FINAL

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No me quiero morir tan joven, el tiempo se acaba y no puedo detenerlo, ahora solo soy una piedra en el zapato de un vagabundo. La cama esta vacía, los millones desaparecen como serpientes satisfechas. Se han llevado todo de mi, el talento, el amor y las ganas de vivir. Ya no recuerdo el camino a casa, me encuentro perdido en una habitación sin salida, la noche esta llegando, la oscuridad avanza a toda velocidad, ya no hay más remedio que la soledad y una muerte llena de cobardía. No, no quiero morir tan joven, no sin antes dar un último beso a mi madre y a la mujer de mis sueños. No quiero morirme sin antes cantar una última canción y mi deseo por ser escuchado, salvado de esta pesadilla que me carcome de a poco los huesos. Mientras más analizo, mientras más intento pelear por cambiar mi destino, más recuerdo aquellos amigos que jamás estuvieron cuando estaba sumergido en una agonía parecida a esta, las mujeres que admiraban mi cuerpo pero que una vez satisfecho su deseo me dejaban inconsciente en el suelo. Los fans, los haters, la mentira y la falsedad, quizá el infierno sea el lugar adecuado para mi exilio. Porque no he sido un hombre perfecto, he sido un bandido en la ciudad de la lujuria, un estafador, un drogadicto y sobre todo una persona mediocre. Abrí y cerré rápidamente los ojos, dando mi última bocanada profunda de aire, unos caballos salvajes corrían en mi dirección. La distancia era cada vez menor ¿Podría ser mi rescate o mi hora final? Los caballos salvajes se aproximan, puedo oírlos, puedo olerlos, están molestos, son el doble de mi tamaño, son brillantes, son todo lo que he perdido en esta vida de porcelana. Los caballos corren, como el agua de un río, corren hacia mi y no tengo otra escapatoria... Rece mis ultimas palabras a Dios y deje que el diablo me llevara al lugar donde pertenecía.

— ¿Cariño? Cariño por Dios, despierta ¿Abel? ¿Puedes oírme?— Abrí los ojos, creí estar en el paraíso, su cuerpo desnudo sobre el mio, su rostro lleno de miedo y sus cálidas manos en mi rostro.

— Sabia que volvería a encontrarte.

— No digas estupideces Abel, casi me matas del susto.— Me acunó en sus brazos, solo ahí entendí que todo había sido una pesadilla, estaba en casa, ella era mi casa.

— Soñé que me alejaba para siempre de tu lado. La noche me carcomía la carne y los huesos.

— A partir de ahora, dormiremos con la luz encendida.

— Ja ja ja estoy bien hermosa, tu siempre llegas para salvarme.

— Ay Abel... Eres una persona importante, eres amable, eres exitoso, eres una buena persona y no importa lo que hayas hecho en tu pasado, nada de esa vida de excesos te define porque tu no eres tus errores eres las adversidades que superas.

— ¿Qué me harás de desayunar?— Sus palabras quedaron impregnadas como un tatuaje en mi cerebro, si ella podía ver la mejor versión de mi, estaba satisfecho.

— Iremos a Starbucks estoy antojada de tomar café con caramelo.

— ¿Estas embarazada?

— No Abel, vamos a bañarnos, sólo tengo hambre.

— ¿Puedo embarazarte en la ducha?— Su risa ahuyentaba los demonios de mi cabeza, sus bromas bajo el agua caliente, sus piernas abrazando mi espalda, si, quería llenarla de hijos pero eso no era ninguna novedad para nadie.

***

El día tan esperado había llegado, el espejo reflejaba mi figura, llevaba puesto un traje de más de 15 mil dólares color negro, mis torpes manos acomodaban el moño color plateado que me había elegido mi futura esposa. Estaba ansioso, necesitaba fumar un cigarro pero el aroma arruinaría el atuendo. Mis amigos de la infancia me daban palabras de aliento, era un hombre afortunado. Caminé por el largo pasillo, que separaba el hotel de la limusina, que me llevaría al crucero dónde la gente y mi adorada Antonella me estaban esperando.

Where you belong | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora