Capitulo 16

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Mi Mclaren lleno de su perfume, mi mano en su regazo mientras conducía por las calles de nuestra ciudad, en cada semáforo besaba sus labios, le tocaba los senos y ella aprovechaba para quejarse de mis manos traviesas. Al entrar al restaurante los ojos de todos los comensales se posaron en nosotros, apreté fuerte su mano y caminamos hasta nuestra mesa, conmigo a su lado siempre estaría protegida. La veía comer su plato, la veía ensuciarse con cheedar los dedos, estaba nervioso, tenía mucho miedo de que me rechazaba.

— Ey ¿Qué sucede estás sudando? ¿Es mucho picante?— Con su tenedor comió algunos vegetales de mi plato.
— No... Sólo que...
— ¿Amor? ¿Estás bien?— Se levantó rápidamente de su asiento y se sentó en mi regazo, sus manos acariciaban mi rostro, cerré los ojos para disfrutar un poco más de su cercanía.
— Gorda, mi vida sin ti no tenía sentido. Tengo muchísimo miedo de perderte.
— Estoy aquí, este es tu hogar. Bueno no precisamente este restaurante pero sabes a lo que me refiero.
— ¿Aún me amas? ¿Después de todo lo que te he hecho?
— Creo en tu mirada, tú jamás me haz mentido y sin ti la casa se sentía vacía. No tenía a nadie que limpiara los platos o que me viera depilandome las cejas... Si claro que te amo idiota.
— Vayamos a conocer a tus padres.
— ¿Estás seguro? Mira que la compañía nos necesita,el preestreno del disco de Alex...
— Olvida el trabajo, olvida todo por un segundo y vayamonos de viaje.
— ¿A la playa?— Sus ojos se llenaron de brillo.
— A nadar con los delfines, te compraré el bote de tus sueños.
— No quiero tu dinero, sólo te quiero a ti y alejarme de este frío infernal.
— Levántate quiero enseñarte algo.
— Pero me gusta estar cerca de ti...
— Vamos hermosa, mueve tu hermoso trasero.— Antonella volvió a su asiento, la hora había llegado, el camarero llegó con nuestro champagne, me levanté de mi asiento, llamando nuevamente la atención de todos los hombres y mujeres del restaurante, mi rodilla tocó el suelo, mis manos encontraron la caja morada y en una señal de suplica y rendición absoluta dije...

— Antonella Belén Gonzáles, desde aquella mañana que te conocí en mi oficina supe que eras una mujer diferente, llena de sabiduría, con tus piernas largas y ese tatuaje de universo en tu espalda. Haz convertido el pantano de mi vida en un manantial paradisíaco y no quiero pasar ni un puto segundo más de mi vida lejos de ti. Antonella Belén Gonzáles ¿Aceptarías ser mi esposa? — El mundo dejo de girar, la gente se había petrificado, sus ojos se llenaron de lágrimas.
— Si, si, si. Quiero tu pene en mi boca.— Su cuerpo se lanzo sobre el mío con mucha torpeza, beso cada centímetro de mi rostro, cortándome la respiración, mis manos abrazaban su espalda descubierta, el público aplaudía su respuesta.
— Me haces el hombre más feliz del mundo, jamás volveré a dejar...Espera ¿Qué dijiste?
— Que te amo Abel, te amo tanto, si quiero ser tu esposa.
— No querrás chuparmela frente a todo este público ¿O si?
— Vayamos a casa príncipe de chocolate. Te enseñaré lo que puedo hacer con mi boca.

Mis manos viajaban por su espalda desnuda, sus caderas hacían fricción con mi cuerpo, el sabor de sus labios era digno del Edén, después de tantos meses fuera de casa, el reencuentro fue maravilloso. Me había entregado por completo, a un amor sin restricciones, a una realidad que tenía ganas de vivir, sin falsedades ni amores de una sola noche. Abrazado a su cuerpo, dejando que marcara el ritmo, disfrute cada minuto de su sexo. Sus gemidos retumbaban en nuestra habitación, los vecinos estarían molestos por tanto ruido, pero no nos importó, el amor llamaba a nuestra puerta y lo dejamos pasar. Al igual que la lujuria y los juegos perversos.

Mi miembro golpeaba su clítoris, sus manos esposadas a la cama, la mezcla de mi líquido preseminal y su flujo, mi saliva con su saliva. Mostraba sus dientes, quería morderme, pero ahora yo era su amo.

— QUIERO MORDERTE, DESATAME.

— Grita todo lo que quieras, no te soltaré.

— No quiero que me desates, quiero morder tu piel de chocolate. Ay si mi amor, dame más fuerte, quiero sentirte hasta el fondo. 

— Dime que me amas.— Mis movimientos eran cada vez más rápidos, el sudor caía por mi frente, su piel estaba enrojecida y caliente como la mismísima lava del infierno. 

— No.— Decía traviesa, se reía y gemia como una gata en celo. 

— ¿Cómo que no?— Disminui la velocidad, su cuerpo no estaba satisfecho con mi nuevo ritmo.— Dime que me amas.

— Nop. 

— Dime que te casarás conmigo, que serás mi mujer, que compraremos la casa de tus sueños y viajaremos por el mundo. 

— Estas demasiado romántico señor Tesfaye y no me haz dejado morderte ni un poco. 

— ¿Eres caníbal? No te dare el gusto. 

— Escupeme en la cara.

— Das demasiado ordenes para estar inmovilizada en una cama. 

— Muerde mis pezones. 

— No te dare el gusto "señora Tesfaye".

— Oh claro que lo haras "señor Gonzales". 

Después de nuestra sesión de sexo salvaje, nos quedamos largas horas tirados en la cama, besando las marcas de sus muñecas, mordiendo la piel de su cuello, riendo como unos estúpidos, sus piernas jugaban en la parte alta de mi espalda, sus labios susurraban cosas sucias. Me tome un segundo para admirar sus ojos esmeralda, para mirar nuestro cuarto, para agradecerle a Dios esta segunda oportunidad de vivir la vida que siempre quise. Sus manos acariciaban mi rostro, mis rulos, la punta de mi nariz, era la primera y la unica mujer que admiraba algo más que mi grande pene o mis millones. 

— ¿De veras quieres mudarte de aqui?

— Amo este departamento pero tu mereces una casa un poco mas grande para tus discos, tus libros, un patio para Cesar mi perro. 

— Nuestro perro, pero, no lo se, no quiero vivir en una casa tan grande, no quiero tener cocinera ni alguien que limpie nuestra suciedad. Quiero una vida normal y aburrida con el hombre que más amo en el mundo.

— ¿No quieres tener hijos? Yo quiero darte todo lo que siempre soñaste. 

— Tres, dos niñas y un muchacho. 

— Te daré la familia que desees, aparte la idea de acabar adentro de tu cuerpo es algo que me fascina. 

— Abel... No seas cochino.— Tiraba de mis rulos, generando un dolor soportable. 

— Auch, prométeme que elegiremos una casa que nos guste a ambos. La decoraremos con tus libros favoritos y todos los posters de películas de los sesenta que mas te gusten. 

— Okei, pero solo aceptare porque Cesar merece un parque donde jugar y no dormir en el sofá. 

— ¿Quieres que te traiga helado con caramelos a la cama? 

— Tengo una mala noticia amor... Ya no quedo helado. 

— ¿Te comiste todo el helado sin mi?

— Fueron unos meses muy dificiles, te extrañe mucho.

Mi vida habia vuelto a la normalidad, Antonella me retaba por ensuciar demasiado la cocina, comimos nuestro postre lleno de calorías y pasamos gran parte de la madrugada viendo deportes por la television. A la mañana siguiente casi llegamos tarde a la oficina, preparé el desayuno mientras ella se maquillaba y luego lo comimos al compas de la música. Al terminar nuestra rutina, nos subimos a mi amado Mclaren y conduje a altas velocidades por las calles que separaban nuestra casa de la discográfica. Al entrar los dos de la mano, todas las miradas se posaron en nosotros, el rey y la reina habían llegado a su palacio. Le di un beso y con la boca repleta de su labial rojo entre al estudio. Mis colegas estaban contentos por mi regreso y la noticia de la boda llego a cada integrante de la compañía. Antonella se encargó de mostrarle su costoso anillo de compromiso a todo el mundo, el único que no parecía estar contento por nosotros, era Alex y como no estarlo, le había robado la mujer de sus sueños y sinceramente me importaba un carajo. 

Where you belong | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora