La piedra filosofal.

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Nunca nadie encontró la "piedra filosofal", al menos no aquella que los alquimistas buscaban. Y aunque esta búsqueda también la compartían los filósofos, a mi parecer, tampoco ha sido fructífera. Más no por ello debemos suponer que se trata de simples rumores, pues la historia conserva tratados surgidos en la época medieval que dan muestra de dicha búsqueda.

Los alquimistas árabes, judíos, hindúes, europeos e islámicos buscaron un término que representara las indagatorias sobre la existencia de la "piedra", y que a su vez los diferenciara de los filósofos. Encontraron así pues, un término más estético, agradable  y persuasivo para el oído humano. "Elixir de la vida", le llamaron.

Por su parte los filósofos juzgaron al alquimista como un "sustituto del tiempo", y se dedicaron a buscar el "vitalismo". Así afirmó Morenius: "Los sabios del magisterio lo han llamado semilla, que cuando se transforma se vuelve sangre y luego encuaja y se convierte en una especie compuesta".

Conforme el paso de tiempo, el "elixir de la vida" obtuvo otros nombres, algunos como: lapis, panacea y principio vital. Es muy importante centrarse en el juego de palabras "elixir de la vida" y "principio vital". Ambos juegos comparten al final conceptos semejantes; vida y vital, no dudemos que el vitalismo también es parecido a estos dos; más no por ello debemos caer en el error de suponer que son iguales y que por tanto persiguen lo mismo. El alquimista buscaba aquello que fuera capaz de conservar y prolongar la vida; es decir, lo vital, pero lo vital no es vitalismo, así que reitero el deber de no caer en confusión; pues el filósofo a través del "vitalismo" buscaba la vida, la esencia de la vida, ya que suponían que buscando aquello el hombre no se convertiría en sustituto del tiempo, es decir; no se haría inmortal, que es precisamente lo que los alquimistas buscaban a través del elixir y principio.

Las disparidades de criterio entre la alquimia, la filosofía, la religión, e incluso los gnósticos, no pasaban desapercibidas al momento de hablar sobre  el "elixir de la vida". Los alquimistas afirmaban que el hombre no dependía de alguna divinidad, y que se podía hacer inmortal, así también, afirmaron incluso que "solo a través del contacto personal con la divinidad se libera al devoto de la absoluta sumisión eclesiástica". Por su parte la iglesia tachó de herejía los pensamientos y posicionamientos de la alquimia, y aseguró que el hombre debía "imitar la obra redentora de cristo" y actuar a "imagen y semejanza de Dios". La idea gnóstica sugería que el "hombre puede hacerse inmortal ya sea hacia lo divino o demoníaco". Afortunadamente la filosofía nos enseña que no es ni uno, ni lo otro; para ello traza un camino nuevo,  y sugiere una idea nueva en donde solo el hombre puede transitar si él así lo desea. Lamentablemente la filosofía también nos ha fallado, pues no todos se atreven a aventurarse por la idea que estableció. Sin embargo; no todo está perdido.

Como escribí al principio del texto "nadie ha encontrado la piedra filosofal". Es la filosofía quien nos demuestra que nadie puede hacerse inmortal, y lo hace a través de la enseñanza del maestro Platón. El maestro afirmaba que lo más triste del hombre sería hacerse inmortal, y que siéndolo no pudiese poseer todos los bienes que harían de su vida algo "perfecto". En un texto que titulé "Ciencia: Dios y Diablo", al final utilicé las siguientes palabras a modo de conclusión: "Nadie es lo suficientemente bueno y no existe forma para llegar a serlo", y afirmé que lo mismo sucedería con el mal. Esta corta, pero significativa frase es fruto de la aseveración del Alquimista Paracelso, pues el dijo "que el hombre vive en sus causas naturales". Ambas frases se podrían entrelazar con la visón del maestro Platón; el enlace se daría si yo afirmara que el hombre no es bueno, ni malo, que solo actua debido a su causa natural, y que por aquella razón no puede poseer los bienes que harían de él un ser perfecto. Lo anterior también justifica que ningún ser es perfecto, que todos llegan a ser malos algún día, que todos pueden ser benévolos o tiranos, que nuestra mayor desgracia sería hacerse inmortal y no saber de la justicia y virtud, y que en tal estado uno se quejase de la vitalidad. En pocas palabras, ya sea por alguna voluntad, llámese divina, astrológica, o natural, es claro que al ser humano le está impedido hacerse inmortal.

Es en la filosofía y en los filósofos en donde debemos indagar, buscar y encontrar el sentido de la "piedra", pues el término "filosofal", es quien le acompaña. La filosofía aseguraba que "actuar en el bien" son meras analogías que nos llevan a imitar la obra redentora de Cristo, pues el sólo de esa forma se hizo inmortal. Sin embargo, es curioso que la filosofía se apoyara también de la religión, pues coincidía en que "el hombre para alcanzar la vida eterna, debe volver a nacer", no obstante, se oponía a que eso se alcance a través de la interpretación de los evangelios. Por ello y siendo el "vitalismo" su concepto de búsqueda, propuso una nueva indagatoria que se relacionara con el concepto original, así de esa manera surgió el "oro filosófico".

El oro filosófico supone un "despertar", la filosofía apoyada en la religión, también  lo catalogó como un "segundo nacimiento". En este nuevo nacer el hombre debe considerar al cuerpo como algo valioso, y como objeto de esmero. Si el hombre lograba comprender aquello, entonces podría pensar en la "prolongación de la vida" convertida en un "bien" para el "alma"; siendo la vida solo un tiempo transitorio;  y convirtiendo al alma en un gran laboratorio para que el hombre nazca de nuevo. Y que en su nacimiento y despertar llegue a darle el significado adecuado a la frase de Morenius. En su renacimiento habrá encontrado el "sentido de la vida" "la esencia de la vida" y el porqué merece la pena ser vivida. En palabras cortas, el segundo nacimiento es un nacer para con la sabiduría, pues solo siendo sabios podremos dejar de actuar por causa natural y lograremos distinguir del bien y mal, no obstante, el segundo nacimiento en la sabiduría no asegura la perpetuación del cuerpo, es decir, no estaríamos prolongado la vida corpórea, pero si la vida del alma. Volviendo a nacer habremos alcanzado el vitalismo, y encontrado el "oro filosófico", ese metal precioso que está dormido en nuestro interior y que espera ser despertado para brillar en la eternidad.

Al final no creo que la filosofía nos haya defraudado, somos los seres humanos los que la defraudan.
Así mismo, siempre he creído que nunca nadie alcanza el goce pleno de la sabiduría, uno solo se alimenta de las sobras que está nos ofrece.

¿Cree que el hombre se puede hacer inmortal?

Juzgue usted.

Br. Aarón Jesús Canché Ac.

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