvidarte pero no puedo hacerlo Abel. 

— No me olvides, este es el lugar donde pertenezco y me niego a dejarlo ir. 

— Ay Abel.— Su cuerpo se tiro encima del mio, el calor de sus brazos apagaba el frió de mi cuerpo, nos abrazamos acostados en el suelo por largos minutos. 

— Si quieres irte a Nueva York a seguir tu sueño, puedo comprarte la mejor casa que elijas. 

— Solo quiero que vuelvas a casa.— Nuestro trato fue cerrado con lágrimas y un beso que tanto anhelaba, sus manos en mi rostro, sus piernas abrazando mi espalda. Nos levante del suelo y cerré la puerta, estaba en casa de vuelta. 

— Me encanta que sigas usando mi ropa.

— Hazme el amor, vamos a la cama.

Fue la primera vez que hicimos el amor sin protección, estábamos tan sedientos por recuperar todo el tacto que habíamos perdido durante estos meses que no nos importo. Su vagina estaba tan estrecha, sus dulces gemidos eran mi canción preferida. Acabamos al mismo tiempo y nos quedamos largos minutos viendo nuestros rostros transpirados, jugando con nuestros pulgares, besándonos con mucho ruido, recuperando el tiempo perdido, recuperando la vida. 

— Perdóname por todas las cosas horribles que te dije, no creo que seas un maldito drogadicto...

— Eso no importa, fui un desgraciado contigo tú eres mi princesa, además tengo que admitir que un poco me excita que maldigas.

— ¿Quieres que te cocine algo? ¿O prefieres seguir teniendo sexo?— Sus manos peinaban mis rulos desalineados.

— Quiero que te pongas tu mejor vestido, te llevaré al restaurante más caro de Toronto. Espera ¿Cuál fue la segunda pregunta?

— Yo quería comer tacos... 

— Iremos al restaurante más caro de Toronto y pediremos una torre de patatas fritas con cheedar y tacos con mucho picante. Oh por Dios muero de hambre.

— Te extrañe mucho, no vuelvas a lastimarme así, mi corazon no soportaría volver a perderte. 

— Soy completamente tuyo, ni la modelo más linda del mundo se compararía contigo, ninguna canción que podría escribir seria más hermosa que tu risa, ninguna casa sería un hogar sin ti. 

— Te amo Abel.— Su lengua entro en mi boca, risueña mordiendo mi labio inferior y la punta de mi nariz, sus largas pestañas muy cerca de las mías, estaba completo. La vi pararse desnuda, la vi llamarme con las manos para que entrara a la ducha con ella. Nos bañamos y aunque mi ropa no estaba a su altura, la vi ponerse su mejor vestido color plateado. Los zapatos que le había regalado, aretes de brillantes, los labios de rojo y mascara de pestañas. Estaba mas hermosa que nunca, una estrella de Hollywood y era mi novia y próximamente sería mi esposa. 

Where you belong | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora